Entre la caída del Imperio Romano de Occidente, en el siglo V, y la eclosión del estilo románico a comienzos del XI, transcurre un largo periodo de muy diversa significación artística y por ello difícil de categorizar con un adjetivo. Se utiliza el término impreciso de "prerrománico", porque durante este periodo y en este mismo lugar donde se dará el románico confluyen corrientes muy diferentes. Otros historiadores del arte prefieren utilizar otros términos para llamar a este periodo como "arte del periodo de las invasiones" o "arte germánico", pero resultan igual de inconcretos.
Europa a comienzos del siglo VIII.
La realidad es que Europa occidental es invadida por pueblos bárbaros y donde había una unidad estilística se fracciona en regiones y reinos más o menos estables, que generarán estilos artísticos y realidades heterogéneas. Sobre el territorio en que aún alienta débilmente la cultura clásica antigua, entran en contacto las corrientes bizantinas y las de los pueblos conquistadores recién salidos de la prehistoria.
- En Italia hallamos las artes ostrogodas (s. VI) y lombardas, si bien la presencia bizantina es constante en parte del territorio hasta el siglo VIII;
- En la Galia, las de los francos merovingios (s. VII y VIII) y carolingios;
- En las Islas Británicas florece el arte irlandés y el anglosajón;
- Germania posee su periodo otónico;
- Hispania aporta sus estilos: visigodo (hasta el año 711); asturiano y mozárabe (siglos IX y X).
Aunque todos estos estilos son diferentes entre sí, en realidad poseen ciertos caracteres comunes. Todos se desarrollan en unos tiempos azotados por invasiones, guerras, inestabilidad política y calamidades de toda especie que favorecieron muy poco la actividad cultural.
Trono de Carlomagno en la Capilla Palatina de Aquisgrán.
En arquitectura la decadencia se manifiesta en el uso de materiales pobres y en edificios con deficiencias constructivas que han impedido que su inmensa mayoría lleguen en pie hasta nuestros días. En los primeros siglos es común que los materiales de los antiguos edificios romanos (capiteles, fustes de columnas, sillares y relieves) fueran reutilizados. A partir del siglo VIII -y coincidiendo con reinos más estables y ricos- se vive de los recuerdos de una Roma que parecía ya muy distante. Lo más cercano a esa utopía es Bizancio, de ahí que todo lo que provenga de esta civilización sea motivo de inspiración y de copia, desde la planta de una iglesia al uso de arcos peraltados o de sistemas constructivos más complejos. Esta es la razón por la que algunos autores consideran, con cierta exageración, que durante el reinado de Carlomagno (768-814) asistimos a un "Renacimiento". En este periodo, además de asistir a una restauración sui generis del Imperio, se construye el monumento más notable de estos siglos, la Capilla Palatina de Aquisgrán, a imitación de la iglesia bizantina de San Vital de Rávena.
Otro fenómeno común a estos siglos de la Alta Edad Media es la casi desaparición de la escultura. Prácticamente queda reducida a relieves ornamentales, limitados a simples dibujos trabajados a bisel. Las escasas representaciones humanas son de un primitivismo ejemplar, sin la más remota idea de proporciones, anatomía o naturalidad.
Escasa en número y en calidad también es la pintura mural. Más importantes son el miniado sobre pergaminos, que se realiza en los monasterios, y los trabajos de orfebrería.
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