Martín Rico y Ortega (El Escorial, Madrid, 1833 - Venecia, 1908) es uno de los grandes paisajistas españoles del siglo XIX y, sin embargo, es un pintor poco conocido en España. Como prueba de esta afirmación hay que decir que jamás se había hecho una exposición monográfica en nuestro país de él. Por tanto, la que se celebra del 30 de octubre de 2012 al 10 de febrero de 2013 en el Museo del Prado, no sólo será la primera, sino que también será la que nos de a conocer al público español a este gran artista. Para ello se han reunido 101 obras entre óleos, acuarelas y dibujos. El Museo del Prado posee algunas de sus obras maestras procedentes del legado de Ramón de Errazu, pero la mayoría de los cuadros expuestos provienen de Estados Unidos donde fue muy apreciado. Han prestado sus obras muchos museos norteamericanos como el Metropolitan de Nueva York, el de Filadelfia, el de Brooklyn o el de la Hispanic Society y algunos coleccionistas particulares. También están expuestos sus cuadernos de dibujo que el Prado adquirió en 2007 y que dan idea de su personalidad artística. Como aperitivo a la exposición y al artículo que le dedico a continuación bien vale este breve vídeo de la agencia EFE.
La exposición se estructura en cinco espacios que determinan las distintas etapas y temáticas del artista, desde sus comienzos sobre el año 1853 hasta su muerte en 1908.
Los inicios como paisajista (1853-1861).
En sus primeros años el artista se formó en Madrid en la Academia de San Fernando bajo la influencia del pintor romántico español Genaro Pérez Villamil (1807-1854). Podemos ver en la exposición su actividad como acuarelista a través de un álbum con vistas realizadas al natural de El Escorial, Segovia y Ávila que posee el Prado.
Martín Rico. La meseta de Castilla, 1853-58. Acuarela sobre papel, 22 x 32. Museo del Prado.
También se exhiben pinturas al óleo, con vistas de Covadonga, la sierra de Guadarrama, los alrededores de Madrid y Azañón (La Alcarria). Con algunos de estos cuadros logró cierto éxito en las exposiciones nacionales y le sirvieron para ganar la beca con la que viajar por Europa para seguir estudiando el paisajismo.
Martín Rico. Vista de Covadonga, 1856. Óleo sobre lienzo, 81 x 65 cm. Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias.
En estas obras podemos apreciar la evolución de su pintura, desde una concepción romántica, hacia otra más realista, Su obra es propia del Romanticismo al concebir composiciones de grandes paisajes panorámicos, expresivos árboles aislados y montañas abruptas: es la fascinación que provoca en el pintor romántico la contemplación de la naturaleza. Si aparece el ser humano, como en la imagen de Covadonga, es para abrumarnos con la desproporción de tamaños. Pero también se percibe, que poco a poco, el pintor inicia una tendencia a hacer cada vez más presente el deseo de captar la luz natural, las calidades de hierbas, rocas y árboles, en definitiva, hacia el realismo.
Martín Rico. Un paisaje del Guadarrama, 1855. Óleo sobre lienzo, 69 cm x 100 cm. Museo del Prado.
Cuando quince años después volviera a pintar la misma sierra de Guadarrama que le vio nacer, los pinos retorcidos de Valsaín ya tienen el contrapunto adecuado con los grupos humanos que se extienden en los primeros planos en distintas actitudes y la luz y el color son los verdaderos protagonistas.
Martín Rico, 1869. Sierra de Guadarrama. Óleo sobre lienzo, 65,4 x 92,1 cm. Newark Museum, New Jersey.
El camino hacia el realismo (1862-1870).
En un segundo ámbito de la exposición podemos ver cómo Martín Rico a partir de 1862 fue conformando su estilo en el realismo. En esa década de los 60 viajará por Europa gracias a la pensión que obtiene de la Academia. Primero llegará a Francia, para pasar a continuación por Suiza donde formó parte del círculo de Alexander Calame (1810-1864) y de allí viajó a Londres en donde aprendió de las obras de los grandes paisajistas británicos,Turner y Constable, de ellos recogerá la idea de que sus paisajes fueran mucho más habitados por seres humanos. No obstante, sus paisajes todavía eran realizados plenamente en el taller, eso sí, valiéndose de notas tomadas del natural.
Martín Rico. Paisaje de Suiza (detalle).1862. Óleo sobre lienzo, 53 cm x 107 cm. Museo del Prado.
