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lunes, 30 de abril de 2018

VINCENT VAN GOCH Y EL JAPONISMO

La historia del arte se volvió un movimiento global a partir del siglo XIX, el siglo en el que Europa se abrió al mundo. La relación artística entre la vanguardia europea y Japón en el siglo XIX es uno de esos flujos interculturales. Vincent van Gogh (1853-1890) estuvo profundamente interesado por Japón. El Museo Van Gogh en Ámsterdam, en colaboración con tres museos japoneses, ha montado la exposición más completa hasta la fecha para explorar esa inspiración, "Van Gogh & Japan", que estará abierta hasta el 24 de junio de 2018.


La exposición de Ámsterdam es más grande que una versión anterior que recorrió Tokio, Sapporo y Kyoto. Aquí se incluyen 60 obras, casi todas las pinturas más importantes de Van Gogh, que hacen referencia directa o indirecta al arte japonés. Además se exponen cerca de unos 50 grabados japoneses que desempeñaron un papel en el desarrollo del estilo distintivo de Van Gogh, así como laca japonesa y pergaminos pintados.

En la misma se nos muestra, al principio, el inicio de Van Gogh como coleccionista de la moda japonesa, como mucho de sus contemporáneos. De ahí al Van Gogh copista que se interesa por descubrir y aprehender la esencia de los grabados ukiyo-e y escritos japoneses. Y luego, al Van Gogh que intenta asimilar la ética o forma de vida del artista japonés para intentar fundar una comunidad de artistas franceses de ideas afines. Y, por último, al Van Gogh que asimila los rasgos artísticos de la pintura japonesa para hacerlos suyos.


Van Gogh, descubriendo el arte oriental

Durante la segunda mitad del siglo XIX hubo en Europa una gran admiración por todo lo japonés. Inicialmente, a Vincent no le llamó la atención esta moda, ya que en los Países Bajos pocos artistas conocían nada del arte japonés. El gusto por el japonesismo sí que era una tendencia desde mediados de la década de los 60 en París. Maestros del grabado japonés del final del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX como HokusaiHiroshige y Utagawa Kuniyoshi eran admirados y coleccionados por todos los que estaban a la última en Europa.

Utagawa Kunisada, El Cuarto Mes de la serie de trípticos 'Los Doce Meses', 1884.


En el retrato de Édouard Manet de 1868 del novelista Émile Zola, una imagen de un luchador de Utagawa Kuniaki II colgaba en su estudio, mientras que un biombo asomaba parcialmente a su espalda. También Gran Bretaña se rindió al culto de este estilo cuando Whistler expuso pinturas como Nocturne: Blue y Gold - Old Battersea Bridge que estaban manifiestamente inspiradas en grabados japoneses.


En 1874, el mismo año en que surgió oficialmente el Impresionismo con la pintura de Claude Monet, Impresión, Sol Naciente, el coleccionista y crítico francés Philippe Burty acuñó el término Japonisme, que se traduce como japonismo. Claude Monet, por ejemplo, había amasado una impresionante colección de grabados en madera, la mayoría de los cuales aún cuelga en su casa de Giverny hoy. En su locura por lo japonés llegó a pintar a su mujer con quimono y rodeada de abanicos como una geisha en 1876. Casi todos los impresionistas se sintieron muy influidos por esta moda.

Y es que el arte japonés había estado oculto a los occidentales durante muchos años por el cierre de fronteras decretado por sus dirigentes. Cuando Japón se abrió al mundo a partir de 1859, el arte
y los artículos para el hogar japoneses inundaron Europa. Fue, sobre todo, en la Feria Mundial de Londres en 1862 y París en 1867 cuando el arte y los artículos para el hogar japoneses como kimonos, abanicos, sombrillas, laca y pantallas se convirtieron en una locura entre el público europeo.

El stand japonés en la Feria Mundial de Londres, 1862.



Los grabados fueron un éxito instantáneo entre los artistas occidentales, ya que diferían significativamente de lo que era habitual en Occidente. Los hacían especialmente atractivos por sus colores brillantes y exóticos eran. También era de admiración la concepción japonesa del espacio que ofrecía nuevos puntos de vista para el trabajo de los artistas occidentales.

Portada de la revista Le Japon artistique Diciembre de 1889. Edición francesa. Las curiosidades orientales fueron vendidas por vendedores de arte como el legendario Siegfried Bing en París. Bing publicó una revista entre mayo de 1888 y abril de 1891 dedicada al arte oriental y otros productos: Le Japon artistique. Vincent fue uno de sus lectores.





Van Gogh se encontró por primera vez con estampas japonesas en 1885 mientras trabajaba en la ciudad porteña belga de Amberes, cuyos muelles, según dijo, rebosaban de mercancías japonesas: eran "fantásticos, singulares, extraños", escribió. Vincent compró su primera colección de xilografías japonesas y las fijó a la pared de su habitación. Así lo describió a su hermano Theo el 28 de noviembre de 1885: "Mi estudio es bastante tolerable, principalmente porque he fijado un conjunto de grabados japoneses en las paredes que encuentro muy divertidos. Ya sabes, esas pequeñas figuras femeninas en jardines o en la costa, jinetes, flores, ramas retorcidas y espinosas". Unos meses después, el pintor se mudó a la casa de su hermano en París y juntos crearon una importante colección de grabados japoneses comprándoselos al marchante de arte alemán Siegfried Bing, que vendía obras de arte japonesas y objetos decorativos. Éste tenía un ático lleno de grabados japoneses a precios muy razonables (sólo unos centavos la pieza) por lo que compró cerca de 660 con la intención inicial de revenderlos.

Vincent Van Gogh. Tres novelas anverso y reverso, enero-febrero de 1887. Óleo sobre madera, 31.1 cm x 48.5 cm. Museo Van Gogh, Ámsterdam (Fundación Vincent van Gogh). Vincent pintó Tres novelas en la parte posterior de la tapa de una caja de madera de la empresa comercial Kiryu Kosho Kaisha. La firma vendió obras de arte japonesas y otros productos en el mercado europeo. Sabemos con certeza que Vincent compró grabados al marchante de arte Bing, pero la tapa sugiere que también visitó a este proveedor.


Pronto comenzó a ver los grabados como algo más que una curiosidad agradable, los tuvo en cuenta como un ejemplo artístico y pensó que eran iguales a las grandes obras maestras de la historia del arte occidental. Este cambio de actitud podría haber sido impulsado por amigos artistas como el pintor francés Henri de Toulouse-Lautrec, que fue un ávido coleccionista de objetos japoneses.


