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sábado, 1 de noviembre de 2014

EL TRONO LUDOVISI. LA SENSUALIDAD FEMENINA EN LA GRECIA PRECLÁSICA.

Después de analizar los guerreros de Riace, y como me parece muy interesante el periodo que abarca del año 500 al 450 a. C. de la civilización griega, sigo haciendo un repaso a algunas de las obras que se asignan en el mismo. Esta vez me detendré en el Trono Ludovisi, una obra que, a veces no es suficientemente valorada, tal vez porque hay algunos investigadores que se empeñan en negar su autenticidad y considerarla una falsificación del siglo XIX. A mi juicio, sin embargo, no hay duda de que se trata de una obra clave para entender las transformaciones escultóricas que se producen entre la etapa arcaica (s. VII  y VI a. C) y la etapa clásica pura (segunda mitad del siglo V a. C.).

Trono Ludovisi. Mármol de Paros. Escena central que mide 1.42 m de largo x 0.9 m de alto. Las escenas laterales, 0.87 x 0.69 m. Museo Nacional Romano, Roma.


Sólo tres de sus caras están decoradas con relieves. Un friso largo y dos mujeres sentadas en cada extremo. La parte "interior" es totalmente lisa. Fue llamado trono porque su forma recordaba a uno, pero no tiene asiento o elevación trasera donde sentarse.


El atractivo del trono Ludovisi deriva de su belleza e indiscutible erotismo, pero también del enigma que lo rodea. Empecemos por esto último para entender un poco mejor la obra.

El descubrimiento y la atribución.

Aunque se sabe que la obra fue exhumada en Roma en 1887, en el recinto del palacio Ludovisi y muy probablemente en la zona correspondiente en la Antigüedad a los jardines de Salustio, el lugar exacto en que se halló varía según la fuente. Cuando salió por primera vez a la luz pública, no se conocía ningún otro objeto similar y fue identificado como el trono de una estatua objeto de culto. No obstante, la falta de asiento o elementos de sustentación hace más probable que se trate de una protección o pantalla de algún tipo, pero ¿de qué tipo y para qué lugar?

Una de las interpretaciones que han intentado da una explicación de para qué serviría este relieve.


Sin más contexto arqueológico, todo son hipótesis, aunque parece que no hay nadie que discuta que el estilo de los relieves es griego. Su lugar de procedencia más plausible puede ser Locris Epizefiria, ciudad griega del sur de Italia bien conocida desde el punto de vista arqueológico por sus edificios de culto y relieves asociados, de estilo y temática muy próximos a los del trono. En esta polis se encontrarían los santuarios de Perséfone Afrodita. En ellos se obtuvieron a comienzo del siglo XX millares de pinakes (relieves en placas de terracota) hechas con moldes en las que figuran escenas referentes al culto de las diosas y al mundo femenino. El rico vínculo de Locris con la mujer, atestiguado por la arqueología y los textos antiguos, ofrece un espacio donde las interpretaciones iconográficas hallan el mejor eco. Incluso hay algún investigador que dice haber identificado un posible emplazamiento del trono junto a un pozo sagrado del santuario de Afrodita en el que estaría a modo de balaustrada.

Perséfone (la Proserpina romana), raptada por Hades, se convertirá en reina del inframundo. Terracota 30 x 27 cms. Santuario della Mannella, Locri Epizefiri. Museo Archeologico Nazionale, Reggio Calabria. siglo V a. C.


Dentro de la cultura de la Antigua Grecia y de la Magna Grecia, un pínax o pinake (en griego πίναξ "tabla", plural pínakes πίνακες) era una tablilla votiva de madera pintada, terracota, mármol o bronce, que se utilizaba como objeto votivo y que era depositado en un santuario. Los miles recuperados en Locri se encontraron cuidadosamente sepultados y se datan en torno al 480 a. C. En su mayoría, pertenecieron al santuario de Perséfone, aunque también pertenecerían al de Afrodita indistintamente, puesto que ambos cultos se fusionaron. A fin de cuentas, el culto que se realizaba en Locris sería a la vez a dos versiones de la naturaleza femenina: en Perséfone primordialmente se veneraría la virtud de la mujer en el legítimo matrimonio y la crianza de los hijos, mientras que en el de  Afrodita se daría culto a los usos considerados socialmente "ilícitos y "aberrantes" de la sexualidad femenina. Los ritos religiosos realizados en el santuario eran secretos.

El secuestro de Perséfone. El gallo es el animal que se asocia con la diosa Perséfone.



En este contexto religioso y de culto esotérico es, por tanto, donde hay que entender la obra que conocemos como trono Ludovisi.

Descripción y valoración artística.

Una mujer se alza. La mitad inferior de su cuerpo es ocultado por una gruesa tela que sostienen otras dos mujeres que la ayudan sujetándola delicadamente, mientras con las otras manos la ayudan a izarse tirando por detrás de los hombros. La mujer protagonista vuelve la cabeza para mostrar un bello perfil, una mirada intensa y unos labios modestamente cerrados. Su cabello, arreglado para esta ocasión especial, está ceñido por una cinta que lo recoge dejando asomar parte de la oreja. La delicada tela de su vestido (un quitón) se adhiere al cuerpo para revelar el contorno de los pechos, la estructura del tórax y el vientre liso.



