Con motivo del 175 aniversario del nacimiento del pintor, El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) dedica una exposición monográfica hasta el 15 de Septiembre de 2013 al grandísimo óleo (9,72 m x 3 m) de Mariano Fortuny, La Batalla de Tetuán, realizado entre 1863-65. Si nos acercamos a la misma no sólo podremos admirar el cuadro recién restaurado, sino también un conjunto de 130 obras (dibujos, acuarelas, estampas, pinturas y diferente material documental), que explican el contexto histórico y el proceso de creación de esta obra.
El tamaño del cuadro impresiona al visitante.
El contexto histórico
La guerra hispano-marroquí de 1859-1860 fue uno de los episodios de la España del diecinueve que gozó de más eco popular. Formalmente se inicia tras unos ataques intrascendentes de los bereberes a las defensas de Ceuta, que fueron aprovechados por el gobierno de la Unión Liberal, presidido por el general Leopoldo O’Donnell, para declarar la guerra al sultán de Marruecos. Este evento fue el primero de otras intervenciones de nuestro ejército en varios lugares del mundo como Conchincina, México y la costa del Pacífico en América. Estas "miniguerras" vinieron a enmascarar efímeramente los graves problemas internos del país. En palabras de Benito Pérez Galdósen el Episodio Aita Tettaue, O´Donnell "buscaba en la gloria militar un medio de integración de la nacionalidad, un dogmatismo patrio que disciplinara las almas y las hiciera más dóciles a la acción política", pero también que se reconociera internacionalmente a España como una potencia colonial más.
Joaquín Sigüenza. Recibimiento de las tropas de la Guerra de África en la Puerta del Sol, 1860.
El resultado material de la contienda en el norte de África fue escaso, pero, paradójicamente, el intelectual y artístico no lo fue tanto. Las instituciones de la época entendieron que esta guerra debía ser mostrada ante la opinión pública con todo el ardor y patriotismo posible para hacerla popular, por lo que se hicieron acompañar de cronistas periodísticos (Gaspar Núñez de Arce, Carlos Navarro Rodrigo y Juan Antonio Viedma), literatos (Pedro Antonio de Alarcón), dibujantes (José Vallejo y Galeazo), fotógrafos (Enrique Facio Fialo y José Requena López) y pintores jóvenes (Mariano Fortuny y Eduardo Rosales) que se convirtiesen en apologistas de la parafernalia militar. El golpe de efecto del Gobierno de O´Donnell fue exitoso en todos los estamentos de la sociedad española provocando una verdadera adhesión popular a la guerra.
Esta guerra fue el primer acontecimiento bélico en el que participaba España en que se tomaron fotografías. Algunas de ellas no nos han llegado, teniendo constancia de las mismas porque fueron utilizadas por los periódicos para pasarlas al formato de grabado. En esta imagen tenemos una de las pocas que podemos comparar con el grabado. Se trata de la vista del campamento español montado a los pies del Serrallo, la imagen fue tomada por Enrique Facio, que trabajaba para el cronista y escritor Pedro Antonio de Alarcón. Fue trasladada a un grabado para ser publicada por el periódico La Iberia en el suplemento "Diario de un testigo de la Guerra de África".
El encargo a Fortuny.
Contagiada por el fervor patriótico, la Diputación de Barcelona sufragó al joven Mariano Fortuny (1838-1874) el viaje al escenario de la guerra. Su misión allí sería inmortalizar pictóricamente los hechos más destacables de esta aventura bélica en la que participaba un batallón de voluntarios catalanes al mando del general Juan Prim. La diputación le encargó cuatro cuadros de gran formato y seis menores para decorar su grandes paredes del Salón de Sesiones. Se fijó un precio para el total de 40.000 reales, además de 2.000 al mes mientras estuviese en África.
Mariano Fortuny. Boceto con Vista de Tetuán y del campamento del ejército español. 1862.
Cuando aceptó el encargo, Fortuny tenía 22 y era un pintor académico, que ya había destacado por su capacidad para inspirarse del natural. Pero nadie se podía imaginar que, como otros pintores del siglo XIX, al entrar en contacto con la cultura del norte de África se dejara conquistar por un mundo de color, luz y personajes exóticos que le llevaron a abandonar las técnicas de taller que había practicado hasta entonces. Desde ese momento su estilo cambió hacia el orientalismo.
Foto de Fortuny disfrazado con ropas moras. El gusto por lo oriental lo combinó durante el resto de su vida con el detallismo minucioso y la pincelada ágil.
Su estancia en África en 1860.
Durante su estancia de tres meses en 1860, Fortuny realizó casi 200 dibujos preparatorios a lápiz y numerosas acuarelas, que constituyen de por si una crónica.
Fortuny en su tienda de campaña realizando un dibujo, 1860.
