miércoles, 15 de octubre de 2014

EL BUSTO O CABEZA CORONADA DE LA REINA NEFERTITI. ICONOGRAFÍA FEMENINA DEL PERIODO AMARNA.

Nefertiti, la esposa principal del faraón rebelde Akenatón o Ajenatón (1353 - 1336 a. C., durante la dinastía XVIII) y suegra de Tutankamón, es probablemente la reina más conocida del Antiguo Egipto. Ello se debe a su legendaria belleza (su nombre traducido significa literalmente "la bella ha llegado") y a las representaciones que sobre la misma se conservan. De ellas, sin duda, la más difundida es el busto que se encuentra en el Neues Museum de Berlín.

Busto de Nefertiti en el Neues Museum, Berlín.

Su historia es inicialmente la de su marido, un faraón que a los 21 años rechazó el politeísmo en favor de un único dios todopoderoso conocido como Atón (el dios del Sol) y cambió su nombre de Amenhotep IV por el de Akenatón (el amado de Atón). Con el cambio teológico vino también el cambio de la capital de Egipto, de Tebas por la nueva ciudad de Tell el Amarna, conocida con el nombre egipcio de Akhetaten (el horizonte de Atón). El faraón animó a los artistas a que se trasladaran a su nueva capital y a que desarrollaran un estilo acorde con sus nuevas ideas. Esto significaba que debían abandonar las convenciones artísticas que hasta entonces habían practicado y abrazar una nueva y fresca visión del mundo, llena de espontaneidad y de realismo.

Akenatón y Nefertiti con sus tres  hijas mayores. Museo Egipcio de El Cairo.

La mayor innovación del arte del Período Amarna fue la forma en la que se representaba a la pareja real y a su familia. Hasta entonces los faraones y sus esposas se retrataban como encarnaciones de dioses, más o menos inaccesibles a los simples mortales. En el arte de Amarna, el faraón y su esposa, Nefertiti, se presentaban al mundo en escenas de la vida cotidiana, jugando con sus hijas y protegidos por Atón, simbolizado por el disco solar que hacía recaer sus dones sobre la familia real en forma de rayos y pequeñas manos. Los reyes se mostraban como una pareja que comía, reía y bromeaba con sus hijas, lo que podríamos decir hoy como la imagen moderna de una pareja normal, feliz de vivir bajo la protección de su dios.

Estatuillas policromadas con las imágenes de Nefertiti y Akenatón, hacia el noveno año de reinado. Museo del Louvre.

Estas representaciones que resumen una intimidad afectiva, eran producidas por artistas que, asimilando las nuevas ideas del monarca, abandonaron el rígido simbolismo del pasado por un naturalismo que en ocasiones rozaba lo excesivo o caricaturesco. Akenatón y Nefertiti tuvieron seis hijas, a quienes retrataban de la misma forma que a sus padres, aunque una de las características típicas de los retratos infantiles era el cráneo deformado, redondo y alargado. Las facciones del rostro: es estrecho y alargado, con una barbilla prominente; los labios carnosos; el puente de la nariz marcado y los orificios anchos; los ojos entreabiertos almendrados y las cejas delicadamente arqueadas.

Pequeña cabeza de una princesa encontrada en los talleres de Amarna. Está inacabada, pero refleja todas las características más duras de las deformaciones convencionales de los rostros del estilo de Amarna. Neues Museum, Berlín.

Nefertiti apareció siempre muy unida a su marido tomando un protagonismo público tanto en el gobierno como en el culto religioso al dios Atón. Son muchos los relieves en donde aparece compartiendo casi el mismo status que el rey, aunque en una jerarquía de tamaño inferior. Pero en alguno de estos relieves aparece portando alguna de las coronas reales, símbolo de su poder en el estado.

Nefertiti y Akenaton, Museo de El Cairo.

Se conoce poco sobre su vida, de sus orígenes y de su fin.  Algunos historiadores sugieren que era hija de Ay, un familiar del faraón y funcionario importante que llegaría a reinar a la muerte de Tutankamón. Tampoco se sabe nada de cuál pudo ser su final, ya que alrededor de 1340 a. C. desaparece de las inscripciones. Es posible que hubiera muerto, o que fuese suplantada por otra de las esposas de Akenatón, aunque existe la posibilidad de que simplemente cambiara su nombre por el de Smenjkara y gobernara como co-regente en los últimos días del reinado de Akenatón, y brevemente como faraón tras la muerte de éste en 1336 a. C.

Se describía a Nefertiti como una mujer noble de muchos encantos que era "virtuosa en todas sus formas". No hay duda de que su belleza física causó agitación en la corte y que los artistas pagaron tributo a su belleza de muchas maneras y sus rasgos se convirtieron en paradigmas femeninos del periodo.

Nefertiti o su hija Merit-Aton. Tuthmosis, Tell- El-Amarna. Neues Museum, Berlín. Estatua inacabada.