En 1864, vuelve a París para establecerse por unos años. Allí se especializa en pintar paisajes fluviales de las riberas del Sena, el Oise o el Marne. La influencia en esos cuadros del paisajismo de Corot y del pintor Charle-François Daubigny y de otros pintores de Barbizon es más que evidente. Son obras de cuidada ejecución y limpia atmósfera donde se captan los reflejos de los bosques y de los cielos sobre las aguas mansas.
Martín Rico. El Sena en Poissy. 1869. Óleo sobre lienzo, 38,7 x 64,8 cm. The Metropolitan Museum of Art. Nueva York. USA.
En el año 1865 pinta, al lado de Camille Pizarro, Las Lavanderas de La Varenne, la obra maestra de este periodo. El mayor atractivo de esta obra reside en la sencillez de su composición. A lo largo de esta segunda etapa francesa el artista va a pintar en lugares que frecuentan los impresionistas y aunque no sigue el camino de éstos, sí que conoce sus técnicas y recursos como realizar la pintura al aire libre, el utilizar una pincelada dividida o el uso de colores puros y, hasta en ocasiones, los emplea parcialmente. Por ejemplo, es verdaderamente impresionista la forma como está sugerida la hierba, los reflejos en el agua o los árboles, con una modernidad inusual en la pintura española de su tiempo, que no se encontrará hasta los paisajes maduros de Aureliano de Beruete. No obstante, nunca se despega del dibujo, lo que claramente le aleja del impresionismo.
Martín Rico. Lavanderas de La Varenne, Francia. 1864-66. Óleo sobre lienzo, 85 x 160. Museo del Prado.
Este tipo de parajes fluviales del interior de Francia dieron a Rico la oportunidad de ejecutar un tipo de paisaje muy distinto al que había hecho hasta ese momento, transformando por completo su paleta hacia los colores fríos y plomizos. Difumina los contornos y diluye las lejanías, creando una atmósfera bucólica y brumosa en sus vistas, teñidas de una ligera melancolía. Sus excepcionales cualidades dibujísticas describen con absoluta nitidez los elementos del primer término, modelando los objetos con grandes planos de color, que recuerdan también el paisaje americano de la época.
En 1864 y 1866 obtiene medallas en las Exposiciones Nacionales en las que se exhibían las obras que los pensionados mandaban como trabajo por su beca. Estos premios le empiezan a dar fama.
El éxito. Las vistas de ciudades (1870-1908). España, Francia, Italia y Venecia.
Al estallar la guerra franco-prusiana el pintor se alejó de París y recaló en Granada invitado por su amigo Mariano Fortuny (1838-1874). Pasará allí el año 1871, lo que será decisivo para terminar de consolidar su estilo, porque junto a Fortuny desarrollará el gusto por el color vibrante, la luminosidad y el virtuosismo preciosista. De este momento destacan por estas características obras maestras como La torre de las damas en la Alhambra que se conserva en el Museo del Prado. El cuadro refleja una escena infantil atemporal, en un ambiente recoleto y sereno, totalmente bañada por la luz del medio día. El color se desborda sobre cada uno de los objetos en infinitos matices.
Martín Rico. La Torre de las Damas en la Alhambra de Granada. 1871. Óleo sobre lienzo, 63,5 x 40 cm. Museo Nacional del Prado. Madrid. España.
La experiencia granadina se repetirá en otras pinturas que realizará en 1872 en Sevilla, donde plasmó en grandes óleos y acuarelas la atmósfera y la alegría de esta localidad andaluza. En años posteriores volverá a Sevilla (1875) y también viajará por otros lugares de España captando su luz. Pintará en Fuenterrabía (1872), Madrid y Toledo (1875 y 1893). En sus vistas españolas Rico combina su interés por los detalles más minuciosos de las arquitecturas con la pintoresca presencia de niños o animales principalmente.
Martín Rico y Ortega, Patio de la Escuela (completo y detalle), 1871. Óleo sobre lienzo, 34 x 60,5 cm. Madrid, colección particular.
Las imágenes de estas antiguas ciudades españolas, cargadas de historia y de monumentos, cobran vida al contextualizarlas en el presente con pequeñas figurillas que conforman escenas anecdóticas y populares. Desde el punto de visto pictórico le interesa sobre todo el efecto casi cegador del sol en las fachadas de las casas.
Martín Rico y Ortega. Puerta de una casa en Toledo (detalle), 1875 - 1878. Óleo sobre tabla, 21,6 cm x 35 cm. Museo del Prado.