Su primera tienda de campaña, el paisaje, rincones de la ciudad, la arquitectura, escenas de la calle, las indumentarias de judíos y musulmanes, pero también la vida en el campamento, la guerra o las entrevistas de paz, uniformes, las siestas de los soldados, sus caballos y los dromedarios o el único cerdo de la ciudad que llevaron los españoles y un largo etcétera, son objeto de su trabajo. La mayoría dibujos esquemáticos.
Boceto del paisaje de Tetuán, 1860.
Pero la aventura africana del pintor comenzó mal. Cuando llegó a Tetuán, el 12 de febrero, hacía seis días que las tropas españolas habían entrado a la ciudad, por lo que no pudo vivir la batalla que acabó pintando en su cuadro. Fortuny sí asistió a las negociaciones de la paz en febrero de 1860, donde tuvo la oportunidad de ver al enemigo de cerca, incluso al príncipe Mulay Abbas, líder del ejército marroquí, cuando se entrevistó con O'Donnell. Durante el encuentro realiza el dibujo de un rifeño muerto en el suelo que incorporó en el cuadro final.
Pero las negociaciones de paz no acabaron bien y el conflicto se recrudeció, siendo la ciudad de Tánger el nuevo objetivo de las tropas españolas. En marzo se ocupa la ciudad de Samsa donde Fortuny presencia por primera vez, aunque en un segundo plano, un verdadero enfrentamiento cuerpo a cuerpo, y luego la batalla de Wad-Ras, “donde sintió la bayoneta pasar cerca”, según Carbonell, que determinó la guerra. Fortuny dibuja el movimiento de las tropas y los duros enfrentamientos cuerpo a cuerpo, sobre todo los protagonizados por el batallón catalán que lucharon “como tigres”, según palabras del propio Prim. El MNAC ha reunido todos los dibujos preparatorios del cuadro sobre Wad-Ras y el esbozo que se expone en las salas del Prado de esta batalla.
Mariano Fortuny. Batalla de Wad-Ras. Estudios y detalles. 186-63. Ampliad las imágenes para observar los detalles.
Tras la ofensiva se vivió un segundo encuentro para negociar la paz entre O'Donnell y Mulay Abbas que acabó en un armisticio y que Fortuny aprovechó para realizar más apuntes del enemigo.
El duro trabajo de hacer tales cuadros.
El abril de 1860 el pintor vuelve a España cargado de trajes y objetos curiosos que le ayudaran en la ambientación del cuadro, que pensaba realizar en su estudio de Roma. Antes de comenzar su tarea, los diputados de Barcelona le pagaron un viaje a París para que se “inspirara” viendo un cuadro sobre la conquista de Argelia realizado por Horace Vernet. La pintura en concreto era la impresionante Captura del campamento de Abd- El-Kader, de dimensiones espectaculares: 21,39 metros de largo por 4,89 de alto. Y que seguro que le influyó, aunque no como se esperaba.
Horace Vernet. Captura del campamento de Abd-El-Kader en Taguin, Argelia. 16 mayo de 1843. El cuadro al completo y el detalle central. Ampliad la imagen.
La visión de esta obra de Vernet apabulló tanto a Fortuny que acabó desmoralizado. Tras su retorno a Roma comenzó a pintar obras menores como La Odalisca y Il Contino. En 1862 vuelve a viajar a Tetuán y Tánger, durante otros tres meses más, donde profundiza, en los escenarios de la guerra de forma relajada y acentúa su interés por el orientalismo.
Mariano Fortuny. Odalisca, 1862.
Después de tres años, el encargo inicial de la Diputación, queda reducido a un solo cuadro de grandes dimensiones y se le da una prórroga de dos años más de pensión. Fortuny trabaja en la batalla —después de realizar dos enormes esbozos entre 1861 y 1863—, entre abril y mayo de 1863 y 1865. Pero desde el primer momento la obra le causaba problemas, “era una esclavitud”, escribió Folch i Torres, por lo que el pintor comenzó a llamarlo, despectivamente, “el gran cuadro”. Cuando la pensión se acabó, abandonó su ejecución centrándose en otras obras, con la esperanza de acabarlo posteriormente.
Mariano Fortuny. La Batalla de Tetuán. El cuadro actual, tal y como quedaría hacia 1865.
En realidad, en los últimos años Fortuny no volverá a añadir pincelada alguna en el enorme cuadro que quedó arrinconado en su estudio. Paradójicamente, eso hizo aumentar la fama de la pintura: cada vez que aparecía su taller reproducido en fotografías, se veía la enorme batalla como un telón de fondo.
Fotografía de su estudio en Roma donde aparece el gran cuadro de telón de fondo.
