Desde septiembre de 2010 se puede visitar la capilla del Obispo en Madrid. Ya sé que no es una noticia de última hora, pero hasta que hace un par de semanas no me pasé por allí no fui consciente del gran descubrimiento que quiero compartir con vosotros. Esta iglesita llevaba cerrada desde 1970 en que se había declarado el monumento en ruina y muchos, entre los que me incluyo, eran los que desconocían el tesoro que encerraba. En 2005 se comenzó la restauración en serio del edificio y de la excepcional obra escultórica que contiene y el resultado final ha sido magnífico.
Capilla del Obispo. Foto de conjunto realizada desde debajo del coro.
¿Qué tiene de notable?
Pues en primer lugar que la iglesia es uno de los pocos ejemplos que tenemos en la capital del gótico. En concreto, la capilla fue levantada entre 1520 y 1535 por iniciativa de D. Francisco de Vargas, uno de los consejeros favorecidos por los Reyes Católicos y luego por su nieto Carlos I. El deseo del fundador fue cobijar en su interior los restos de San Isidro, que se decía estaba enterrado en San Andrés, la iglesia que está pared con pared. Cuando ello fue imposible, el hijo de Don Francisco, el obispo de Plasencia Don Gutierre de Vargas y Carvajal, decidió dedicar la capilla a panteón familiar donde depositar los restos de sus padres y los suyos propios. La iglesia está bajo la advocación de Nuestra Señora de San Juan de Letrán, aunque es popularmente conocida con el nombre de capilla del Obispo por el sepulcro de nuestro Don Gutierre que tenemos justo debajo.
Cenotafio del obispo Don Gutierre de Vargas.
Se accede al edificio a través de la escalinata que hay en la plaza de la Paja y después de traspasar un pequeño patio. Ya sólo el contemplar la iglesia merece la vista, pues es uno de los escasos restos de estilo gótico flamígero que podemos contemplar en Madrid. Posee una única nave que se eleva a gran altura y está cubierta con bóvedas estrelladas. Resaltan los nervios por medio de la pintura con tonos verdes y rojos y las claves principales que se decoran con el escudo ajedrezado de los Vargas. Sobre los pies se levanta un amplio coro sostenido por un arco carpanel que se abre hacia la iglesia en el piso superior con otro arco mixtilíneo.
Bóvedas estrelladas y ventanales de la capilla desde el coro.
Unas pilastras recorren el muro y recogen el peso trasmitido por los nervios. Su capitel se prolonga a modo de franja de imposta para desplegar una decoración epigráfica que explica quien mandó construir la iglesia.
La obra escultórica.
Pero sin duda, lo más destacable es la obra escultórica renacentista del retablo y de los cenotafios del Obispo y de sus dos padres por separado a ambos lados del altar. Todo el conjunto se debe a la mano de Francisco Giralte (1510-1576), discípulo de Alonso Berruguete con el que trabajó en la sillería superior del coro de la catedral de Toledo (1539-42). No sabemos con seguridad su origen, porque hay quien le atribuye nacionalidad francesa o flamenca, pero también hay quien le considera palentino. Posiblemente viajó a Italia, lo que le dejó impregnado de cierto clasicismo que no le abandonó en toda su carrera artística. Podemos apreciar en este conjunto que se muestra como maestro muy diestro tanto en el trabajo de la madera como del alabastro.
Francisco Giralte. Retablo de la Capilla del Obispo, Madrid, 1547-50. El retablo al completo desde el coro.
El retablo, realizado entre 1547 y 1550, está hecho en madera de ciprés policromado por Juan Villoldo, el Mozo. Es soberbio en cuanto a sus dimensiones y a su calidad. Su adaptación a la curvatura del ábside de la capilla es perfecta diseñándose tres calles principales y hasta seis entrecalles. La altura se eleva justo hasta las ventanas en cuatro pisos. Presenta una iconografía habitual con escenas de la infancia y Pasión de Cristo en los recuadros principales y figuras de ángeles, apóstoles y santos en hornacinas y sobre el ático. Las divisiones se realizan por medio de columnas de capiteles jónicos con fustes platerescos, decorados con estrías y grutescos.
Francisco Giralte. Piedad. Piso inferior, calle central del retablo de la Capilla del Obispo.
