El Museo Thyssen‐Bornemisza presenta, a partir del 26 de febrero y hasta el 2 de Junio de 2013, la quinta entrega de la serie <miradas cruzadas>, dedicada en esta ocasión a la representación del intimismo en la pintura. Esta es una magnífica ocasión para mirar de otra manera los cuadros de las colecciones permanentes. En Juego de interiores. La mujer y lo cotidiano se reúne una selección de diez obras que comparten el gusto artístico por retratar asuntos de la vida cotidiana, familiar o íntima. Esta pequeña muestra estará, como es habitual, en el balcón mirador de la primera planta a donde se puede acceder de forma directa y gratuita desde el hall central, por lo que no hay excusa para dedicar unos minutos a su disfrute. El que no pueda acudir puede descargarse el folleto de la muestra y leer el siguiente resumen de los cuadros expuestos.
La instalación presenta un diálogo entre diversas parejas de obras relacionadas temática o formalmente, pero de épocas y procedencias diversas: desde la Holanda del siglo XVII, cuando la pintura de interiores alcanzó su independencia como género pictórico, pasando por la pintura francesa del XVIII, donde se popularizaron los retratos de figuras femeninas en el marco de sus estancias privadas, a la pintura de escenas domésticas del siglo XIX y principios del XX. Este cruce de miradas permite mostrar cómo ha evolucionado la representación de interiores en la historia de la pintura y los evidentes elementos en común que presentan este tipo de obras a lo largo del tiempo:
- el uso de una luz envolvente que aísla el espacio interior del supuesto bullicio exterior,
- la vinculación en su mayoría con el universo femenino,
- la actitud introspectiva de los personajes y la sensación de quietud, como si la escena se hubiera congelado en el tiempo,…
- pero sobre todo el interés por representar tanto un espacio físico concreto, normalmente el interior de una habitación descrita con más o menos detalle, como el estado anímico de los personajes. Se produce así una cierta exaltación del universo individual y del espacio privado frente al mundo exterior, marcado por los vaivenes políticos o sociales.
Nicolaes Maes. El tamborilero desobediente, c. 1655. Óleo sobre lienzo, 62 x 66,4 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.
El tamborilero desobediente (c.1655) de Nicolaes de Maes (1634-1693), discípulo de Rembrandt y uno de los máximos representantes junto a Vermeer de la pintura de interiores, se relaciona con Mujer con frutero (c. 1900‐1910), del danés Carl Vilhelm Holsoe (1863-1935), reconocido pintor también de interiores cuya técnica ha sido comparada con la de los maestros holandeses del siglo XVII y, sobre todo, con el otro danés del que ya hemos hablado en este blog y que tiene nombre parecido, Vilhelm Hamershoi. Ambas escenas representan actividades cotidianas protagonizadas por mujeres en las que los objetos están descritos con detalle, mostrando una profunda observación del espacio y de la atmósfera interior frente al exterior que se adivina a través de las ventanas y que ilumina la escena.
Carl Vilhelm Holsoe. Mujer con frutero, c. 1900-1910. Óleo sobre lienzo, 48 x 51 cm. Colección CarmenThyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza.
Nicolas Maes, en su obra El tamborilero desobediente, retrata a una mujer que regaña a un niño por perturbar con el tambor el apacible sueño del bebé, aspecto anecdótico de la escena que se ha interpretado con una lectura moralizante sobre el papel de la mujer en la educación de los niños. El carácter narrativo de esta escena contrasta con el ensimismamiento de la mujer en Holsoe, donde el tiempo parece detenido.
Antonio Amorosi. Muchacha cosiendo, c. 1720. Óleo sobre lienzo, 41 x 32,5 cm. Colección Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC).
La Colección cuenta con otros dos significativos ejemplos de escenas domésticas protagonizadas por mujeres. Muchacha cosiendo (c. 1720), del pintor italiano Antonio Amorosi (1660-1738),se ha emparejado con Muchacha cosiendo a máquina (c. 1921) de Edward Hopper (1882-1967). En ambas, el espacio que habitan está apenas descrito para concentrar toda la atención y con mucho intimismo en resaltar la vida interior de las retratadas. En el caso de Hopper el sentimiento de soledad ‐uno de sus temas preferidos‐ se hace más dramático, con el rostro de la modelo oculto por el pelo y el traje apenas esbozado frente al detallismo con el queAmorosi describe el rostro, el vestido y los objetos de costura de la otra joven, envuelta en una atmósfera de contenida introspección.
Edward Hopper. Muchacha cosiendo a máquina, c. 1921. Óleo sobre lienzo, 48,3 x 46 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.
