Los dioses.
Los dioses fueron los motivos más representados por los egipcios. Las posibilidades de representación eran grandísimas al existir un panteón tan poblado y poder recibir una apariencia antropomórfica, zoomórfica o mezcla de ambas. Para poderlos distinguir deben estar identificados con algún atributo propio. El oro era el material en que se esculpían las obras en bulto redondo que se veneraban en los templos. Por razones obvias estas obras, las más bellas, han desaparecido a lo largo de la historia. Nos quedan pequeños ejemplares en piedra y pequeñísimas obras en metales preciosos salvadas en las tumbas. Representaciones en relieve y en pintura tenemos muchas en los templos de cada dios y en mastabas e hipogeos donde los dioses eran agasajados por los difuntos o velaban para que éste alcanzase la vida eterna.
Hipogeo de Nefertari, 1250 a. C.
Los dioses más representados eran los principales de las ciudades más importantes y los que se relacionaban directamente con el culto al faraón.
Anubis, Hathor y Horus en el templo de Hathor en Deir-el Medina, Luxor.
El faraón.
Los monarcas, que también son dioses, pueden representarse identificados: como Amón o Ra y aparecerán con el disco solar; como Horus y les protegerá el símbolo del halcón; o como Osiris al viajar al otro mundo y aparecerán con el cuerpo vendado. Es frecuente que el faraón se represente junto a otros dioses en plano de igualdad.
Las representaciones más colosales del faraón siempre tienen carácter religioso y propagandístico. Aparecen delante de los templos con posturas solemnes: sedentes y entronizados; rígidamente erguidos adelantando un pie de forma ritual; o como protectoras esfinges. Uno de los faraones que más utilizó su figura como medio de propaganda fue Ramsés II, para el que se realizaron inmensos colosos como el que vemos en la foto de abajo o los que podemos ver en Abu Simbel cuya estatua sedente mide nada menos que 22 metros. La medida humana se reserva para las tumbas.
Ramses II en Luxor.
Al faraón se le representa siempre perfecto y con varios de los atributos de su poder temporal, no siempre con todos a la vez. Así, por ejemplo, puede portar una corona truncada de color rojo símbolo del poder sobre el Bajo Egipto o una corona tiara blanca, símbolo del poder sobre el Alto Egipto; o las dos a la vez una encajada en otra. Otros atributos de la monarquía son la cobra, el buitre, la flor de loto o de papiro, la perilla, el báculo y el látigo, la peluca almidonada o klaft...
Tutmosis III
La aristocracia egipcia.
Los familiares y personal cercano al faraón adoptan la estética del soberano. Sus tumbas se llenan de relieves, pinturas y dobles en bulto redondo adoptando posturas parecidas a la del faraón y su misma perfección y solemnidad. Las mujeres suelen aparecer en el mismo plano de igualdad que el hombre, lo que testifica la alta posición social de ellas. La imagen más típica son las estatuas de los príncipes Rahotep y Nofret (El Cairo), él pintado de color cobrizo y ella de blanco, con ojos incrustados en pasta vítrea.
Es frecuente la escena familiar en relieve o pintura donde el propietario aparece junto a su mujer y sus hijos. En la foto de abajo podemos contemplar a la familia de Anherkhau, en un detalle de su tumba en Deir el- Medina.
Funcionarios, sacerdotes y escribas.
Este grupo social, que puede estar un peldaño por debajo de los anteriores todavía pueden tener un nivel de riqueza que les permita encargar un doble de sí mismo. Es en estas obras donde asoman los rasgos individualizadores o realistas más notables del arte egipcio. Sin duda las más conocidas y tópicas son las imágenes de Cheik-el Beled en madera o los escribas en caliza policromada del Louvre o El Cairo, que podemos ver en la presentación. Estos últimos aparecen sentados en el suelo con las piernas cruzadas, el papiro y el estilo, y la mirada atenta al dictado de su señor.
Menos conocido pero notabilísimo por lo ejemplar es el doble que encargó el sacerdote y funcionario Seneb de la IV dinastía, que aparece junto a su familia recalcando premeditadamente su enanismo como rasgo físico distintivo que en absoluto le privó de alcanzar importantes cargos para Keops. Seneb aparece orgulloso, abrazado por su mujer, y con unos candorosos hijos que se chupan un dedo.
Los señores y funcionarios del faraón también aparecen disfrutando de una vida de ocio: cacerías, fiestas, música... Pero sobre todo superando el trámite del Juicio de los muertos, que se repite incansable por paredes y papiros, recordando al difunto el protocolo que tiene que superar para alcanzar la vida de ultratumba. Una de las pinturas en mejor estado y mas bellas en este sentido la podemos encontrar en el hipogeo de Sennedje, encontrada intacta en el valle de los artesanos (Tebas).
Los sirvientes.
En madera o en barro cocido, en relieve o en pintura encontramos en las tumbas numerosas miniaturas de servidores, artesanos, soldados, etc... que dependieron de aquellos que estuvieron allí enterrados. La razón para que sus amos gastaran dinero en representarlos era que deseaban tener a esos o a cualquiera de los que les sirvieron en vida en el otro mundo. A través de estas figurillas que a menudo componen escenas podemos conocer cómo era la vida cotidiana en la sociedad egipcia.
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