En 1874 participa en la primera exposición impresionista. Entre las telas que presenta se encuentra El palco, considerada una de sus obras maestras por su magistral tratamiento de la luz.
A lo largo de su vida, saltará de un estilo a otro. En torno a la década de los ochenta, después de un viaje por Italia (1881), considera que el lenguaje impresionista ha llegado a su agotamiento y ejecuta obras como Las bañistas (1884), en las que vuelve al dibujo, el volumen y la composición, dando, en cierta medida la espalda al impresionismo y recuperando la tradición clásica de un Rafael.
En los años 90, vuelve a la pincelada impresionista, pero, al mismo tiempo, crea una atmósfera rojiza en sus cuadros, totalmente ficticia, alejada de la realidad del instante impresionista. El cuadro más interesante de esta época podría ser Muchachas al piano (1892).
Enfermo de reumatismo articular desde comienzos de siglo, se traslada a la costa mediterránea. En 1912 sufre una parálisis parcial, pero, haciéndose atar un pincel a los dedos, siguió pintando. En estas circunstancias se acusa en su obra la merma de facultades, que suple con formas y colores expresionistas.
Hacia el final de su vida, encuentra el equilibrio entre el luminoso impresionismo y el volumen y el dibujo, en su otra versión de las bañistas de 1918, donde muestra desnudos estereotipados y rollizos en coloridos rosáceos y brillantes.
Si quieres conocer mejor la obra de Pierre-Auguste Renoir contempla esta presentación.
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