Sin que sirva de precedente, porque no me gusta el cotilleo, os voy a contar la tensa relación que sostuvieron a lo largo de su vida Picasso (1881-1973) y Chagall (1887-1985), una relación de admiración y a la vez de celos profesionales entre dos longevos genios que coincidieron en muchas cosas y en muchos momentos. Como la obra de Picasso la conocemos suficientemente bien por los artículos del blog, prefiero ilustrar este artículo con fotografías de los dos o con obras del pintor ruso, que por otro lado se expone en Madrid en estos días.
Picasso y Chagall en St. Paul de Vence, Francia, en 1955. Foto de Philippe Halsman.
Marc Chagall llegó a París desde la profunda Rusia en 1910 con 23 años dispuesto a triunfar en el mundo de la pintura. Era el momento del éxito del cubismo y no se hablaba de otra cosa entre los medios artísticos de la ciudad que del nuevo estilo y de su creador, el flamante Pablo Picasso. No es extraño, pues, que desde el principio el pintor ruso quisiera conocer al artista español y que por ello le pidiera al poeta y crítico de arte Apollinaire que se lo presentara, a lo que éste le contestó: "¿A Picasso? ¿Tiene usted ganas de suicidarse? Todos sus amigos acaban así". Tal respuesta le desanimó y a partir de ese momento no hizo más intención por acercarse a él personalmente en los siguientes años. Sin embargo, le admiró artísticamente y hasta pintó algún cuadro en el estilo picassiano del momento como El poeta, en el que descomponía geométricamente las formas.
Chagall. El poeta. Las tres y media. 1911. Óleo sobre lienzo, 195 x 144 cms.
No se puede decir que Chagall imitara cien por cien la técnica de Picasso pues hasta en ese cuadro se ve la tendencia que tenía el primero de destacar el color por encima de otras preocupaciones estéticas y el carácter ensoñador y extraño que rodea la obra que en absoluto concuerda con el cubismo. La verdad es que en esos años de París Chagall evolucionó hacia su propio estilo. Sin embargo, la presencia del malagueño seguía rondando por su cabeza y no podía sino reconocerlo incluso en un dibujo que le dedicó en 1914 poco antes de partir para Rusia, que llevaba como título Pensando en Picasso.
Chagall. Pensando en Picasso, 1914. Tinta china sobre papel, 19 x 21 cms.
En 1923, después de que Chagall regresara de su país tras el episodio de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa, se produjo el encuentro entre los dos pintores ya consagrados por la crítica, pero no debió haber química entre ellos y nunca fructificó en verdadera amistad. Chagall ya se había desencantado de la obra de Picasso y navegaba hacia otros horizontes pictóricos como dejó claro en otro dibujo que imitaba el anterior, pero 7 años después en el que se declaraba decidido a poner fin a la influencia de Picasso. En París los pintores coincidían esporádicamente en el Café de Flore o en la casa de Christian Zervos, editor y director de la revista "Cahiers d´Art", pero su relación fue puramente formal.
Chagall. Basta de Picasso, 1921. Acuarela y tinta china, 22 x 33 cms.
Pablo Picasso posiblemente intimidara a Chagall por su temperamento impulsivo y por la fama de mujeriego que le rodeaba, ya que este último era hombre más reservado y sobre todo fiel a su esposa, Bella Rosenfeld. Se puede decir que también había una cierta envida en el ruso que comentaba entre sus amistades que no entendía cómo todo lo que hacía Picasso y los bandazos que daba en su estilo terminara convirtiéndose en moda. No obstante, Picasso siempre tuvo buen concepto de Chagall del que dijo en alguna ocasión: "Cuando Chagall pinta, no se sabe si está durmiendo o soñando. Debe de tener un ángel en algún lugar de su cabeza".
Chagall. La Virgen de la aldea,1938-42. Óleo sobre lienzo 102 x 98 cms.
En 1937 su carrera pictórica volvió a cruzarse cuando ambos coincidieron con dos cuadros de marcada intencionalidad política. Picasso realizó su famosísimo Guernika como denuncia sobre al Guerra Civil Española y el bombardeo por parte del bando franquista que destruyó esta localidad. Mientras que Chagall pintó La revolución, una obra fuera de lo común para él, en la que aparece un incomprensible Lenin haciendo, como un saltimbanqui, el pino sobre una mesa con una mano mientras que con la otra señala la bandera comunista caída. La muchedumbre compuesta de judíos y gente diversa aplaude regocijada ante le espectáculo y el mismo pintor se autorretrata sentado delante de un caballete. El cuadro permite diferentes interpretaciones, pero probablemente se tratara de una burla de la Revolución de Octubre de la que fue firme partidario en un comienzo y de la que "desertó" en 1923. Sólo hay que decir que Picasso evolucionó políticamente en sentido inverso y en 1944 se afiliaría al Partido comunista francés. La guerra también será motivo de uno de los cuadros de Chagall que podemos ver en la exposición de la Fundación Caja Madrid.
Chagall. La Revolución, 1937.
Marc Chagall. La Guerra, 1964-66.