En 1887, durante su segundo año en París, Vincent organizó una exposición de sus grabados japoneses en Le Tambourin. La dueña de este café-restaurante era su entonces amante, Agostina Segatori. Allí la pintó con sus propios grabados en el fondo. Vincent esperaba venderlos, pero hasta donde sabemos, no hubo compradores. No sabemos exactamente cuán grande era la colección de grabados de Vincent en ese momento, aunque él dice en sus cartas que eran cientos. Como no las vendió se aferró a ellas y decidió utilizarlos para decorar las paredes de su estudio y utilizarlos como inspiración. Cerca de 500 sobreviven, y ahora son parte de la colección permanente del Museo Van Gogh.

Vincent van Gogh. En el Café: Agostina Segatori en Le Tambourin, París, enero-marzo de 1887. Óleo sobre lienzo, 55.5 cm x 47 cm. Museo Van Gogh, Ámsterdam (Fundación Vincent van Gogh).


Vincent van Gogh, Retrato de Julien Tanguy, 1887. Óleo sobre lienzo, 75 cm × 92 cm. Museo Rodin, París. Vincent pintó este retrato del proveedor de pinturas y marchante de arte Père Tanguy sobre un fondo de grabados japoneses. Probablemente pertenecían a su propia colección y fue pintado en su propio estudio. La mayoría de los grabados de la pintura se pueden identificar fácilmente. En la parte superior del sombrero de Tanguy esta el Monte Fuji; Actores de Kabuki comparten la pared con los cerezos en flor. 



Los tres grabados reconocidos. De Utagawa Kunisada, Actor en el papel de la cortesana Takao de la Casa Miura, de una serie sin título de actores con un poema, 1861. De Utagawa Hiroshige, Ishiyakushi: El cerezo Yoshitsune cerca del Santuario Noriyori, no. 45 de la serie Colección de ilustraciones de lugares famosos cerca de las Cincuenta y tres estaciones [A lo largo del Tōkaidō], 1855. Y del mismo Utagawa Hiroshige, El río Sagami, de la serie Treinta y seis vistas del Monte Fuji, 1858.



Van Gogh, asimilando las características artísticas. El efecto espacial y el color.

Los artistas japoneses a menudo dejaban vacío el campo medio de sus composiciones, mientras que los objetos en primer plano a veces se ampliaban. También excluían regularmente el horizonte, o recortaban bruscamente los elementos de la imagen en el borde. Los artistas occidentales aprendieron de todo esto que no siempre tenían que componer sus obras de arte de una manera tradicional.

Van Gogh pintó varias copias de grabados japoneses para explorar el estilo y el uso del color de los grabadores japoneses.

Vincent van Gogh. Cortesana, París, octubre-noviembre de 1887. Óleo sobre lienzo, 100.7 cm x 60.7 cm. Museo Van Gogh, Amsterdam (Fundación Vincent van Gogh). Van Gogh basó esta pintura en un grabado en madera del artista japonés Kesai Eisen, famosos por sus retratos de mujeres. La impresión había sido reproducida en la portada de la revista Paris illustré en 1886 (pinchando sobre el enlace). Usó colores brillantes y contornos audaces, como si se tratara de un grabado en madera. Podemos decir que la mujer es una cortesana por su peinado y el cinturón (obi) que lleva, que está atado en la parte delantera de su kimono en lugar de en la parte posterior. Van Gogh la enmarcó con un estanque lleno de nenúfares, tallos de bambú, grullas y ranas. Esta escena tiene un significado oculto: grue (grúa) y grenouille (rana) fueron palabras en argot francés para 'prostituta'.



Vincent Van Gogh. Puente bajo la lluvia (después de Hiroshige), París, octubre-noviembre de 1887. Óleo sobre lienzo, 73,3 cm x 53,8 cm. Museo Van Gogh, Amsterdam (Fundación Vincent van Gogh). Basó esta pintura de un puente en la lluvia en una impresión del famoso artista Utagawa Hiroshige de 1857(se puede ver pinchando en el enlace). Sin embargo, Van Gogh hizo los colores más intensos que en el original. Pintó este trabajo en un lienzo de tamaño estándar. Quería mantener las proporciones de la impresión original y dejó un borde, que rellenó con caracteres japoneses copiados de otras impresiones. 




Incluso cuando está copiando servilmente el arte japonés, Van Gogh no se parece en nada a un artista japonés. Cada impulso del pincel del holandés agrega algo propio. Transforma el cielo liso y melancólico en un grupo nublado de pinceladas. Una mancha azul-agrisada del agua de Hiroshige se convierte, pintada por Van Gogh, en un mar de colores intensos y matices. Las líneas negras de lluvia que forman una fría cortina en la imagen de Hiroshige son, según la visión de Van Gogh, violentas cuchilladas azules sobre el puente amarillo.

Vincent van Gogh. Floración de ciruelo, París, octubre-noviembre de 1887. Óleo sobre lienzo, 55,6 cm x 46,8 cm. Museo Van Gogh, Amsterdam (Fundación Vincent van Gogh). Ésta copia se basa en el Ciruelo de Utagawa Hiroshige en Kameido(se puede ver pinchando en el enlace). Van Gogh reprodujo con precisión la composición pero hizo que los colores fueran mucho más intensos. Reemplazó el negro y el gris del tronco del árbol de Hiroshige con tonos rojos y azules. También agregó los dos bordes naranja con caracteres japoneses para un efecto decorativo y exótico.En este ejemplo, le dio a la imagen del huerto de ciruelos un marco naranja sobre el cual colocó caracteres japoneses. Los tomó prestados de otro grabado en madera para hacer su trabajo aún más exótico.




Vincent adoptó estos inventos visuales japoneses en su propio trabajo. Le gustaban los efectos espaciales inusuales, las extensiones de colores fuertes, los objetos cotidianos y la atención a los detalles de la naturaleza. Y, por supuesto, la atmósfera exótica y alegre.

Vincent van Gogh, Martín pescador por la orilla del mar, 1887 y Utagawa Hiroshige III, Jacinto de agua, andarríos y martín pescador, del álbum Nueva selección de pájaros y flores, 1871 - 1873. Vincent tomó la composición de esta pequeña pintura de una ilustración en un libro japonés de grabados. Se olvida del horizonte. 




En París, Van Gogh hizo algo más que simplemente copiar grabados japoneses. Fue influenciado en parte por su amigo artista Émile Bernard. Ese año 1887, este joven pintor, influido por los vitrales medievales y la estampa japonesa, estaba desarrollando una técnica que denominó Cloisonismo (“cloisonner”). Esta consiste en aplicar el color por zonas bien delimitadas por un trazo grueso generalmente negro. Esto deriva en figuras sencillas y planas en la que la perspectiva no importa. Los colores además debían ser decididamente opuestos, creando fuertes contrastes que hicieran vibrar la tela, volviéndola decididamente expresiva. Inspirado por Bernard, Van Gogh comenzó a suprimir la ilusión de profundidad a favor de una superficie plana, pero la combinó esta búsqueda con su característica pincelada de remolinos.

