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lunes, 3 de noviembre de 2014

LOS LIBROS MINIADOS MOZÁRABES. El Codex Conciliorum Albeldensis seu Vigilanus.

Los códices o libros miniados.

Los códices miniados eran libros manuscritos e ilustrados que se elaboraban en los "Scriptorium" o talleres especializados de los monasterios por monjes de gran cualificación artística y doctrinal para los propios monasterios, las iglesias y los reyes. Se puede considerar que eran objetos religiosos, pero a su vez de lujo. Hechos de hojas de pergamino, eran de gran tamaño, pesados y de difícil manejo. En ellos participaban al menos dos personas, los copistas, encargados del texto (monjes) y los ilustradores, menos numerosos, itinerantes y también, posiblemente, clérigos, que además firmaban sus obras.

El código Albeldiense.

Los principales códices miniados fueron las Biblias, las crónicas de los reinados y recopilación de leyes, además de diversos libros litúrgicos (salterios, evangelarios, menologios o santorales), entre los que destacaban sobre todos los "Comentarios al Apocalipsis de San Juan" que realizó el monje Beato de Liébana, conocidos comúnmente como Beatos. Éste fue un monje mozárabe que vivió en el monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria). Escribió su obra entre el 776 y el 786. Las copias (fragmentos) más antiguas que poseemos del texto son de finales del siglo IX, siendo los mejores ejemplos de los siglos X y XI y todos en la órbita peninsular.

Independientemente del valor cultural o religioso de estos textos escritos en latín, lo más interesante de estos libros son los dibujos o ilustraciones de fuerte colorido que se incluyen. Se les denominan miniados, no por ser miniaturas, sino por el uso de minio como pigmento para confeccionar los dibujos y las letras capitales.

Vigila, el ilustrador del Códice albeldiense, en su scriptorium (detalle), folio XXII v.

Los códices mozárabes. Influencias.

Los manuscritos llamados mozárabes son los que se realizan en España desde las últimas décadas del siglo IX hasta finales del siglo XI, e incluso comienzos del XII, hasta que son reemplazados por la nueva corriente románica europea. Están escritos con letra visigótica. El texto se distribuye en dos columnas, a veces tres, ocupando toda la anchura de la página. Los datos de los escribas, iluminadores, lugar y fecha se escriben al final en el "colofón".

Comienzo del índice de los Concilios (detalle), folio 70v.

La denominación de estos dibujos como mozárabes  es porque antiguamente se consideraban hechos por monjes que o bien provenían de Al Andalus o bien se habían educado en monasterios de los reinos del norte de la península bajo esa tradición religiosa y cultural. Sin embargo, hoy en día, se considera que las influencias decorativas e iconográficas de estos manuscritos son mucho más variadas. Además de las referencias al mundo califal de Córdoba (arcos de herradura y arquitecturas de aspecto musulmán), podemos encontrar motivos de origen paleocristiano y bizantino orientalizante (grecas laberínticas y crismones de tradición teodosiana del s. IV); elementos locales de ascendencia  visigoda o asturiana (cruces patadas de Oviedo, con sus colgantes en forma de Alfa y de Omega, y repertorios decorativos geométricos); e imitación de la miniatura carolingia, ricas en corrientes clásicas italianas, influencias merovingias e influjos irlandeses y del resto de los germanos y celtas del norte (entrelazados laberínticos terminados, a veces, en seres zoomórficos). Este eclecticismo, sólo posible en el Occidente hispánico del siglo X, nutrió el estilo personal de cada artista, afirmando sus propios rasgos dentro de un estilo marcadamente sintético.

Cruz patada, folio 18 v.


Los códices mozárabes. Características artísticas.

La unidad estilística  que se aprecia en estos códices se debe a la utilización de los mismos procedimientos técnicos antinaturalistas. Siendo un arte esencialmente figurativo y con afán narrativo, sorprende que la representación de los personajes esté esquematizada y que se huya en ellos de los detalles o de los rasgos personales.

Noé y sus hijos, folio 17v (detalle).

Otras características que les une son:
  • Linealidad y ausencia de volumen. Las figuras se perfilan con un contorno redondeado. Su interior se rellena de colores planos, que no hacen ninguna concesión a las luces o las sombras. No hay volumen, y, por tanto, no hay sensación de corporeidad física. Si acaso se introduce una línea blanca en algunos pliegues de la ropa como recuerdo de la teoría del claroscuro.
  • Espacio intelectual, no ilusionista. Los elementos dispuestos en las escenas están concebidos para ser percibidos desde una óptica más conceptual que visual. Por eso se disponen dispersos y escalonados, guardando una jerarquía entre ellos. Pueden aparecer en la misma página los mismos motivos vistos desde distintos punto o aparecer simultáneamente  una vista de un lugar tanto del interior como del exterior, permitiendo de ese modo ver el continente y el contenido.
  • Vuelven la ley de la frontalidad, la desproporción y la rigidez. No hay ni escorzos ni intentos de crear profundidad. Es común representar a dos o más personajes alineados de frente para indicar que están relacionados entre sí. Sus rostros muestran unas partes de frente (óvalo facial, ojos y boca) y otras de perfil (nariz). Los ojos están sobredimensionados en la cara, mientras que las manos, gigantescas, se desarticulan en ademanes anatómica imposibles. Los pies se separan y parecen flotar al representarse sin apoyar directamente en el suelo. El movimiento se congela.
  • Los seres humanos son estereotipados. Es decir, los cuerpos repiten modelos fijos y los rostros reflejan los mismos rasgos asexuados e imberbes. Lo único que puede cambiar es el ropaje y el peinado.
Ordo de celebrando concilio de Toledo, folio 344.