Tuvo que ser después de la Segunda Guerra Mundial cuando la relación se hiciera más cercana. En concreto cuando ambos se establecieron en el sur de Francia. François Guillot -la compañera de Picasso entre 1944 y 1953 y madre de sus hijos, Paloma y Claude- narra en su libro "Vivir con Picasso" (1964) cómo Chagall, desde Estados Unidos, escribió al pintor español diciéndole que le gustaría hablar con él cuando volviera a Francia. Con la carta envió una foto en la que aparecía su hijo David, que había tenido con su nueva compañera Virginia Haggard en 1946. Françoise Gilot comenta que ese gesto conmovió a Picasso, que colgó la foto en su estudio. Es significativo que ambos pintores, que superaban los sesenta años, tuvieran hijos en la mismas fechas y con mujeres a las que sacaban más de 30 años.
Chagall con su compañera Virginia Haggard y el hijo de ambos, David, abril de 1951.
Sin embargo, Chagall regresó en 1948 a Francia y no se produjo el encuentro. Por aquella época Picasso vivía en Vallauris, un pueblecito de la Costa Azul francesa, donde recibía numerosas visitas, entre otras la del crítico y editor griego Tériade. Parece ser que, cuando éste le visitó para pedirle que ilustrara la "Chant des Morts" de Pierre Reverdy, Picasso le debió hablar de aquella carta de Chagall que recibiera al finalizar la guerra. " A mí me gustaría volver a verlo -dijo Picasso- ¡Ha pasado tanto tiempo!". François Guillot , que es quien cuenta la anécdota, añade que Ida, la hija mayor de Chagall, que por entonces se encontraba de visita en casa de Tériade expresó el deseo de organizar el encuentro entre los dos artistas. La oportunidad llegó en 1950 cuando Chagall compró una casa en Saint Paul de Vence, una localidad de la Riviera Francesa cercana a donde vivía Picasso.
Picasso y Chagall en el taller de cerámica Madoura, en Vallauris, Francia, 1952.
Chagall también se interesó por la cerámica y empezó a trabajar en el taller de Vallauris donde lo hacía Picasso,como vemos en la foto superior. Entre ellos empezó a surgir una colaboración de ideas pero también una competencia en este campo. Incluso corrió el rumor de que, en ausencia de Chagall, Picasso terminó un plato que aquél había dejado sin acabar. El resultado fue un "Chagall" que parecía realmente auténtico. En vista de ello , Chagall no volvió a aparecer por los talleres. Según François Guillot, "no hubo ninguna disputa; sólo que Pablo, después de que llegara Chagall, estaba menos entusiasmado que antes. Pero hacia el exterior siguieron siendo buenos amigos." En la foto podemos contemplar una cariñosa escena que oculta las envidias y rencores existentes.
Probablemente por iniciativa de la hija de Chagall, el editor Téraide les invitara a comer con sus respectivas parejas en su casa. La conversación derivó hacia la política y Picasso parece que le echó en cara al ruso que no hubiera vuelto a su país en todos estos años. Chagall con sorna le contestó: "Mi querido Pablo, después de usted; usted tiene que ir primero. Según tengo entendido, es muy querido en Rusia, pero no su pintura." Picasso le contestó y las puyas se hicieron cada vez más directas e hirientes aunque en sus rostros siguiera dibujándose una sonrisa. Según Guillot: "cuando nos levantamos la relación entre los dos había muerto".
Chagall nunca habló de esos incidentes, pero su postura sobre Picasso se hizo cínica: desde entonces, ya sólo le llamó "el español" y en una ocasión le comentó a Guillot: "Este Picasso es un genio. ¡Qué pena que no pinte!". A pesar de todo, Picasso sentía un gran respeto por Chagall como pintor y una vez comentó: "Cuando Matisse muera, Chagall será el único pintor que sabrá qué es el color. No es que esté encaprichado precisamente con sus gallos y burros, sus violinistas voladores y todo ese folclore, pero sus cuadros están realmente pintados, no sólo pintarrajeados. Algunos de los últimos cuadros que pintó en Vence, me han convencido de que desde Renoir no ha habido nadie con más capacidad de sentir la luz que Chagall.
Chagall. La reina del circo, 1958. Óleo sobre lienzo, 116 x 84 cms.
Nuevas coincidencias habrá en los años siguientes, como que Chagall adopte como gran tema el Circo, los acróbatas y sus malabaristas, como lo hizo Picasso a lo largo de sus etapas azul y rosa. Para Chagall, el circo era un mundo lleno de color y dramatismo, como en el teatro se alternaban lo trágico y lo cómico, el suspense, la magia, las alegrías y los sufrimientos.
Para saber más de la vida y obra de Picasso pulsando este otro link.
Gracias por esta publicación tan interesante. Ambos pintores se debieron de estimar mucho... es una lástima que el orgullo y la envidia lastimaran la relación de estos dos genios.
ResponderEliminarTienes razón, Linda. Pero entre los genios es difícil que surja una amistad porque en el fondo siempre late la rivalidad.
EliminarGracias por comentar.
Un saludo.