Vincent van Gogh. La Berceuse (Retrato de Madame Roulin), 1889. Óleo sobre lienzo, 92,7 x 73,7 cm. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York (Colección Walter H. y Leonore Annenberg). Este retrato se relaciona con los grabados japoneses de Toyohara Kunichika. Van Gogh se inspiró en las estampas japonesas que utilizaban flores como telón de fondo.




Van Gogh, intentando vivir según la ética y la mirada de Japón en el sur de Francia.

Después de dos años en París, Van Gogh dejó atrás el bullicio de París en febrero de 1888. Partió hacia Arles, en el sur de Francia donde esperaba encontrar la paz espiritual que necesitaba y "la claridad de la atmósfera y los efectos de color" de los grabados orientales. Le escribió a su amigo Gauguin, que también estaba fascinado con los ejemplos japoneses, que en su viaje miraba por la ventanilla del tren para ver si todo era como Japón.

Vincent Van Gogh. Campo con flores cerca de Arles (1888). Museo Van Gogh Amsterdam.


Los dos creían que los artistas deberían trasladarse a regiones más meridionales y primitivas, en busca de colores vibrantes. Durante al menos un año, van Gogh vivió en Provenza en una especie de sueño japonés. No fue una ilusión, sino más bien una proyección imaginativa de una visión idealizada de Japón en el paisaje francés.

Vincent Van Gogh. Almendros en flor, Saint-Rémy-de-Provence, febrero de 1890. Óleo sobre lienzo, 73,3 cm x 92,4 cm. Museo Van Gogh, Amsterdam. Vincent pintó estas flores de primavera para su sobrino recién nacido. Se inspiró en el tema del grabado japonés, como podemos observar en la posición de la rama grande en el medio del plano pictórico. Alzó la vista y acercó el zoom al mismo tiempo.



Vincent dejó su colección de grabados en París con su hermano Theo. Ya no la necesitaba. Y, poco a poco, comenzó a incorporar  en su estilo las lecciones de ukiyo-e, sus audaces contornos y campos de color, perspectivas truncadas y figuras sin sombras. Tres meses después de establecerse en Arles, le dijo a Theo que había comenzado a "ver con ojos japoneses". Sabía que, como en los grabados japoneses, había que representar composiciones con un horizonte bajo o sin referencia al mismo. Y, en cuanto a los temas que debía fijarse en la naturaleza y captar sus detalles aparentemente insignificantes como flores e insectos. Le decía a su hermano en la carta del 9 al 14 de septiembre de 1888: "Siempre me digo a mí mismo que aquí estoy en Japón. El resultado es que solo tengo que abrir los ojos y pintar justo lo que me impresiona que me encuentro en frente de mí".

Vincent van Gogh. Mariposas y amapolas, Saint-Rémy-de-Provence, mayo-junio de 1889. Óleo sobre lienzo, 35 cm x 25,5 cm. Museo Van Gogh, Amsterdam. Cuando Van Gogh hizo esta pintura, comenzó con las flores y las mariposas y luego llenó el fondo azul. Esto queda claro por el hecho de que los trazos anchos de pintura azul de vez en cuando cubren los tallos verdes de las flores. Van Gogh incluso dejó una parte del lienzo sin pintar, con la tela desnuda visible. Utilizando varios tonos de verde, le dio profundidad a la maraña de tallos, hojas y pétalos. Van Gogh capturó hábilmente el espíritu de las delicadas amapolas. Algunos de los brotes están a punto de reventar.




Vincent Van Gogh. La habitación, Arlés, octubre de 1888. Óleo sobre lienzo, 72.4 cm x 91.3 cm. Museo Van Gogh, Amsterdam. Van Gogh hizo esta pintura de su dormitorio en Arlés. Él mismo adecuó la habitación con muebles simples y la decoró con su propio trabajo colgado en la pared. Los colores brillantes estaban destinados a expresar absoluto 'reposo' o 'sueño'. Las reglas de la perspectiva parecen no haber sido aplicadas con precisión en toda la pintura, aunque el ángulo aparentemente extraño de la pared trasera no es un error de Van Gogh, sino que la esquina estaba realmente sesgada. También excluyó todas las sombras. Vincent le dijo a Theo en una carta que había "aplanado" deliberadamente el interior y había dejado fuera las sombras para que su imagen se pareciera a un grabado japonés. Van Gogh estaba muy contento con la pintura: "Cuando volví a ver mis lienzos después de mi enfermedad, lo que a mí me pareció mejor fue el dormitorio". 




También intentó trabajar de manera espontánea y hábil en sus propios dibujos. "Los japoneses dibujan rápidamente, muy rápido, como un relámpago, porque sus nervios son más finos, su sensación más simple", escribió Vincent a Theo. Sus dibujos son frescos y de estilo espectacular, con una amplia variedad de líneas onduladas, puntos y rayas.

Vincent van Gogh, granja en un Wheatfield. Arles, abril de 1888. Lápiz, bolígrafo y pluma de caña y tinta, sobre papel, 25.8 cm x 34.9 cm. Museo Van Gogh, Amsterdam.




Su interés en el arte japonés fue más allá de los problemas fríos de la estética y leía sobre la mística japonesa. De ahí le vino la idea de que los artistas japoneses intercambiaban trabajo entre ellos y, por ello, sugirió a Gauguin y a Bernard que hicieran lo mismo. En concreto, le escribió a Bernard: "Me conmovió el hecho de que los artistas japoneses a menudo hacían intercambios entre ellos. Claramente prueba de que se querían y que se mantenían unidos, y que había una cierta armonía entre ellos y que realmente vivían una especie de vida fraternal [...] Cuanto más nos parezcamos a ellos en ese sentido, mejor será para nosotros." Vincent les envió un autorretrato en el que se pintó a sí mismo como un monje japonés con ojos rasgados y cabello recortado. También les animaba a que se reunieran con él y formar una comunidad fraternal como los monjes budistas.

Vincent van Gogh, Self-Portrait, 1888, Harvard University Art Museums, Cambridge (MA), Fogg Art Museum. La identificación de Van Gogh con los artistas japoneses fue completamente sincera. Iba buscando un camino que no encontraba. Lo que se ve en este cuadro no es la calma espiritual que buscaba, sino sus penetrantes ojos que comunican la profundidad de su soledad, de su angustia, y el deseo de encontrar un lugar que valga la pena en el mundo.