El torso que conserva el Museo del Louvre en cuarcita roja muestra una de las muchas representaciones equilibradas de la reina Nefertiti o de una de las hijas de la pareja real. Era frecuente que las princesas fueran envueltas en ropas muy finas o incluso desnudas. El vestido es de fino lino plisado atado bajo el pecho en forma de abanico, dejando expuesto el brazo derecho. Es posible que el escultor se tomara una licencia artística en el número de plisados, para facilitar, en lugar de disimular, el cuerpo sensual de la portadora. Este ejemplo ilustra también el estilo dominante en la representación femenina del periodo Amarna, con un torso delicado, hombros estrechos y generosas caderas. La transparencia de la tela sirve para enfatizar el contorno del cuerpo y las redondeces de pechos, vientre, glúteos y muslos. El énfasis en destacar el ombligo es otra de las características del estilo.

Torso de Nefertiti o de una de sus hijas. Museo del Louvre.

El busto de caliza pintada es, sin duda, la representación más famosa de Nefertiti. Fue descubierto en Amarna por un equipo de arqueólogos alemanes en 1912 dirigido por Ludwing Borchardt y fue donado al Museo Egipcio de Berlín en 1920. Las fotografías del busto lograron su estatus icónico, convirtiéndolo en la escultura más copiada del Antiguo Egipto hasta el descubrimiento de la tumba de Tutankamón.

En el Imperio Nuevo, la posición de los jefes de escultura era muy importante. Ellos dirigían a los obreros en los encargos reales y formaban a los aprendices en las normas tradicionales de representación. En ocasiones también eran sacerdotes, lo cual no era extraño puesto que se suponía que el arte estaba inspirado por los dioses y los retratos eran creados como soporte del alma del difunto. Aunque no conocemos muchos nombres de escultores, sí conocemos los de dos jefes que trabajaron para AkenatónBak, durante el primer periodo del reinado, yThumossis, durante la segunda mitad.

Estatuillas policromadas con las imágenes de Nefertiti y Akenatón atribuidas a Bak. Museo del Louvre.

Bak había representado a Nefertiti con una apariencia similar a la de su marido, es decir con rasgos andróginos y con facciones semejantes al del faraón, como requería la tradición. Thumosis, como podemos comprobar en el busto, desarrolló, en cambio, un estilo que infundía a sus retratos idealismo, pero a la vez que prestaba atención a los detalles, lo que le hacía individualizar a cada una de sus figuras.

Las características de las obras de Thutmosis son:
  • Usaba el color más naturalisticamente que sus predecesores. La piel de Nefertiti es de un color marrón rosáceo que se alejaba del pálido aplicado a las mujeres. Sólo hay que comparar entre este busto y la escultura de la pareja real del Louvre, donde el contraste del color entre hombre y mujer se remarcaba.
  • El ojo derecho es un prototipo de gracia y sensibilidad en su trazado. Además tiene incrustada una pieza de cristal verde con la pupila pintada de negro que le da vida.
  • Alrededor de los ojos y del cuello de Nefertiti hay algunas finas arrugas, una calidad de detalle que otros artistas egipcios no incluían y que dotan de personalidad al busto.
  • Los labios rojos están perfectamente esculpidos y pintados con ocre rojo y reflejan los ideales egipcios de la belleza; sin embargo, son a la vez carnosos y sensuales y hasta reflejan una leve sonrisa.
  • Su collar de colores azul, turquesa, rojo, verde, dorado y blanco contrasta con su piel y se mezcla con su corona, que es una versión de la corona de guerra asociada con la de la diosa Tefnut
Después de la prueba de TAC (Tomografía computerizada) a la que se sometió la escultura en 2009 para ver el estado de conservación, podemos saber cómo trabajaba Thumosis. Se sabe que la pieza no es completamente de caliza pintada, sino que tiene un núcleo de caliza cubierto con una capa de yeso entre  4 cm en la parte de atrás del gorro y 1 mm de espesor en algunas zonas del rostro. Thutmosis hizo esto para descartar pequeñas imperfecciones, posiblemente tomadas del natural, como arruguitas de las mejillas, pómulos menos sobresalientes o un volumen de nariz y labios menos carnosos, y dotar a la figura de más belleza.

Nefertiti, detalle de TAC

Estas imperfecciones regularizadas no fueron tenidas en cuenta en la escultura de cuerpo entero que supuestamente la representa en otras de la esculturas inacabadas encontradas en el taller de Thutmosis. No hay ninguna inscripción que la identifique, sin embargo se la reconoce por la semejanza de su rostro o el ropaje y corona que porta.

Estamos ante una imagen de una mujer que sin haber perdido la esencia de su belleza y sensualidad se muestra envejecida tanto en el cuerpo como en el rostro. Sus senos caen con flacidez, las caderas y sus muslos no parecen esbeltos y sobre todo su espalda se comba ligeramente hacia adelante.

Pero es en su rostro donde más se aprecia su edad. Las arrugas en torno a los labios endurece su expresión y las bolsas bajo los ojos indican que estamos ante una Nefertiti envejecida.

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  1. El juicio de los muertos. El pesaje de las almas.
  2. La pintura de los hipogeos. La tumba de Nadj.

3 comentarios:

  1. Muy interesante, estoy estudiando el grado de historia del arte en la uned y me has aclarado dudas. Muchas gracias

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    1. De nada, Cristina. Me alegro haberte sido útil. Espero seguir viéndote pro este blog.
      Un abrazo.

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  2. El cuello , esbelto, guarda esa relación de belleza , digamos, intemporal , parece un cuello de una elegancia suprema, como que no haya pasado el tiempo , retiene la belleza de siglos

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