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sábado, 11 de octubre de 2014

JUAN DE FLANDES. UN PINTOR FLAMENCO EN LA CORTE DE ISABEL DE CASTILLA. CARACTERÍSTICAS Y OBRAS. LA CRUCIFIXIÓN DEL MUSEO DEL PRADO.

En 1496 se produjo el matrimonio de la princesa Juana de Castilla, hija de los Reyes Católicos, con Felipe de Borgoña, hijo del emperador alemán Maximiliano. Esta boda fue un capítulo importante en la política exterior de Fernando el Católico y selló las relaciones de amistad entre los reinos de Castilla y Aragón con Flandes y el Centro de Europa. Relaciones que ya se mantenían desde mediados de siglo en el plano económico. Tampoco era nueva la alianza hispano-flamenca para la arquitectura, la escultura y la pintura, puesto que numerosos artistas y obras  habían llegado hasta nuestra península a lo largo del siglo XV haciendo del estilo flamenco el preferido de los mecenas y artistas nacionales. En Castilla recibió el nombre de gótico isabelino, dada la  protección que la reina Isabel la Católica dio a este estilo y a numerosos artistas europeos que trabajaron directamente para ella.

Virgen de los Reyes Católicos, atribuida a Fernando Gallego, 1491. Museo del Prado. El respaldo que los Reyes dieron a este estilo se plasma en esta obra donde ellos mismos aparecen a la manera de donantes en un cuadro que recuerda totalmente los de Van Eyck.

Nota biográfica y artística sobre Juan de Flandes.

No se tiene noticia alguna de la vida ni de la obra de Juan de Flandes antes de su llegada a España. Se le supone nacido en algún lugar de Flandes en la década de 1460 y que debió aprender el oficio en el taller de alguno de los grandes, tal vez en el de Hugo Van der Goes o Gerard David, que es en quienes parece inspirarse su modelo humano, aunque éste muestra una personalidad muy definida. También se considera su posible comienzo como miniaturista dado su gusto por los detalles y puesta en escena de sus primeras obras que realizó en España. Precisamente por eso algunos historiadores del arte hablan de una posible relación con el conocido como Maestro de María de Borgoña.

Maestro de María de Borgoña. Libro de Horas. Último cuarto siglo XV.

Su formación básica es, sin duda alguna, en la pintura gótica flamenca del siglo XV, pero el ambiente y el espíritu de Castilla calan hondo en la fina sensibilidad del pintor y se aprecia una evolución en el transcurso de su carrera artística hacia la perfección técnica y el dominio de la composición, de la luz y del paisaje castellano.

Juan de Flandes. Cristo apareciéndose a su Madre, 1496. 63.5 x 38.1 cm. Óleo sobre madera. Tabla de la derecha del tríptico que encargó la reina para la cartuja de Miraflores. La tabla central e izquierda hoy están en la Capilla Real de Granada. Esta se encuentra en el Metropolitam Museum of Art de Nueva York.

El primer documento en que aparece mencionado Juan de Flandes lleva la fecha de 1496 y es, precisamente, el de su contrato como pintor de la reina Isabel la Católica. En las cuentas de la tesorería consta que estuvo a su servicio desde 1496 hasta la muerte de Isabel en 1504. Por eso se supone que entre sus cometidos estuviese realizar varios retratos para la familia real, aunque ninguno de ellos está firmado y por tanto autentificado cien por cien: destacan los de la propia Isabel y las de sus hijas como el de la supuesta princesa Catalina del Museo Thyssen-Bornemisza.

Juan de Flandes. Una infanta, probablemente Catalina de Aragón, hacia 1496. Museo Thyssen-Bornemisza. Óleo sobre tabla, 31 x 22 cms. Este cuadrito me encanta por la sencillez e inquietante belleza de la retratada: lleva un vestido y peinado sin grandes lujos y sostiene con delicadeza entre el pulgar y el índice un capullo de rosa, símbolo sin duda de su doncellez. 