Émile Bernard, autorretrato con retrato de Gauguin, 1888. Óleo sobre tela. 46 cm x 56 cm. Museo Van Gogh. Amsterdam, Holanda. Bernard pintó este autorretrato en el pueblo costero francés de Pont-Aven. Estaba trabajando allí con Paul Gauguin (que se muestra en el fondo de la imagen). En la parte inferior derecha, se puede ver un grabado japonés.



Paul Gauguin, Autorretrato con Retrato de Émile Bernard (Les misérables), 1888. Óleo sobre lienzo, 44.5 cm x 50.3 cm, Museo Van Gogh, Amsterdam. Gauguin se pintó bajo el disfraz de Jean Valjean, el personaje principal de la novela de Victor Hugo Les Misérables, equiparando al paria ficticio vibrante y amoroso con los artistas incomprendidos de su tiempo. Él escribió: "Al hacerlo con mis rasgos, tienes mi imagen individual, así como un retrato de todos nosotros, pobres víctimas de la sociedad, tomándonos nuestra venganza haciendo el bien". El alegre estampado floral de la pared era la forma en que Gauguin testificaba de "nuestra virginidad artística". Van Gogh quedó impresionado por el carácter melancólico del retrato. Describió las sombras en la cara de Gauguin como "lúgubres, teñidas de azul" y anotó que parecía enfermo y atormentado.



Al final, solo Gauguin vino. Pintó de la imaginación y animó a Van Gogh a trabajar de una manera más estilizada. Vincent le mostró a Gauguin lo que había aprendido de él y de las xilografías japonesas.

Vincent Van Gogh. Les Alyscamps, hojas cayendo. Noviembre de 1888, Arles. Óleo sobre lienzo, 73 x 92 cm1888, Museo Kröller-Müller, Otterlo. Pintó esta escena al aire libre una tarde de otoño y a vista de pájaro en una audaz composición, que excluye el horizonte y queriendo crear una fuerte diagonal. Los árboles dividen la pintura en zonas de color. La imagen tiene además otro significado simbólico, ya que este paseo es una avenida sobre la antigua necrópolis de Arlés, de ahí los sepulcros como bancos. 


Desgraciadamente, Van Gogh y Gaugin discutieron con demasiada frecuencia. En un altercado entre ellos se rebanó la oreja. Gauguin regresó a París. Vincent estaba empezando a mostrar los primeros signos de enfermedad mental. Fue ingresado en el hospital y luego en una clínica psicológica, y perdió la fe en su propia capacidad. Desarrollar el arte del futuro era un objetivo demasiado ambicioso y el pintor se refería cada vez menos frecuentemente en sus cartas al grabado japonés, aún así seguía presente en sus cuadros.

Su angustia se exhibe en una fila formidable de autorretratos que también incluye autorretrato con una oreja vendada, pintado en 1889 después de que se mutiló a sí mismo. Aquí el contraste entre los graciosos ideales que Van Gogh vio en el arte japonés y su propia realidad torturada es aún más doloroso. Las pinceladas verticales sorprendentemente gruesas están muy alejadas de la planitud de ukiyo-e. Y, sin embargo, en la pared detrás de él, Van Gogh ha pintado en gran detalle "Geishas sobre un paisaje", una impresión ukiyo-e producida por Sato Torakiyo en la década de 1870. Su presencia muestra cómo continuó preocupado con su fantasía de Japón, incluso cuando su salud estaba disminuyendo. El hombre que nos mira desde detrás de esos ojos azules está muy lejos de la calma que proyecta el paisaje. Es un personaje que lucha para mantenerse sano.

Vincent Van Gogh. Autorretrato con oreja vendada. Arles, enero de 1889. Óleo sobre lienzo, 60,5 × 50 cm. Courtauld Institute of Art, Londres. Este autorretrato fue pintado poco después de que Van Gogh regresara a casa del hospital habiéndose mutilado su propia oreja. Van Gogh se representa a sí mismo en su estudio, usando su abrigo y un sombrero. Para encajar su propia cara en la composición, Van Gogh ha cambiado las figuras y el Monte Fuji a la derecha del grabado.


En mayo de 1890, Van Gogh se mudó de Arles, en la soleada Provenza, al pueblo de Auvers-sur-Oise, al norte de París. Allí se hospedó en el Café Ravoux y recibió tratamiento del Dr. Paul-Ferdinand Gachet. Entre el 17 de junio y el 27 de julio, Van Gogh pintó trece lienzos de las plazas, loss jardines y campos de Auvers. Una de las últimas obras de Van Gogh, Lluvia sobre Auvers, pintada poco antes de su suicidio en 1890, es en realidad su última interpretación de la forma gráfica en que se muestra la lluvia en grabados como Hiroshige.  La última lluvia de Van Gogh no tiene nada en común con la de Hiroshige ni con la de nadie más. En su última carta, se expresó "completamente absorto en la inmensa llanura con campos de trigo contra las colinas, sin límites como un mar, amarillo delicado, delicado y suave color verde, la delicada violeta de un pedazo de tierra excavado y desherbado".  La atmósfera recuerda uno de los poemas favoritos de Van Gogh, The Rainy Day de Longfellow "Mi vida es fría, oscura y lúgubre; llueve y el viento nunca se cansa... En cada vida debe caer algo de lluvia, algunos días deben ser oscuros y lúgubres ".

Vincent Van Gogh. Lluvia en Auvers, Junio 1890. Óil sobre lienzo, 50,3 x 100,2 cms. Colección Davies Sisters, Gales.


Van Gogh se pegó un tiro y murió el 29 de julio de 1890, poco después de pintar este trabajo.

domingo, 26 de octubre de 2014

LA MUJER BURGUESA SEGÚN DEGAS. RETRATOS FAMILIARES Y DE AMIGAS.

A partir de mediados del siglo XIX, la burguesía se impone definitivamente en la sociedad europea y con ella un nuevo modelo de códigos en las relaciones sociales y familiares tanto en el ámbito público como en la vida privada. La burguesía quiere dejar a la posteridad la imagen de su éxito económico y social a través de la pintura y de la fotografía, pero también quiere plasmar gráfica o visualmente los comportamientos sociales. Es el momento en que se populariza la fotografía, aunque los retratos pictóricos todavía son muestra de buen gusto y estatus social. Ante el pintor o ante el fotógrafo, los sujetos retratados adoptan una serie de poses, vestimentas y adornos que son los signos de aquella imagen con la que como individuos quieren ser conocidos por el resto del mundo. Estas representaciones visuales pretenden además delimitar las funciones y áreas de ambos sexos en la sociedad burguesa: al hombre le corresponde la gestión de los negocios y la vida pública; a la mujer la administración del hogar y la esfera privada.