Una cuarta sala se dedica a las vistas francesas e italianas. Es normal que se se convierta en pintor de París, porque desde 1874 se domicilia y pasa los inviernos allí al calor del éxito comercial que han obtenido sus marchantes por su obra y de los premios que recibe. Destaca la vista de París del Prado (1884), una visión panorámica hecha para la marquesa de Manzanedo.
Martín Rico. Vista de París desde el Trocadero (detalle).1883. Óleo sobre lienzo, 79 x 160 cm. Museo del Prado.
La experiencia de los paisajes luminosos realizados en España será aplicada a los rincones de Francia e Italia. En 1876, pintará en Chartres La Porte Guillaume. Están presentes los viejos recuerdos de la obra de Corot, pero Rico sabrá darle una luz diferente. También es muy bella la campaña pictórica por la costa azul, en 1881. Las obras que hace en Niza y en Beaulieu, junto al Mediterráneo, son comparables por su color y luz a las que hace en Venecia.
Martín Rico. La Corniche. 1881. Óleo sobre lienzo, 42,9 x 74 cm. Collection of the Tweed Museum of Art, University of Minnesota. USA.
De sus viajes a Italia también deja constancia de su paso por Roma, Nápoles y Verona. Pero es Venecia la ciudad de la que se enamora. La última sección de la muestra está dedicada, precisamente a esta ciudad, que conoce por primera vez en 1873, acompañado por Fortuny, y en donde va a realizar sus mejores obras. Desde ese año raro será el que no recale en Venecia en primavera y verano, de hecho la muerte le llegará allí en 1908. Venecia le ofrece: tranquilidad, una luz especial, agua para plasmar sus reflejos y unos edificios cargados de arte. También se siente libre para pintar al aire libre desde una góndola o desde los puentes toda la ciudad de Venecia. Todos los rincones de la ciudad serán desvelados: La Riva degli Schiavoni y otros canales, los monumentos, los distintos fondamenta, la laguna, Murano...
Martín Rico y Ortega, La Riva degli Schiavoni en Venecia (tamaño original y detalle).1873. Óleo sobre lienzo, 42 x 72 cm. Museo del Prado.
El descubrimiento de Venecia le hizo perfeccionar su definitivo estilo, que podríamos resumir en un perfecto equilibrio entre la suavidad de ejecución, la finura de la captación de la luz y las calidades cromáticas. La fascinación por la atmósfera de la ciudad, le llevó a utilizar sus dotes de colorista para captar en todo su esplendor su ambiente y, en ocasiones, crear una Venecia sorprendente e imaginaria puesto que, llevado de su gusto por la belleza, seleccionaba aquello que no quería pintar.
Martín Rico. Patio del palacio de los Dux de Venecia (Comleto y detalle). 1883.Óleo sobre lienzo, 141 x 81 cm. Colección Santander.
Todo ello acompañado de un apabullante éxito en el mercado. Relacionado con el marchante francés Goupil, sus vistas venecianas se vendían sin esfuerzo y por ello se dispersaron por multitud de colecciones, especialmente de Estados Unidos. El caso americano es notable, puesto que Rico llegó a ser uno de los pintores más cotizados de final de siglo XIX. Eso se debe a que después de la guerra de secesión la burguesía norteamericana intentó europeizarse y Venecia pasó a ser para ellos una de las ciudades que por excelencia mostraba ese caché propio de lo europeo.
Martín Rico. Vista del palacio Franchetti y del palacio Barbaro en el Gran Canal. 1894. Óleo sobre lienzo.
En Venecia, Rico se convirtió en uno de sus ciudadanos más respetados entre los artistas. Se codeaba con Sargent o con Whistler y llegó a ser jurado de la Segunda Bienal de Venecia. Allí trabajó también en contacto estrecho con algunos otros pintores norteamericanos como Chase.
Martín Rico. Venecia (completo y detalle) 1884-90. Óleo sobre lienzo, 42,4 x 71,7 cm.
Tanto éxito atrajo a numerosos artistas jóvenes que seguirán su estela como paisajista, pero también a falsificadores y malos imitadores que inundarán el mercado con cuadros relamidos y sin gracia de la ciudad de Venecia.
Podéis ver un montón de obras más en la siguiente presentación. Y si pincháis en ella podéis acceder al formato más grande, que es como merece la pena contemplar sus pinturas, puesto que cada detalle es un cuadro en sí.
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