Debió residir algunos años en Burgos y, sin duda, encontró allí a Michael Sitow, otro pintor de la reina que ya estaba instalado en la corte desde 1492 con el que colaboró pintando la mayoría de las 40 tablillas que componían el Oratorio o Políptico de la soberana Isabel, una especie de Libro de Horas, pero en pequeñas tablas, que podía ser transportado en los viajes. Hoy este conjunto se halla despiezado e incompleto, exhibiéndose sus preciosas tablillas (21 x 16 cms) repartidas entre el Palacio Real de Madrid y algunos museos como la National Gallery of Art de Washington, el Louvre de París, el Metropolitan Museum of Art de New York y el Staatliche Museen de Berlin.

Juan de Flandes. Las bodas de Caná, 1498-1500 Metropolitam Museum of Art, New York . 21 x 15,9 cms. Este es una de las tablas del Oratorio de Isabel la Católica. La escena se desarrolla en un recinto abierto de inspiración renacentista por sus pilastras y adintelamiento y por el ejercicio de perspectiva lineal. El artista ha prescindido de personajes y detalles accesorios, concentrándose en las personas objetos claves del episodio del Evangelio: los novios, las figuras de Cristo y su Madre y el criado y las tinajas donde se realiza el milagro. Al fondo, sobre la pared, el espejo nos devuelve la profundidad recreada por los elementos arquitectónicos, todo un recurso instaurado por Van Eyck en su retrato del matrimonio Arnolfini y un detalle simbólico que nos lo relaciona con el gótico flamenco. 

A la muerte de la reina no le faltan encargos en Castilla. De 1505 a 1508 se instala en Salamanca donde recibe contratas de la universidad y de la catedral. El retablo de San Miguel, que podemos ver debajo, refleja su evolución como pintor. El conjunto de seis tablas a modo de políptico flamenco está más integrado en un paisaje unificado y las figuras son monumentales sobre un paisaje más simple. La figura estilizada del arcángel es de gran elegancia en su gesto.

Juan de Flandes. Retablo de San Miguel, catedral de Salamanca, 1505. Óleo sobre tabla, 215 x 200 cm. Museo Diocesano de Salamanca.

En 1509 se trasladó a Palencia para pintar unos cuadros que se requerían para ampliar el retablo mayor de la catedral palentina   y allí se afincó hasta su  muerte. Parece que le pudo requerir personalmente el obispo de la ciudad, Juan Rodríguez de Fonseca, gran amante de la pintura flamenca. El último pago por este encargo se le hace en 1519 a su mujer constatándose que acababa de morir. También trabajará esos años en retablos de las parroquias palentinas.

Características estilísticas de Juan de Flandes.

Estas son las principales características que me gustaría resaltar del estilo de Juan de Flandes.
  • 1.- Busca en sus cuadros composiciones que resaltan siempre el tema principal a través de recursos sencillos pero efectivos. En el Cristo con la cruz (abajo), podemos ver que el espacio se ha concebido como un escenario teatral, donde la composición se organiza en torno a dos ejes que se cruzan perpendicularmente en la figura de Cristo. El vertical lo forman la roca situada en primer término y el torreón del fondo, mientras que el horizontal lo constituyen la línea imaginaria trazada entre las cabezas del Cirineo y de la Verónica. Su posición central y la oscuridad del manto hacen que toda nuestra atención se concentre en la figura de Cristo.
Juan de Flandes. Cristo con la cruz a cuestas camino del calvario (111 x 148 cms.). Retablo de la catedral de Palencia, 1510. El caballero con vestido verde puede ser un autorretrato del pintor.

  • 2.- También, le atrae incluir personajes y detalles secundarios que le sirven para dar a la escena un toque de ternura e intimidad, lo que en el fondo constituye uno de sus principales atractivos, sin despistarnos de la escena principal. En este mismo cuadro resultan de una cotidianeidad conmovedora detalles como el cesto de ropa blanca depositado en el suelo por la Verónica o el perro que descansa tras la figura de Cristo. 
  • 3.- Algo que identifica a las figuras de Juan de Flandes es el especial sentido de la elegancia en sus movimientos y gestos de rostros y manos. Los Cristos suelen mostrar gran dignidad y serenidad aún en los momentos más dramáticos contrastando de forma intensa con las expresiones casi caricaturescas de los personajes secundarios. En el caso de la imagen de abajo, el rostro de Lázaro resucitado es la expresión justa de un hombre desconcertado que vuelve a la vida. Sus ojos son como tizones que vuelven a recuperar la luz.
Juan de Flandes. Cristo resucita a Lázaro, 1514-18. Del retablo mayor de la Iglesia de San Lázaro de Palencia, hoy en el Museo del Prado. Óleo sobre tabla, 110 x 83 cms.