Edgar Degas. Retratos en la Bolsa, 1878-79. Óleo sobre lienzo, 100 x 82 cm. Musee d'Orsay (París). La Bolsa es uno de los ámbitos de la nueva sociedad capitalista burguesa. Aquí contemplamos su actividad, reservada sólo a los hombres.

La mayor parte de los pintores se muestran muy convencionales a la hora de representar a la mujer burguesa. Responden a un patrón propio de una cultura patriarcal en la que la mujer debía ser, de soltera, buena hija y novia bella e inaccesible y, de casada, buena madre y esposa. Salirse de estos estereotipos de representación y de lo que debe ser su papel en la sociedad es transgredir el sistema y entrar en el oscuro mundo de la mujer marginada, de la prostitución o de las clases bajas, que también atrae a los pintores.

Edgar Degas. Mujeres en la terraza de un café por la noche, 1877. Pastel sobre monotipo, 41 x 60 cm. Musée d'Orsay, París. Se trata de unas prostitutas que esperan a sus posibles clientes sentadas en un café. La composición se estructura a través de las columnas de la terraza que dividen la escena en varias franjas verticales y rompen el espacio para crear sensación de movimiento. De esta manera se muestra la influencia de los grabados japoneses, que solían disponerse similarmente. La perspectiva empleada es algo elevada, como si se tratara de una figura que avanza hacia el grupo - el camarero o un cliente - lo que crea un maravilloso efecto de inmediatez. Al ser un pastel sobre monotipo las masas de blancos y negros abundan en la escena, animada por las tonalidades malvas, rojas y grises. La luz artificial del local, de las farolas y de los escaparates es un gran logro del artista que refuerza así la comentada sensación de realismo.

Edgar Degás (1834-1917) es uno de los pintores más sensible por el mundo femenino. Conocido por especializarse temáticamente en la representación de bailarinas de ballet, sus pinceles también hacen protagonista a la mujer en muchos otros cuadros: a obreras trabajando (planchadoras); a mujeres anónimas y desnudas que realizan tareas íntimas en el cuarto de baño; a mujeres de la "noche" en cafés y locales de espectáculos; y, por supuesto, a mujeres concretas de su clase social a las que retrata.

Edgar Degas. Las planchadoras, entre 1884 y 1886. Óleo sobre lienzo, 76 x 81 cm. Musée d'Orsay, París. Es un cuadro en la estética realista de Courbet o Daumier. Nos presenta a las planchadoras en su duro trabajo, ajenas a los buenos modales o a la belleza refinada. Su trabajo es duro bajo temperaturas de más de 30º y teniendo que realizar mucha fuerza para que la ropa quede bien. Una de ella se duele del esfuerzo y se toma un reposo con una botella de vino. Resulta sorprendente la factura, casi de manchas, aunque existe una excelente base de dibujo como podemos apreciar en los brazos o en los rostros. El resultado consigue un efecto vaporoso motivado por el calor de las rudimentarias planchas.

A mi juicio, Degas es uno de los pocos pintores que en el género del retrato femenino burgués es capaz de captar con naturalidad a la mujer rompiendo convenciones y trasmitiendo sentimientos reales de las retratadas y del pintor a cerca de ellas. Esto es posible, tal vez, porque sus modelos son, con frecuencia, mujeres de su propia familia o amistades muy cercanas, lo que le libera en cierta medida del convencionalismo social. Esta actitud ante el retrato femenino es constante tanto en su etapa como pintor realista como cuando ya se decide por la ruptura vanguardista del impresionismo. A continuación hago un repaso de algunas de sus mejores obras en este tema.

Edgar Degas. La familia Bellelli. 1858. Óleo sobre lienzo, 200 x 250 cm. Musée d'Orsay (París).

En uno de sus primeros grandes retratos, el de la familia Bellelli, ya vemos cuán importante es para Degas dejar bien claro lo que siente ante las mujeres del cuadro. Es un cuadro de 1858, cuando el pintor completaba su formación como pintor en Italia. Los retratados son sus tíos, en concreto, su tía Laure, hermana de su padre, que había casado con el barón Gennaro Bellelli, junto a sus dos hijas, Guilia y Giovanna. La imagen nos muestra el salón de una familia burguesa no carente de cierto lujo en el mobiliario y en el alegre papel pintado azul celeste que domina la composición. Sin embargo, las figuras aparecen tristes y desconectadas de la realidad. Precisamente cuando Degas llegó a Florencia, donde vivían, Laure había tenido que marchar a Nápoles para cuidar de su padre, que fallecería poco tiempo después.

Domina el cuadro el grupo de la madre con sus hijas. Las mujeres aparecen vestidas de riguroso luto por la muerte del abuelo. En la pared se contempla un dibujo a tiza roja en la que se vislumbra el rostro del finado. Su tía. Laure, es todavía joven, pero tiene una mirada triste y su actitud es muy rígida. Su prima mayor, Giovanna, mira fijamente al espectador y mantiene la seriedad propia de la convención del momento y del mundo de los adultos.

La menor, Giulia, se distrae y rompe la pose tal vez atraída por un perro que se sale del cuadro por el margen inferior izquierdo. No puede estarse quieta y recoge una pierna para sentarse sobre ella. Un suave foco de luz ilumina estas figuras, mostrando la cercanía del artista hacia los miembros de su familia directa. No sólo la luz une a las mujeres sino que apreciamos un contacto físico entre ellas: la mano de la madre posándose en el hombro de Giovanna y la fusión entre las faldas de Laura y Giulia.

La frialdad que reina en esta familia no radica sólo en la muerte del abuelo. En el cuadro hay un drama escondido ante el que el pintor se pronuncia, dejando claro por quién toma partido y también su audacia como pintor que viene a romper con los convencionalismos de representación de una familia burguesa. Su tía Laure aparece de pie en la postura que debería corresponder al estereotipo masculino, su rostro es impresionantemente digno. Mientras que el barón Bellelli, el padre de la familia, aparece sentado, casi de espaldas y semioculto por la oscuridad. Su boda con Laure Degas es fruto de uno de los numerosos matrimonios de conveniencia que se daban en la época, existiendo una total falta de cariño entre los cónyuges. La figura de Gennaro ni siquiera  establece contacto visual con las mujeres, confirmando lo que piensa el pintor ante la indiferente de aquél por su familia.

