Pero cuando se nombra a estos dos grandes de la arqueología se suele olvidar a otros más pequeños, como Wilhelm Dörpfeld, que fueron tal vez menos mediáticos pero fundamentales para el desarrollo de esta disciplina.
Heinrich Schliemann (1822-1890)
Heinrich Schliemann no tenía una formación científica. Hasta los cuarenta y cuatro años hizo fortuna como comerciante y a partir de ese momento se dedicó a su pasión: demostrar que el relato homérico era cierto.
Reconstrucción de la acrópolis de la Troya homérica
Su primer objetivo fue encontrar la ciudad de Troya que cantaba la Iliada. Hasta octubre de 1871 no empezaron las primeras excavaciones en el monte Hissalik (Turquía), cerca de la costa. En los años siguientes descubrió lo que parecían tres ciudades superpuestas de cronología romana y helenística. En su afán por ir más rápido y obtener vestigios de época homérica provocó varios destrozos con sus trabajos ahondando hasta niveles de la Edad del Bronce. En esta búsqueda alcanzó en 1873 un gran hallazgo: una vasija de cobre que contenía una colección de joyas sin par, que inmediatamente la bautizó como "el Tesoro de Príamo". Su mujer, la joven griega Sophia, que participaba con él en la excavación se fotografíó con los adornos de oro y plata en una célebre imagen, que ponemos a continuación. Desgraciadamente las joyas se perdieron después de la Segunda Guerra Mundial.
Este descubrimiento como reconocería décadas después no correspondía a los habitantes de la narración épica sino a los habitantes de esa misma ciudad pero de casi mil años antes (2.200 a. C.). El traslado de las joyas a Grecia sin permiso del Imperio turco le creó un grave conflicto con el país, lo que le imposibilitó seguir excavando en la zona durante algunos años.
Al dar por descubierta Troya y no poder volver por Turquía, comenzó un nuevo proyecto descubrir la ciudad de Micenas. La verdad es que Micenas estaba localizada desde la Antigüedad. Pausanias en su libro de viajes sobre Grecia (entre el 155-75 d. C.) ya la mencionaba como ruinas monumentales y animaba a los viajeros de entonces a visitarla. Así pues, Micenas nunca estuvo del todo sepultada como ocurrió con Troya. Como podemos ver en los cuadros románticos sobresalía su muralla ciclópea e incluso el relieve de la famosa puerta de los Leones. También estaba a la vista, el conocido Tesoro de Atreo.
En 1876 empezó las excavaciones con el libro de Pausanias en la mano. Según el escritor griego las tumbas de de Agamenón y de sus fieles se encontraban dentro de la murallas y las de los traidores Clitemnestra y Egisto fuera. Así que con esas pocas indicaciones empezó a excavar en el interior del recinto fortificado junto a la puerta monumental e inmediatamente encontró lápidas esculpidas (estelas). En breve tiempo desenterró un espacio circular rodeado por una doble hilera de losas verticales donde encontró una serie de tumbas, el Circulo A. Los esqueletos encontrados yacían con sus ajuares: máscaras de oro tapaban los rostros de los hombres y diademas del mismo metal se ceñían a las sienes de las mujeres. Schliemann en compañía de su esposa registraron cuidadosamente miles de objetos contenidos en esas tumbas que la arqueología posterior probó pertenecían al siglo XVI a. C., cuatrocientos años antes del relato de Agamenón.
Objetos encontrados en las tumbas del Círculo A.
Con anterioridad a la excavación del círculo de tumbas, Schliemann y su mujer habían llevado a cabo algunas investigaciones en torno a ciertas construcciones subterráneas en forma de tholos que se hallaban ladera abajo de la ciudad y que según una tradición muy extendida habían servido para que los soberanos guardaran en ellas sus tesoros. Una de tales construcciones, la conocida como de Clitemnestra (la legendaria esposa de Agamenón), había sido saqueada en los primeros años del siglo XIX por el gobernador turco, quien para introducirse en ella, había derrumbado zafiamente la falsa cúpula. Los trabajos fueron dirigidos personalmente por la mujer de Schliemann para acceder a su fachada.
Tumba de Clitemnestra. En primer plano la señora Schliemann.
Schliemann volvió a Troya, visitando de camino Ítaca, donde esperaba encontrar un palacio de Ulises. Entre 1878-79 la segunda ciudad de Troya fue expuesta, junto con el "palacio de Príamo", una serie de grandes pasillos interconectados. Esto fue seguido de excavaciones en la Grecia central que dejaron al descubierto otra tumba en Orcomenes, Beocia.
En 1882 convenció a Dörpfeld para que se uniera a su aventura, consiguiendo con ello que sus trabajos no fueran los del buscador de tesoros sino los de un verdadero arqueólogo. Éste le ayudó a reinterpretar la estratigrafía de Troya (ahora es cuando se conoce que las ciudades eran siete y no cuatro), continuar las excavaciones de Micenas y Orcomenos y a excavar la ciudadela de Tirinto, no muy lejos de Micenas.
Schliemann murio en 1890. Wilhelm Dörpfeld continuó su trabajo.
Wilhelm Dörpfeld (1853-1940)
Wilhelm Dörpfeld trabajaba desde finales de los 70 en localizaciones arqueológicas de Grecia como Olimpia y la acrópolis de Atenas. Este joven arqueólogo es el que enseñó a Schiliemann a datar la cronología de un edificio mediante el examen de detalles arquitectónicos tales como: el perfil de una columna; el tamaño de sus piezas; o el tipo de grapa de plomo utilizada para unir los sillares. También desarrollo la técnica estratigráfica. Fue el científico que a la sombra del gran hombre participó sacando a la luz vestigios perfectamente documentados.
W. Dörpfeld y los Schliemann ante la Puerta de los Leones, 1885.
Las excavaciones de Micenas continuarían. No fueron descubrimientos espectaculares como los anteriores pero sirvieron para terminar de conocer la civilización micénica. Entre los arqueólogos debemos destacar a Alan J.B. Wace que se aplicó a la reconstrucción del fastuoso portal del Tesoro de Atreo y de los megarones . Y, por supuesto, de los arqueólogos griegos como Stamakatis, Cristos Tsountas, D. Evangelides,y A. Keramopoulos, Mylonas, Papadimitriou...
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