  • 4.- El prototipo humano de los protagonistas evangélicos son muy característicos del pintor. Sobre todo, la figura de Cristo y las femeninas,  para los que crea unos tipos de belleza delicada con manos largas y finas y  de cabellos abundantes, espesos y con suave ondulación que sirven de marco perfecto para subrayar el fino modelado del rostro.
Juan de Flandes. Crucifixión, 1509- 1518. Óleo sobre tabla 123 cm x 169 cm. Perteneció al retablo de la catedral de Palencia. Detalle central de mujer ante la cruz.

  1. 5.- Los paisajes reflejan la potente luz de Castilla: llanuras rocosas y fortalezas feudales encaramadas a rocas; cielos limpios; edificios ruinosos con grietas de gran verismo topográfico.
  2. 6.- En cuanto a los espacios interiores poco a poco va reflejando detalles de la forma de hacer de la arquitectura renacentista italiana para adaptarse al nuevo gusto de los mecenas, puesto que éstos empiezan a considerar este estilo un mundo distinto y moderno con el que quieren identificarse. Así aparecen columnas y pilares de capitales clásicos sosteniendo pórticos y salas y arcos de medio punto, bóvedas de cañón y cúpulas como elementos sostenidos.
  3. 7.- Su sentido del color unido a la luz es excelente. Es capaz de conseguir matices bellísimos. Prefiere los tonos claros y luminosos y con frecuencia utiliza contrapuestos dos colores complementarios: un rojo carmín unas veces y bermellón otras, frente a un verde intenso o bien fresco y jugoso.
El resultado de la combinación de todos estos elementos es un conjunto de pinturas que despiertan en el espectador ambientes mágicos impregnados de poesía.

Juan de Flandes. Oración en el huerto de los olivos, 1509. Museo del Prado.

Análisis de Crucifixión o Calvario del Museo del Prado.

En el Museo del Prado poseemos una de sus mejores obras desde el año 2005 en que fue adquirida. Se trata delCalvario o Crucifixión, un óleo sobre tabla que formaba parte, sin duda alguna, del conjunto de historias que el obispo de Palencia, Juan Rodríguez de Fonseca, encargó a Juan de Flandes para el retablo de la catedral palentina. La tabla debió estar ubicada en el piso primero de la calle central del mismo y debió ser retirada a a mediados del siglo XVI para dejar espacio a la estatua del santo patrón San Antolín. Las otras 10 tablas que pintó para el retablo permanecen  todavía in situ.

Si quieres ver este cuadro en alta resolución pincha en este link o sobre la misma imagen de abajo.

Juan de Flandes. Crucifixión, 1509- 1518. Óleo sobre tabla 123 cm x 169 cm. Perteneció al retablo de la catedral de Palencia.

Elijo algunos detalles más de este cuadro, que me han gustado especialmente, para terminar de estudiar las características del estilo de Juan de Flandes:
- Composición. Este cuadro es un magnífico ejemplo de composición y estructura equilibrada. Juan de Flandesconcibe el espacio con un punto de vista muy bajo, que evoca las composiciones de Mantegna y le dota de resonancias italianas.
    • Horizontalmente, plantea tres bandas: el espacio inferior donde se sitúa la escena con los personajes; la parte intermedia que viene al ser el fondo rocoso y el paisaje de la ciudad de Jerusalén; y en la parte superior un amplio espacio de cielo en tinieblas en cuyos extremos se distinguen el Sol y la Luna, como representación simbólica del principio y del fin.
    • Verticalmente tiene tres puntos culminantes: el central, y eje de la composición, lo ocupa la figura estilizada de Cristo en la cruz; en el extremo izquierdo están San Juan ante los restos de una elevada fortaleza en ruinas y a la derecha, la llamativa y elegante figura vista a contra luz de un centurión, con armadura, que sostiene un largo mástil del que pende un gallardete que se ondula desde lo alto hasta la parte inferior del cuadro, junto a unos grandes bloques de piedra, escalonados, que cierran la escena por ese lado.
    Juan de Flandes. Crucifixión, 1509- 1518. Óleo sobre tabla 123 cm x 169 cm. Detalle lateral de San Juan, la Virgen y grupo de mujeres.