Los daños sufridos por el gablete del relieve han dejado sin cabeza a las figuras de los lados, pero sus cuerpos informan tanto de su sexo como del solícito cuidado que prestan a la mujer a la que atienden. Aun siendo reflejo la una de la otra en su actitud, son distintas. Ambas visten prendas cuyo drapeado las protege de cintura para arriba de miradas indiscretas: la de la izquierda lleva un peplo de lana abrochado a un lado, y la de la derecha, un quitón de lino sujeto sobre los brazos y los hombros. Estas prendas caen de distinta forma sobre las piernas, cuyas líneas se revelan por estorbar la caída de los pliegues. Los pies descalzos sobre guijarros indican que es del mar o del interior de la tierra de donde surge la figura central. El lienzo que oculta su cuerpo despierta la curiosidad por ver más allá.




No son éstas las únicas figuras femeninas de la obra, pues en cada extremo hay una mujer sentada. Una de ellas, calzada con sandalias, se sienta sobre un cojín rígido, totalmente envuelta en un manto (himatión) que vela incluso su cabeza. De la caja que sostiene en una mano extrae granos fragantes que deposita en el pebetero que tiene ante ella.


La blandura del cojín sobre el que se sienta la otra mujer se corresponde con la de su carne joven y desnuda; con las piernas cruzadas y el cabello recogido en un pañuelo, toca un aulós o flauta doble. El contraste entre los extremos del "trono" es evidente: vestido frente a desnudez, música frente a ofrenda, el placer frente al deber.



¿Cómo interpretar este grupo de mujeres? ¿La escena principal representaría un momento real, una prueba iniciática al matrimonio de una joven virgen en el contexto del rito religioso del Santuario de Perséfone? Puede ser, pero no parecería muy adecuado que se representara tan explícitamente un momento que se pretendería ocultar a los ojos del mundo. Si bien, como desconocemos el lugar exacto donde estaría, podría estar en alguna parte del recinto donde sólo las iniciadas entrarían. Las mujeres de los laterales entonces serían la encarnación de esa dualidad a la que se daría culto en Locris, la feminidad casta y matrimonial (el velo y la ofrenda) y la feminidad erótica y transgresora (el desnudo y la música). No se plantearían como imágenes hostiles sino como símbolos complementarios de lo femenino: cada una complacería a las diosas con una función específica. Un pinax de Locris del que se conserva sólo una parte (ver abajo) puede que refuerce esta idea. En el vemos representadas a dos figuras mujeres realizando lo que parece ser un rito dentro de un templo jónico -¿el del propio santuario?, que sabemos era jónico-. Las dos mujeres están enfrentadas y aunque de una no se puede ver más que su cabeza, la otra toca un aulós, eso sí vestida. Preside la escena desde el frontón del templo un par de palomas, el animal atributo de Afrodita.


¿O se trataría de una representación de algún mito griego de alguna mujer/diosa que desaparece en el mar o la tierra, o emerge de ellos? Los tres mitos que se me vienen a la mente son relatos donde de una forma implícita o explícita se hace referencia a la mujer y al deseo sexual: Pandora, la primera mujer, hecha de tierra para atraer la atención de los hombres; Perséfone, transportada al submundo por Hades para hacerla su esposa y que es liberada del interior de la tierra cada primavera hasta el invierno; Afrodita, nacida de la espuma del mar. Las tres mujeres son de muy distinto carácter: Pandora, astuta y fuente de desgracias; Perséfone, una joven inocente y cercana a la naturaleza; Afrodita, de encantadora sonrisa y entregada a la seducción. Parece que la mayor parte de los historiadores del Arte se decantan por Afrodita naciendo de las aguas, pero el hechos que no se represente el agua en el relieve y sí los guijarros, hace que me decante por Perséfone.


Sea cual sea el personaje que elijamos como protagonista, las cinco figuras recorre todo el espectro de posibilidades de lo que significa ser mujer y la feminidad, con la desnudez y el recato velado como meros extremos de la gama.
Estilísticamente la obra es significativa por dos motivos relacionados con la temática femenina. El primero es que la figura de la flautista sería la obra más temprana en escultura monumental en la que aparece un desnudo total. No sería el caso en otro tipo de formato como la cerámica donde era frecuente la representación de prostitutas (hetairas). Y en segundo lugar, porque en la mujer protagonista de la escena central se recurre a la técnica "de los paños mojados", utilizada luego por los escultores de la siguiente generación, para trasparentar el cuerpo debajo de las telas.

Fidias. Detalle del frontón oriental del Partenón que representaba a las Parcas asistiendo al nacimiento de Atenea. La tela se ciñe al cuerpo revelando con rotundidad el volumen y las formas femeninas.


Epílogo. El trono de Boston.

Sólo dos años después de la publicación de la primera referencia académica al trono Ludovisi, en 1892, salió a la luz otro que fue adquirido por un coleccionista estadounidense y donado al Museo de Bellas Artes de Boston. Hecho de mármol de la misma isla griega, con similares figuras en contraste en los extremos y la representación del pesaje de las almas por un joven alado en el centro, parecía una obra gemela del trono Ludovisi. Las dos obras juntas parecían cubrir los ámbitos de la vida y la muerte, lo masculino y lo femenino. Sin embargo, la talla y la iconografía del trono de Boston son más que dudosas: ¿Se trata de una falsificación moderna? ¿De un obra del siglo V a. C. de la misma procedencia que el trono Ludovisi? ¿Es una copia romana de un original del siglo V a. C.? La fiabilidad de las complejas interpretaciones teológicas de esta obra depende de estas preguntas, hoy por hoy sin respuesta. No así su enigmática belleza.

El trono de Boston en una foto que reconstruye sus tres caras a la vez.


Para terminar no me resisto a poner otra belleza que inspiró nuestro Trono Ludovisi.

Joaquín Sorolla. Saliendo del baño,1908. Óleo sobre lienzo, 176 x 111,5 cm. Nueva York, The Hispanic Society of América.

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