El estilo recuerda al de su maestro Alonso Berruguete, pero tal vez mucho más al de Diego de Siloe, por la búsqueda de la belleza formal sin estridencias. Podemos señalar rasgos muy personales del estilo de Giralte en esta Piedad que preside el piso inferior de la calle central:
- El tipo humano es de canon corto y de proporciones mesuradas, no en la línea manierista de su propio maestro que alarga en exceso los torsos. Los rostros son estereotipados en un ideal de belleza clásico, que hacen que la Virgen y San Juan (pelo suelto, detrás) sean muy similares.
- El modelado es suave tanto en el tratamiento de las formas corporales como en el de los paños. No reflejan en ningún caso angulosidades expresionistas. Los músculos están atenuados para lograr sensaciones táctiles nacaradas al incidir sobre ellos las luces. Los pliegues son múltiples, pero finos, sin presentar efectos de claroscuros exagerados.
- No gusta ni de la sangre ni del patetismo gestual para trasmitirnos la idea de la muerte de Cristo o el dolor de la Virgen. La escena se contiene en los límites más clasicistas. Es una imagen que más parece representar a un Cristo dormido placidamente e ingrávido en el regazo de su madre. El brazo derecho cae elegantemente sobre el suelo, mientras que el izquierdo se deposita con suavidad sobre el de la Virgen que parece acariciarle. Qué alejado está del estilo prebarroco de otros artistas que también trabajan este tema en los mismos años como Juan de Juni. Precisamente con este artista tendrá planteado un litigio por un encargo artístico entre 1845-48 y todos aquellos que testificaron en el juicio señalaron las diferencias de estilo tan evidentes que existían entre ambos autores.
Juan de Juni, Santo entierro, (1541-45).
A ambos lados del retablo, bajo sendos arcosolios y arrodillados en actitud orante mirando hacia el altar, se encuentran las figuras de los padres de Don Guiterre de Vargas y Carvajal. Esta postura ya era frecuente desde que la popularizó Gil de Siloe en la figura del infante Alfonso, en la iglesia de la cartuja de Miraflores.
Francisco Giralte. Francicso de Vargas e Inés de Carvajal. Capilla del Obispo, 1555.
Los cenotafios fueron labrados en alabastro de Cogolludo. A la izquierda se encuentra el de don Francisco de Vargas, fallecido en 1524, y a la derecha el de doña Inés de Carvajal, que murió en 1518. Los dos se encuentran bajo un arcosolio renacentista de medio punto y enmarcados por elementos arquitectónicos como columnas y entablamento clásicos similares a los del retablo. Los fondos están labrados con figuras de los santos de los que fueron devotos. Numerosos ángeles sostienen los escudos heráldicos de los propietarios y portan guirnaldas y cornucopias, todo en un estilo plateresco tardío. Los retratos son idealizados, puesto que los representados murieron más de treinta años antes de que se realizara la obra. El tipo humano es como el de las figuras del retablo, de canon corto y rasgos estereotipados como podemos ver en la figura inferior de Doña Inés.
Doña Inés de Carvajal. Detalle.
A la derecha de la nave se encuentra el sepulcro del obispo, uno de los más admirables monumentos funerarios españoles que también esculpió Francisco Giralte en 1566. Su calidad es comparable al sepulcro del infante Alfonso de Gil de Siloe en que se inspira, aunque desmarcándose del estilo gótico de éste, para desplegar toda la esencia del Renacimiento hispano. Otros cenotafios comparables son los famosísimo de Carlos I y Felipe II y su familia que realizarán León y Pômpeyo Leoni para la iglesia de San Lorenzo de El Escorial. Sin embargo, éstos no pueden ser considerados genuinamente españoles y engarzados en la tradición, ya que fueron realizados en Milán y en un material distinto, el bronce, y luego ensamblados en la basílica hacia 1587. Debajo puedes ver los dos primeros monumentos comparados.
Gil de Siloe, sepulcro del infante Alfonso. Francisco Giralte, sepulcro del obispo Gutierre de Vargas.
El obispo Don Gutierre aparece orante y arrodillado, como sus padres, aunque elevado sobre unas gradas y rodeado de sus capellanes. Las figuras tienen tamaño natural y sus rostros sí son verdaderos retratos de rasgos individualizados. El obispo se apoya en un reclinatorio primoroso de columnitas.
Delante hay diez niños músicos muy italianizantes que recuerdan las cantorías florentinas.
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