  • Los colores son muy expresivos: puros, intensos y casi agresivos. Se yuxtaponen y contrastan. Los fondos de las páginas se pueden dividir en bandas de colores estridentes, que se escalonan unos encima de otros.
  • La existencia de un marco rígido y de un color de fondo da autonomía a la imagen con relación al texto circundante y la prepara para adquirir su espacio pictórico propio. Los pintores mozárabes atribuían una importancia grandísima a este marco, torpe o cuidadosamente adornado. Existen incluso marcos a página entera, totalmente preparados, que no se rellenaron nunca o lo hicieron mucho más tarde. Es aquí donde aparece el detallismo que no existe en la figuras con multitud de entrelazados geométricos.
  • A veces, la composición de una escena se organiza circularmente. Es el esquema que se utiliza para la presentación de visiones atemporales y trascendentes, mientras que para los relatos incluidos en la temporalidad se emplea el esquema cuadrangular.
Estrella de los vientos, folio 14v.


El Codex Conciliorun Albeldensis.

Una de las joyas más preciadas de los miniados mozárabes es el llamado Codex Conciliorum Albeldensis seu Vigilanus que se conserva en la biblioteca de El Escorial y del que estoy mostrando algunas imágenes. Es un códice de verdadero lujo para los parámetros de la época. Fue terminado de escribir e iluminar en el año 976 en el Monasterio de San Martín de Albelda (La Rioja) por el copista Vigila (de ahí lo de "Albendensis seu Vigilanus"), auxiliado por sus colaboradores Sarracino, a quien Vigila llama compañero (socius), y a García, discípulo (discipulus), según consta en su colofón (folio 428) y en una de sus mejores miniaturas, en la que aparecen dibujados, entre otros personajes, los tres escribas iluminadores.

También consta en su colofón que la obra se terminó bajo el reinado del rey Sancho II de Navarra. En la página en la que aparecen los autores se pueden ver tres reyes visigodos -Chindasvinto, Recesvinto y Egica- y tres de sus sucesores en Navarra y León -Urraca, Sancho y Ramiro-, más los tres copistas e lustradores.


El códice se compone de 429 folios de gran tamaño (455 x 325 mm.). Es una recopilación de textos de derecho canónico y civil, manuscrito en letra visigótica a dos columnas. El documento contiene textos muy diversos, por lo que le podemos decir que es una compilación de textos religiosos y profanos. Posee una colección completa de los cánones de todos los concilios generales y de los concilios visigodos de Toledo y las decretales de los pontífices hasta San Gregorio Magno, contemporáneo de San Isidoro. Contiene también el Fuero Juzgo o Liber Iudiciorum, es decir el código civil usado en España desde tiempo de los godos hasta el siglo XIII. La obra fue enriquecida por la adición de otros textos, como la Vida de Mahoma, la crónica del reinado de Alfonso III o el Calendario mozárabe, en el que por primera vez en Europa aparecen mencionados y dibujados los números árabes del 1 al 9, sin el 0. Los últimos acontecimientos que se narran nos permiten datar el texto original hacia finales del siglo IX.

Primeros números arábigos.

Predominan las miniaturas que representan personajes, bien aislados o en grupos, formando escenas, estos últimos generalmente dentro de encuadramientos. Todos están concebidos según un estereotipo humano, de ahí que cuando interesa identificar el personaje se recurre a una inscripción, al lado que le identifica. En ocasiones esta inscripción es genérica lector, episcopus, pero con más frecuencia designa el nombre propio del retratado: Constantino, Emperador; o Hormisdas, Papa.  Muy característico de este maestro son los gestos de las manos desproporcionadamente grandes pero muy expresivas y gesticulantes, de modo que atenúan la rigidez hierática un tanto bizantina de la impresión general sugiriendo agilidad y sensación de movimiento.

El vocabulario decorativo formado por motivos de entrelazo aparece abundantemente en las iniciales o adornando elementos arquitectónicos como los fustes de las columnas y las arquivoltas de las arquerías. Éste es un rasgo que se encuentra en la iluminación carolingia. Lo mismo cabe afirmar cuando estos entrelazos y cintas se fusionan con cabezas muy estilizadas de animales que les sirven de remate.

La figuración presagia en algunos aspectos los futuros tiempos románicos.

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