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martes, 7 de octubre de 2014

JOAQUIM MIR UN GENIO DEL COLOR Y DEL PAISAJE.

Joaquim Mir debe ser tenido en cuenta como uno de los máximos exponentes del postimpresionismo español. El uso del color cercano al fauvismo de algunas de sus etapas y su indagación en el género del paisaje son sus aportaciones más significativas a la renovación de la pintura del siglo XX.

Joaquim Mir en su estudio.

La formación de Mir. 1889-1899. El grupo del Azafrán.

Nació en 1873 en una Barcelona donde surgiría una estupenda generación de artistas, hijos de la burguesía triunfante en la ciudad. Su aprendizaje artístico se desarrolló entre academias privadas y la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, la Lonja, en donde ingresó en 1893.  Pronto se sintió incómodo con la enseñanza oficial, anclada en una concepción de la pintura realista, por lo que ese mismo año fundó junto con otros compañeros  (Isidro NonellRicard CanalsRamon PichotJuli Vallmitjana i Colomines Adrià Gual i Queralt) un grupo llamado la "Colla del Safrà" (el "grupo del Azafrán") para indagar en común en las iniciativas pictóricas de fin de siglo. El nombre les venía de los tonos anaranjados y ocres que utilizaban en sus cuadros con los que pretendían  captar la luminosidad mediterránea.

Mir. La Huerta del Rector, 1896.

La filosofía de estos amigos era imitar a los impresionistas: pintar al aire libre en las afueras de Barcelona y captar allí los ambientes  y "tipos" que veían. En 1896 llegaron a participar como colectivo en la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas. Mir presentó dos obras que nos dan buena idea de los ideales del grupo, La Huerta del Rector y El Vendedor de Naranjas.

Mir. Laderas de Montjuic, 1896-98.

Aunque desde 1897 frecuentaba el restaurante "Els quatre gats", donde se daban cita todos los artistas que estaban a la última de las vanguardias europeas, no varió su estilo de pintura. Si acaso maduró en el estudio compositivo de paisajes con figuras en distintos planos de profundidad. De esta época son  Laderas de Monjuitc(1897) y La catedral de los pobres (1898), las dos obras maestras de esta etapa de juventud.

Joaquim Mir. la catedral de los pobres, 1898.

En 1899 marchó a Madrid con la intención de obtener una beca para seguir sus estudios en Roma. Al no conseguirla, decidió embarcarse junto a su amigo Santiago Rusiñol hacia Mallorca en un viaje que cambiaría su forma de pintar.

Joaquim Mir. Costa de Mallorca. c.1901.

Mallorca, la creación de un lenguaje propio (1900-1904).

Los cuatro años que pasó en Mallorca fueron cruciales en su vida, tanto en el aspecto artístico como en el personal.

Mir. Cueva. Mallorca, 1904.

El artista desplegó toda una combinación de colores imposibles fruto de su interpretación personal de la naturaleza majestuosa. Las pinceladas se alargaron y se convirtieron en manchas que casi hacían desparecer los objetos y los referentes espaciales. Toda su vida la puso al servicio de la pintura y de la naturaleza que le rodeaba, con una pasión tan desbordante que le llevaba a arriesgarla por una tener una mejor vista desde un precipicio o a no descansar suficiente por pasarse el día pintando.

Joaquim Mir. Paisaje de Mallorca, 1904.

El mismo pintor narraba su experiencia casi mística a su amigo Rusiñol:

"pinto en un sitio por el que sólo paso yo y alguna bestia inconsciente. El paso, en el que sólo caben, justo, los pies, es un terraplén de rocas resbaladizas que van a parar directamente al mar. Si me fallasen los pies y resbalara no creo que volviera a hablarse de mí en el mundo de los vivos. Pero cuando se está allí, Santiago, ¡Qué espectáculo! A la derecha, la cala de san Vicente, a la puesta de sol roja, del color del fuego. El mar, azul cobalto, refleja aquellas rocas encendidas y queda también rojo como la sangre. A la izquierda los contrafuertes del Castillo del Rey, a contraluz, grises a la sombra. En aquel lado, el agua toma tonos de plata. Añade los morados de las algas del fondo y el de las higueras silvestres que penden hasta tocar el agua y ¡Qué cosa, Santiago! ¡Qué locura de colores!¡Están todos! Todos los de la paleta..."

Joaquim Mir. Gruta, herrumbre. c 1903.

Durante aquellos años en que vivió en los salvajes parajes de Mallorca también hubo breves periodos urbanos en los que expuso los cuadros que iba pintando, creando notable sorpresa su atrevido devenir pictórico, e inició dos grandes conjuntos decorativos: los murales de la Casa Trinxet de Barcelona propiedad de su tío Avelino Trinxety los tres grandes cuadros para el comedor del Gran Hotel de Palma.

Mir. Detalle de los frescos  de la Casa Trinxet, Barcelona.

La estancia en Mallorca acabó mal, con un lamentable y misterioso accidente en Sa Calobra mientras pintaba, que estuvo a punto de costarle la vida. Encontrado sin conocimiento y herido grave por haberse despeñado, se pudo comprobar al recobrar el conocimiento que había perdido la razón. Su familia lo recogió y lo ingresó durante dos años en el sanatorio mental Pere Mata de Reus.

Mir. Jardín del sanatorio mental Pedro Mata de Reus, 1906.

Los paisajes catalanes (1907-1940).

Después de pasar dos años en el psiquiátrico, en donde siguió pintando, Joaquim Mir se instala desde 1907 con su familia en el Camp de Tarragona.

Mir. Vista de l’Aleixar 1907.

Desde entonces no se moverá  del género del paisaje, pero ahora de los pueblos de los alrededores (el Aleixar y Maspujols) y posteriormente de todos los pueblos de Cataluña a donde vaya trasladando su domicilio (Mollet del Vallés entre 1913-19, Caldes de Montbui de 1919 a 1921 y finalmente Vilanova i la Geltrú de1922 a 1940) o a donde llegue su automóvil (Andorra, Monserrat, la Costa Brava, Montseny, Miravet d'Ebre...).

Joaquim Mir. L'Aleixar, 1910.

Allí donde fue pintó las casas, las iglesias, los huertos, la gente, los almendros floridos, los corrales... Temas intrascendentes que cada vez se ajustan más a la realidad de la naturaleza, puesto que ya sólo querían reflejar su amor por su tierra y su búsqueda constante de los cambios de la luz. Su estilo ya no será tan expresivo como el de Mallorca, aunque sí que perdura el uso atrevido del color y de la mancha. Sus paisajes serán cada vez más monumentales, pero menos poéticos
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Joaquim Mir. Canyelles, 1923.

Durante estos años le llegará el reconocimiento oficial en Cataluña y en Madrid con distintos galardones y también la admiración internacional al exponer en Londres, París, Buenos Aires o Venecia.

Con la Guerra Civil, cuando no pudo salir de Vilanova, el tema se limitó a las calles de este pueblo y de manera especial a su casa y a su jardín poblado de flores y de animales domésticos. Un incidente en los primeros días de la posguerra le hizo pasar unos días en prisión resintiéndose de una enfermedad renal que padecía y que le llevaría a la muerte en abril de 1940.

Mir. Gallinas, 1939.

Para completar el artículo os dejo un vídeo que os servirá para ver más cuadros de este artista.

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