Las imponentes dimensiones, los colores y los juegos estructurados de perspectivas abiertas (puertas y espejos) fortalecen el clima de opresión o de tensión que se vive entre el matrimonio.

Edgar Degas. Thérèse Degas, 1863. Óleo sobre lienzo 89 cm x 67 cm.  Musée d'Orsay, Paris.


En el retrato de Therese Degas, el pintor pidió a una de sus hermanas más jóvenes que posara ante él poco antes de su matrimonio. Este retrato es buen ejemplo de lo que debe ser una señorita de la buena sociedad burguesa. Es un retrato clásico que rivaliza con los de Ingres en su composición, iluminación y detallismo. Therese porta sus mejores galas dentro de una armonía entre grises, blancos y negros, que contrasta con la larga cinta de raso rosa atada bajo la barbilla, que le da el toque alegría y brillantez. Pero bajo esta aparente rigidez, aparece la sutileza psicológica. Muy sutilmente, Degas traduce la tensión interna que afecta a su hermana. Por debajo de su chal asoma tímidamente la mano izquierda en la que lleva el anillo de compromiso.

Edgar Degas. Thérèse Degas, 1863. Óleo sobre lienzo 89 cm x 67 cm.  Musée d'Orsay, Paris. Detalle.


El contraste entre el vacío del interior, anunciando la partida, y la luz del paisaje, símbolo de un futuro optimista, que asoma por la ventana (la bahía de Nápoles, hogar de su prometido) habla de su futura vida matrimonial y sus sentimientos ambivalentes. Esta dualidad también se ve reforzada por las dos técnicas pictóricas usadas juntas: la mano del anillo está pintada con gran cuidado, mientras que la otra, apenas está definida.

Edgar Degas. Retratos de Edmondo y Thérèse Morbilli, 1865. Óleo sobre lienzo, 116.5 x 88.3 cm. Museum of Fine Arts, Boston.


En 1865 Therese y su marido, Edmondo Morbili visitaron París y Degas pudo retratarlos. Therese se sienta, literal y figurativamente, a la sombra de su marido. Contrasta la expresión de su hermana, preocupada y triste por la pérdida reciente de un hijo que esperaba, con el aire de autosuficiencia de su marido. Therese era la hermana favorita de Degas y de la que más retratos realizó. Quizá por eso nos muestre con cierto rencor a quien se llevó a su modelo. El marido adopta una postura rígida y un rostro aburrido y desdeñoso. Sin embargo, en su hermana encontramos una mirad penetrante y cálida. Su gesto de llevarse la mano derecha a la cara es una postura de pose que indica ingenuidad, mientras que la otra mano apoyada en el hombro de su esposo confirma el sometimiento por entero a su voluntad. De nuevo, el pintor  juega con la pincelada para centrar nuestra atención en rostros y manos con un buen detalle de dibujo y, en cambio, apenas insinúa con pinceladas sueltas los ropajes, objetos y fondo.

Edgar Degas (1834-1917). Madame Jeantaud delante de un espejo, 1875. Óleo sobre lienzo 70 cm x 84 cm. Musée d'Orsay, Paris.


La Sra. Jeantaud, la esposa de un amigo del pintor, comprueba su apariencia en el espejo de un armario antes de salir. Degas describe con detalle el comportamiento de la elegante modelo y su reflejo en el espejo. La variedad de materiales y colores armoniosos de sombrero, capa y la funda de piel del regazo están trazados en muy pocas pinceladas. La composición es muy original. La mujer aparece vista de tres cuartos, con la cabeza vuelta para contemplarse en el espejo, pero a la vez para mirar directamente al espectador en un cruce de miradas. La figura como las ropas que porta ofrecen una vista  muy distinta de la realidad en el reflejo del cristal, un desenfoque en la pincelada y una esquematización que parece presagiar los retratos precubistas de Braque y Picasso.

Edgar Degas (1834-1917). Madame Jeantaud delante de un espejo, 1875. Óleo sobre lienzo 70 cm x 84 cm. Musée d'Orsay, Paris. Detalle, reflejo en el espejo.


La modelo de la mujer del florero es su prima y cuñada, Estelle Musson de Degas (casada con su hermano René Degas). Posa con un vestido sencillo, casi una bata beige de andar por casa. A su lado, una mesa sobre la que hay joyas y guantes, en la que se encuentra un jarrón multicolor que contiene un hermoso ramo de flores de color púrpura con hojas grandes exóticas. De nuevo Degas capta momentos de la vida de una mujer como si fuera un encuadre fotográfico. Tan es así que el jarrón acapara el primer plano y deja a Estelle en segundo plano. La sensación de indefensión que nos provoca la retratada no es casual. El desconcierto asoma en su mirada porque sufre una enfermedad ocular que la está dejando ciega. En otro cuadro, también con un florero como protagonista principal, la podemos ver deambulando por la casa  y palpando las flores a las que debía ser muy aficionada.

Edgar Degas. La mujer del jarrón. Retrato de Mlle. Estelle Musson Degas, 1872. Óleo sobre lienzo, 65 x 54 cm. Musée d'Orsay (París).


Para el retrato de una de sus amigas, la señorita DihauDegas eligió para representarla en el momento en que toca una pieza en el piano, de la que es una consumada concertista . La joven pianista lleva muy lindamente un sombrero con flores y parece mirar complacida al público que escucha su obra. El encuadre resulta totalmente novedoso y espontáneo.

Edgar Degas. Mademoiselle Dihau al piano, 1869. Óleo sobre lienzo 45 x 32.5 cm. Musée d'Orsay (París).


Con estas y otras muchas obras en las que Degas retrata a la mujer burguesa creo que queda totalmente desmontada la acusación de misoginia que ya en vida del pintor se le hizo por mantenerse soltero. El pinta a la mujer de verdad, no la belleza ideal académica.

sábado, 11 de octubre de 2014

RECONOCE Y COMENTA ESTOS DIEZ CUADROS DE PINTORES DEL IMPRESIONISMO Y DEL POSTIMPRESIONISMO.

De nuevo te ofrezco 10 cuadros para que investigues y comentes. Algunos los hemos visto en clase estos días, pero los que no, tienen un estilo tan reconocible que no dudo que sabréis atribuirle autor y hasta título como hicimos jugando en clase. Puedes consultar en los siguientes enlaces las presentaciones de Javier y los artículos de este blog.