Aparte de las escenas domésticas, la pintura de interiores ha retratado otros aspectos más íntimos de la mujer. En la Francia del siglo XVIII se popularizaron los retratos de figuras femeninas en el marco de sus estancias privadas, dedicadas a la lectura de libros o cartas, al descanso o a escenas de toilette. La obra de François Boucher (1703-1770) es un excelente ejemplo de este tipo de representaciones y el cuadro que forma parte de la colección permanente del Museo, La Toilette (1742), nos muestra este estilo en todo su esplendor. Una mujer se coloca una liga mientras observa a su dama que le muestra un tocado. El interior está ricamente decorado, con mobiliario y objetos decorativos ‐biombo, porcelanas, etc.‐ que muestran el influjo del diseño de origen chino, chinoiserie, que contagió las artes decorativas europeas durante el siglo XVIII y que fue principalmente asimilado por el Rococó.
François Boucher. La toilette, 1742. Óleo sobre lienzo, 52,5 x 66,5 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.
Orientalismo de influencia china frente al gusto por el diseño japonés, el "japonesismo", que imperó en el arte europeo y americano en la segunda mitad del siglo XIX, como vemos en El quimono (c. 1895), del norteamericano William Merritt Chase (1849-1916). De nuevo, una mujer en la intimidad, sentada también con un biombo de fondo, en esta ocasión de estilo japonés, al igual que su vestido, la silla de bambú o las láminas con dibujos que reposan sobre el suelo. En ambos casos, la quietud invade el interior que sólo parece abrirse al mundo mediante un vano o una puerta entreabierta.
William Merritt Chase. El quimono, c. 1895. Óleo sobre lienzo, 89,5 x 115 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.
Asomarse al exterior desde el interior se convierte en un tema interesante para los estudios de luz y perspectiva. Las ventanas y puertas permiten al artista este juego ambiguo donde los personajes están retratados en el marco de las mismas desde el espacio íntimo o desde fuera. Gerrit Dou (1613-1675), artista formado en el taller de Rembrandt que popularizó un tipo de composición conocido como “ventana nicho”, se especializó en escenas de género de pequeño formato con gran atención al detalle y a los efectos de la luz, lo que favorecía un cierto carácter ilusionista o de trampantojo.
Gerrit Dou Joven a la ventana con una vela, c. 1658-1665. Óleo sobre tabla, 26,7 x 19,5 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.
En Joven a la ventana con una vela (c. 1658‐1665), la figura esta modelada por la luz que le ilumina desde abajo; lo mismo que en La cantante (1891‐1892), de Édouard Vuillard (1868-1940), pintor francés integrante del grupo Nabi, conocido por sus escenas domésticas y su apasionante relación con el mundo del teatro. En ambas pinturas las retratadas dirigen su mirada hacia alguien que las observa desde abajo, pero mientras que en la pintura de Vuillard la pose corresponde a la habitual de una cantante sobre un escenario, en la obra de Dou este gesto junto al detalle de la vela encendida se ha interpretado en ocasiones como una escena con cierta carga erótica.
Édouard Vuillard. La cantante, 1891-1892. Pastel sobre papel, 27,7 x 20 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.
Una vertiente diferente de este tipo de obras intimistas se encuentra en las escenas de mercado, muy frecuentes en la pintura flamenca del XVII y que volverían a popularizarse en los siglos XIX y XX. Se trata de un espacio público pero que es continuación de las labores domésticas que se llevan a cabo en el interior de las casas.
Raoul Dufy. El mercado de pescado, Marsella, c. 1904-1905. Óleo sobre lienzo, 54 x 65 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza.
El interés por el tema es paralelo al desarrollo de la pintura urbana que empieza a generalizarse durante el siglo XVII y que tan bien retratará más tarde la pintura francesa de principios del siglo XX. El mercado de pescado, Marsella (1904‐1905), de Raoul Dufy, y El antiguo mercado del pescado en el Dam, Amsterdam (c.1650), de Emanuel de Witte, son dos magníficos ejemplos de ello. Aunque ambas escenas están pobladas de personajes, comparten el carácter intimista propio de un espacio cerrado gracias, principalmente, al tratamiento de la luz y a la descripción de los objetos y figuras.
Emanuel de Witte. El antiguo mercado del pescado en el Dam, Ámsterdam, c. 1650. Óleo sobre tabla, 55 x 44,8 cm. Museo Thyssen-Bornemisza.
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FICHA DE LA EXPOSICIÓN E INFORMACIÓN PRÁCTICA
Título: <miradas cruzadas>5: Juego de interiores. La mujer y lo cotidiano
Fechas: Del 26 de febrero al 2 de junio de 2013
Organizada: Museo Thyssen‐Bornemisza
Comisaria: Mª Eugenia Alonso, Área de Pintura Antigua del Museo Thyssen‐Bornemisza
Horario: de martes a domingo de 10.00 a 19.00 h. Lunes de 12.00 a 16.00 horas. Sábados de 10.00 a 21.00 horas.
Lugar: Museo Thyssen‐Bornemisza, Paseo del Prado, 8. Madrid. Balcón‐mirador de la primera planta, acceso directo desde el hall.
Acceso gratuito
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