Fortuny, enriquecido a finales de la década de los 60 por el resto de sus producciones, como La Vicaria, que había vendido a un gran precio, devolvió el dinero del encargo, después de alegar motivos de salud para no terminarlo. “Vanidoso” e “ingrato” fue lo más tibio que se le dijo desde la Diputación que le reclamaron los 4.200 escudos invertidos. El cuadro se quedó en Roma colgado en su estudio sin acabar. En 1875, tras fallecer el pintor, la Diputación lo compró a su viuda por 50.000 pesetas y lo instaló en el Salón de Sesiones, tal y como estaba previsto en un origen. La compra no estuvo exenta de polémica, y en diarios como El Diluvio, La Publicidad e Ilustración, no faltaron las críticas por lo mal resuelta de la obra y la confusión de alguna de sus partes. Y se llegó a decir lo peor que le podían decir a Fortuny, que su cuadro era una copia del de Vernet.
Valoración artística de La Batalla de Tetuán.
Mariano Fortuny. La Batalla de Tetuán. Detalle central.
Según Carbonell y Quílez, los comisarios de la exposición del MNAC, Fortuny, pese a los infortunios del proceso, creó una interpretación innovadora del tema. La pintura describe el dilatado escenario de la batalla en el mismo escenario donde ocurrió, pudiéndose reconocer accidentes geográficos como el cabo Taïfor o la bahía y la desembocadura del río Martil. El pintor colocó a los personajes principales en la parte central de la tela, formando un triángulo: O’Donnell, sereno, en la parte central, dirige la batalla, seguido de su escolta de húsares “representado de forma clásica”. Hacia la izquierda, los voluntarios catalanes dirigidos por el héroe de la batalla, el brigadier reusense, Victoriano Sugranyes que murió en la jornada (había llegado a la ciudad el día anterior) y a la derecha del espectador, el héroe militar romántico, el general Prim, que lucha, a galope tendido y sable en mano contra un guerrero musulmán; una imagen convertida en tópica e icónica del general.
Mariano Fortuny. La Batalla de Tetuán. Detalle central inferior.
A partir de esta figura se despliegan diversas figuras que narran la derrota: la población que huye, presa del pánico y el príncipe marroquí y su ejército de jinetes. En realidad, Mulay Abbas observó, impotente, desde un altozano cómo su ejército perdía la contienda y la ciudad de Tetuán. En el margen superior izquierdo se identifica el campamento de los marroquíes, destacando la lujosa tienda del príncipe que fue trasladada y expuesta en Madrid como botín de guerra.
Según Carbonell, el cuadro de Fortuny, a diferencia de otros historicistas que reflejan batallas y caen en la retórica montando escenografías, es una obra “con expresividad y veracidad, con fragmentos magistrales que apuntan a las obras luminosas de la última etapa del pintor. Es un cuadro importantísimo porque cambia el concepto de la pintura histórica. Es muy transgresor y nada canónico, quizá por eso fue criticado en primera instancia”. Pero pese que reproduce con finalidad la atmósfera diáfana del norte de África, los especialistas remarcan que no es del todo real y que aparecen una serie de elementos imaginarios y estereotipos. Por ejemplo: los alrededores de Tetuán están verdes siempre, pero Fortuny optó por pintar un paisaje árido y marrón que a su entender, se correspondía con la imagen europea de lo que era África.
Fortuny, no fue el único pintor joven de esta época que se aventuró en el tema de cuadros de historia tan al uso de la pintura academicista, porque les permitía ser aceptados por la pintura oficial, pero a la vez porque podían permitirse más licencias de color y de motivos exóticos. A mi juicio, un cuadro que de haberse llevado a cabo hubiera sido de tanto valor artístico como la obra de Fortuny es el esbozo que conserva el Museo del Prado de Episodio de la Batalla de Tetuán de Eduardo Rosales. Otro de menor valor sería el de Vicente Palmarolli.
Eduardo Rosales. La batalla de Tetuán, 1868. Óleo sobre lienzo, 75 x 125 cm.
Junto a las 130 obras relacionadas con la pintura, el MNAC expone dos espingardas que trajo Prim de la guerra, un sable, los prismáticos, el ros (gorro) y la cartera de campaña del general. La visita concluye con varias obras que Salvador Dalí adquirió de Fortuny como el Tribunal de la Alhambra que ha cedido su fundación de Figueres. Se exhiben junto a la documentación sobre la exposición de 1962 en el Salón del Tinell —impagable el reportaje del NODO— que puso en diálogo la obra de Fortuny y la homónima de Dalí que vieron, en la Barcelona franquista de entonces, 40.000 personas.
Salvador Dalí. La batalla de Tetuán, 1962.
Para finalizar se puede ver este vídeo sobre el cuadro de TVE-2. La batalla de Tetuán, de Fortuny.
Magnífico artículo...
ResponderEliminarGracias. Miguel. Un placer.
EliminarSi, magnífico.
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