Como ejercicio os propongo dos actividades:
  1. 1.- El comentario de la obra, resolviendo:
a) el título,
b) el autor y su nacionalidad,
c) el estilo y
d) dos características temáticas o artísticas propias del autor o del estilo que se reflejen en el cuadro.
Sólo permitiré un comentario por persona, por lo tanto pensad bien que foto vais a escoger y responded con corrección, porque si falláis o no contestáis de forma completa no habrá segunda oportunidad. Pero tampoco os retraséis mucho porque cada vez que haya un acierto, esa imagen ya estará resuelta y, por tanto,  ya no se podrá comentar sobre ella, quedando retirada del juego. Sigue vigente lo del comodín para las tres primeras respuestas correctas.

Ejemplo.


Imagen nº X
a) Estación de San Lázaro.
d) Razones: El pintor busca captar el instante y se pone como reto cómo representar la luz y las formas a través del vapor y del humo. Los impresionistas pintan su vida cotidiana, en este caso una estación de tren de París. Realizó numerosas versiones del mismo cuadro.
  1. 2.- A los más trabajadores les ofrezco la posibilidad de contestar en una lista las diez obras con título y autor, pero, sobre todo, ordenándolas cronológicamente. El que primero acierte todas y las ofrezca en el orden pedido ganará dos puntos para el control, el segundo un punto y el tercero medio punto.  La lista con todos los cuadros debe ir en un comentario aparte, es decir si contestáis a la primera actividad no escribáis la lista en el mismo comentario
Se abre el juego. Podéis participar a través del apartado de comentarios que viene al final del artículo.

IMÁGENES YA DESVELADAS

Silvia (1) se ha adelantado a todos y ha contestado a la primera imagen, IMAGEN 6, ganándose el comodín correspondiente.


Paseo a orillas del mar, 1909
Joaquín Sorolla - España 
Impresionismo español 
Razones: El pintor retrata a dos mujeres paseando por la orilla del mar de Valencia. La mujer del velo de gasa, es su esposa Clotilde, que aparece con el rostro difuminado, oculto bajo una tela que mueve el viento y por su propio sombrero. En cambio, su hija María se presenta con el rostro más visible (en primer plano) tan sólo distorsionado por la luz del sol, los rayos perpendiculares del astro que no sólo sirven para iluminar la escena, sino para delimitar los contornos, para crear sombras y brillos e inclusive movimiento. Las dos mujeres, a las que acaricia la suave brisa marina (reflejada en el agitarse de los paños), son iluminadas por la luz que resalta aún más el color blanco de sus vestidos y se colocan frente al espectador en lo que podríamos denominar, desde el punto de vista de la perspectiva, en el centro del cuadro. Las características esenciales de la pintura de Sorolla son: su luminosidad, su colorido, la captación de la luz del sol, sus juegos entre luces y sombras, su afición al mar y a los paisajes marítimos y valencianos; además de la captación del volumen de los objetos. Los impresionistas pintan su vida cotidiana, en este caso un retrato familiar de un día de playa. Este cuadro también puede conocerse con el título de Paseo por la playa.


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Anabel C. (2) descubre la imagen 1 y obtiene comodín.


Se trata de La Olympia, cuadro pintado por Eduard Manet, de origen francés, pintor a caballo entre el Realismo y el Impresionismo.
Este cuadro está inspirado en la Venus de Urbino de Tiziano. Contrasta el negro con el blanco y representa el desnudo de una prostituta. A los pies de Olympia se encuentra un gato negro que simboliza a menudo la ambigüedad y la inquietud, estando implicado en relaciones veladamente eróticas. Este felino negro impresionó tanto al público que durante años Manet sería recordado aún como «El pintor de los gatos».


Comentario algo corto. Deberías haber insistido en qué se aproxima al realismo y en qué al impresionismo.

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Anabel (3) no ha esperado y responde la  Imagen nº 3, inutilizando el tercer comodín.

Tarde de domingo en la Grande Jatte. 
Cuadro realizado por Seurat, pintor perteneciente al neo-impresionismo. 
Representa una tarde de ocio, sus figuras muestran hieratismo. Se interesa por la representación de la luz, puso especial cuidado en el uso del color, luz y formas. Basado en el estudio de la teoría óptica del color. Muestra puntillismo, que es la fragmentación de la línea en puntos de color extremadamente pequeños. No se mezclan los colores en el cuadro, sino que se aplican unos junto a otros con pinceladas muy cortas, es decir, pequeñas manchas de colores puros, tan próximos que reproducen en el ojo del espectador la unidad del tono (luz-color). Sólo usan los colores primarios para que el ojo mezcle los colores. El espacio tiende a expandirse. En las partes bañadas directamente por el sol el color dominante se entremezcla con puntos de pigmento amarillo y naranja. En las zonas de sombra se combinan los azules. Unos cuantos puntos de naranja y amarillo plasman las partículas filtradas de la luz solar. A fin de producir el efecto óptico deseado, Seurat prescinde del marco convencional. Representa un día de sol y de fiesta en la orilla del Sena. Plasma la mentalidad científico-tecnológica del hombre moderno.


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Víctor Fer. (4) llega a tiempo para responder a la Imagen nº 4

"El Moulin de la Galette" obra de Renoir hecha en el año 1876 y es perteneciente al estilo del Impresionismo francés. Nos encontramos ante una representación del paraíso de la bohemia parisina habitado por artistas, literatos, obreros... etc. El deseo de Renoir era representar la vida moderna y en este cuadro lo consiguió de una forma espectacular. Su principal interés es representar a las diferentes figuras en un espacio ensombrecido con toques de luz, recurriendo a las tonalidades malvas para las sombras. El efecto de multitud ha sido perfectamente logrado, recurriendo Renoir a dos perspectivas para la escena: el grupo del primer plano ha sido captado desde arriba mientras que las figuras que bailan al fondo se ven en una perspectiva frontal. La sensación de ambiente se logra al difuminar las figuras, creando un efecto de aire alrededor de los personajes. La alegría que inunda la composición hace de esta obra una de las más impactantes del siglo XIX.

No quedan muy claras las características de la obra de Renoir, cuando hay muchas muy evidentes.

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Ana (5) realiza el comentario de la IMAGEN 5.

Esta imagen es conocida como "Bañistas en la playa de Trouville 1866".
Su autor es Eugène Boudin, de nacionalidad francesa.
Es un pintor impresionista correspondiente a la etapa realista.
Boudin ejecutó esta obra al aire libre, como la mayoría de la que pintó durante la década de 1860, sobre un panel de madera preparado con una fina base de pintura blanca. Esta obra se caracteriza por el tema marino, algo que apasionaba a Boudin. El pintor realiza el cielo a base de suaves pinceladas de gris azulado. Además consigue el efecto de profundidad jugando con el tamaño relativo de los personajes.