    • Para llamar la atención sobre Cristo crucificado idea un semicírculo de figuras en torno a Él. Este modo de disponer a los personajes dota al conjunto de gran monumentalidad.
    Juan de Flandes. Crucifixión, 1509- 1518. Óleo sobre tabla 123 cm x 169 cm. Detalle de centurión y caballeros.

    - Color. El reparto del color parece responder a la misma idea de orden. Las notas más vibrantes, en tonos carmín de intensidad distinta, se utilizan en tres espacios: a la izquierda, en las vestiduras de San Juan y en el manto de la santa mujer, arrodillada ante él, junto a la Virgen; en el centro, en la capa que cubre al tiempo, al caballero del fondo y a su propia cabalgadura; y a la derecha, en el lucido gallardete con dibujo de la estrella y la media luna como probable alusión a los infieles, que porta el centurión. Para el resto de los personajes y su entorno se emplean tonalidades azules y ocres alternando con las partes luminosas y blancas que corresponden a los tocados de las figuras femeninas, al paño de pureza de Cristo, la cartela con el INRI, de la cruz y el caballo que aparece tras ésta.

    Juan de Flandes. Crucifixión, 1509- 1518. Óleo sobre tabla 123 cm x 169 cm. Detalle lateral de calavera, tibias y piedras preciosas.

    - Simbolismo. El paño del Crucificado, al flotar al viento sobre el azul del cielo, atrae la atención del espectador hacia ese centro luminoso y subraya la alusión al simbolismo que considera al Salvador como "luz del mundo". Aparecen además otros simbolismos como: la aparición del cráneo, el fémur y un omoplato de Adán al pie de la cruz, que representa en la iconografía tradicional a todos los humanos. Como contrapunto sutil a estos signos trágicos de muerte, encontramos las piedras semipreciosas (rubíes, zafiros, corales y cuarzos) diseminadas por el suelo que son el símbolo del prometido premio del Paraíso como consecuencia del sacrificio de Cristo.

    Juan de Flandes. Crucifixión, 1509- 1518. Óleo sobre tabla 123 cm x 169 cm. Detalle de Cristo.

    - Expresionismo. Una muestra de la destreza de Juan de Flandes como dibujante se aprecia al observar cómo utiliza las distintas actitudes de los personajes para dibujar las manos en una gran variedad de posturas o gestos que expresan mucho con cada pose: ofrecimiento, el caballero del sombrero de plumas; perplejidad, el centurión; resignación y tristeza, la Virgen; ruego, la mujer rubia que mira a Cristo; y desesperación y negación de la realidad, la que vuelve su rostro y llora. Sin embargo, la trágica muerte del hijo de Dios resulta serena, introspectiva y hasta amable, huyendo del patetismo habitual con el que se representa esta escena en la pintura española, si no fuera por la sangre que brota como un surtidor del costado que causa dolor.

    Juan de Flandes. Crucifixión, 1509- 1518. Óleo sobre tabla 123 cm x 169 cm. Detalle de la armadura del centurión.

    Calidad en los detalles. Una de las características de los pintores flamencos y, cómo no, de nuestro pintor es reproducir fielmente los tejidos y las armaduras. A Juan de Flandes, de las vestiduras más que la textura le interesa la combinación y los contrastes de colores, puesto que sus paños resultan de pliegues muy rígidos y en la caso de las mujeres algo monótonos. Pero  las armaduras le interesan sobre manera para recrearse en el reflejo metálico y en los detalles lujosos. La bella armadura del centurión del cuadro es de un verismo notable: la empuñadura y el tahalí de la espada tan decorados nos indican que es una pieza de coleccionista; los codales y las hombreras se articulan perfectamente; la loriga es de finísima cota de malla metálica asomando en el cuello y en el faldellín; la celada con un rondel que le protege el cogote es un detalle que no puede pasar desapercibido junto con las cintas que atan algunas de estas piezas...

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