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Cristina R. (6) resuelve la  Imagen 9

Los acantilados de Etretat cuyo cuadro fue pintado por Claude Monet de origen francés a quien a partir de la mitad de su carrera artística se incluye en el estilo impresionista. Monet es uno de los primeros en profundizar sobre la captación del instante, para él los momentos solo se pueden capturar pintando al aire libre también por ello suele escoger motivos acuáticos para jugar con los reflejos de la luz a lo largo del día. Pinta los paisajes de donde reside y uno de esos lugares están presentes los acantilados de Etretat que los pinta más de cuarenta veces. Casi todas las pinturas de paisajes marinos están inevitablemente dotadas de una marcada horizontalidad, interpretando el horizonte, el límite entre cielo y mar, como elemento clave en la composición. Muchas obras de Monet de este periodo resultan impactantes por su intención de dejar de lado esta imposición y, aprovechando los espectaculares acantilados de la costa normanda. Una de las mayores contribuciones de Claude Monet al Arte moderno fue la introducción de la idea de “serie”, esto es, un mismo tema o modelo representado en distintos momentos, de manera que el objeto material representado va perdiendo importancia en aras de otros elementos inmateriales como la luz y el color, y cómo estos últimos varían con el paso del tiempo. El reparto de pinceladas es mucho mas variable predominan los colores brillantes y vivos, de este cuadro lo realiza en el concepto en serie ya lo pinto una gran cantidad de veces pero en momentos distintos del día o incluso en la noche, las formas se van perdiendo cada vez más.

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Alejandra (7) nos comenta la IMAGEN Nº 7

a) Cristo amarillo 
b) Paul Gauguin, París. Francia 
c) Post-impresionista 
d) Los contornos están muy marcados y con ese color amarillo sigue la técnica del "cloisonné", inspirada en los esmaltes y vidrieras. El Cristo se convierte en el personaje de la escena. La figura del fondo intentando saltar, puede ser representada como la evasión. Predominan claramente los colores amarillos mezclados con naranjas y verdes.
Te he avisado en otras ocasiones sobre que le faltaba algo a tus comentarios y esta es la útlima vez que te lo digo. La próxima vez ante un comentario incompleto no te concederé los puntos, aunque aciertes la obra. Aquí falta señalar qué es lo que de Gaugin hay en este cuadro: el tema, el simbolismo, los colores ajenos a la realidad objetiva...

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Silvia (8) descubre la  IMAGEN 8 y consume su comodín.


Escarcha 1873
Camille Pisarro 
Impresionista 
Se representa a un campesino, caminando por unos surcos de tierra profundamente abiertos que aparecen recubiertos de escarcha. El pintor se siente atraído por el paisaje campestre, debido a la belleza y a la libertad de la naturaleza, por ello intenta captar el instante de una marcha invernal. Emplea las luces y las sombras para conseguir la sensación de volumen, a través de las diagonales ascendentes de los surcos que dividen la composición. El campesino aparece representado llevando una carga que parece aplastado por el peso de este paisaje de invierno. La pincelada es más amplia y al aire libre, puesto que el autor no puede dejar escapar el instante. Y el análisis de la luz es menos agudo, al captar un instante particular de una jornada invernal.


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Rubén (9) desvela la Imagen 2


Naturaleza muerta, de Paul Cézanne (pintor francés postimpresionista).
Esta obra pertenece a su etapa sintética (1888-1906).
En este bodegón destaca el uso libre del color (destacan los colores complementarios como el rojo y el verde) y la utilización de varios planos (los distintos elementos del cuadro, al estar representados bajo puntos de vista ligeramente diferentes, parecen distorsionados en cuanto a su forma). El color es el principal protagonista de esta obra, en la que los volúmenes tienen especial importancia. El color es aplicado a conciencia, resaltando la volumetría de cada uno de los elementos así como la autonomía de las diferentes piezas de fruta, avanzando así en su proceso de geometrización de la naturaleza.


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Nuria (10) cierra el juego y se lleva el punto final por contestar a la IMAGEN Nº 10

Título: Baile en el Moulin Rouge (Dance the Moulin Rouge).
Autor y nacionalidad: Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec. Francés.
Estilo: Postimpresionismo.
Rasgos: Representa la vida nocturna parisiense de finales del siglo XX. Su concepto de dibujo llega a deformar la figura. Es una obra a la vez fotográfica (efecto paparazzi) que se corresponde con la espontaneidad y la capacidad de captar el movimiento en la escena y personajes. A esto hay que añadir la originalidad de sus encuadres influencia del arte japonés, que se manifiesta en las líneas compositivas diagonales y el corte repentino de las figuras por los bordes. Emplea colores que contrastan para definir los planos y formas.
¡¡¡Bravo, Nuria!!! Todas las características muy atinadas y bien aplicadas. Aunque el título no es exactamente ese. No lo voy a revelar porque puede influir para elaborar la lista de autores y obras por orden cronológico.



Terminamos este post dando el resultado de la segunda parte del juego.

La ganadora de los dos puntos es Silvia que ya tenía elaborada la lista desde el día 11. Tiene un pequeño error que voy a considerar un lapsus: el primer cuadro se lo atribuye a un tal Edouard "Monet", donde quizás quiso decir "Manet", pero hay que tener en cuenta que por simplemente una letra estamos hablando de pintores distintos.
  1. IMAGEN 1 Olimpia 1863 Édouard Monet Impresionista querrás decir Manet
  2. IMAGEN 5 Bañistas en la playa de trouville 1866 Boudin Realismo
  3. IMAGEN 8 Escarcha 1873 Camille Pisarro Impresionista
  4. IMAGEN 4 El Moulin de la Galette 1876 Renoir Impresionista
  5. IMAGEN 2 Naturaleza muerta 1880 Paul Cézanne Impresionista
  6. IMAGEN 3 Tarde de domingo en la Grande Jatte 1884 G. Seurat Posimpresionista
  7. IMAGEN 9 Acantilados de Etreat 1885 Claude Monet Impresionista
  8. IMAGEN 7 El Cristo amarillo 1889 Paul Gauguin Fauvismo
  9. IMAGEN 10 M. Lender bailando el bolero 1897 Henry de Tolousse-Lautrec Posimpresionismo
  10. IMAGEN 6 Paseo a orillas del mar 1909 Joaquín Sorolla Impresionismo español
Cristina R. ha sido la segunda en realizar su lista, pero ha cometido un error y una omisión, por lo que no puedo darle el punto del segundo puesto. Joel ha sido el tercero y ha contestado correctamente, con la salvedad de atribuir el Paseo a orillas del mar a un tal "Soroya", ¡¡¡¡ Por Dios !!!!. Mi decisión es que compartan el punto entre los dos.