viernes, 17 de octubre de 2014

RAMÓN CASAS Y CARBÓ (primer parte). LA FORMACIÓN: PINTOR ENTRE EL ACADEMICISMO REALISTA Y EL IMPRESIONISMO (de 1883 a 1890).

En cuatro artículos voy a intentar transmitir la obra de uno de nuestros pintores contemporáneos más notables, el barcelonés Ramón Casas i Carbó (1866-1932).
  1. En esta primera entrega trataré de su formación académica y de sus primeros pasos hasta desembocar en el impresionismo.
  2. Aunque, como veremos en el siguiente capítulo, su afiliación en el impresionismo (Segundo capítulo) sólo será pasajera y como todos los pintores evolucionará, en su caso,
  3. hacia postulados que le llevarán entre el realismo social (tercer capítulo)y el modernismo primero
  4. y en su etapa final volverá a un academicismo contracorriente con la tendencia dominante de la pintura. En el último artículo trataré también de su faceta como dibujante y cartelista de éxito.
Autorretrato de Ramón Casas. 1908.


Ramón Casas, Formación.

Ramón Casas nació el año 1866 en el seno de una familia acomodada catalana. Una familia que nunca puso pegas a la vocación de Ramón. Y es que Casas fue un artista precoz. A los 12 años dejó la escuela para entrar en el taller de Joan Vicens. Pero como no le satisfacía las enseñanzas de este pintor, se trasladó a París en 1881, con sólo 15 años, para ingresar en la academia del pintor Charles August Émile Duran, conocido como "Carolus Duran", un pintor realista, especializado en el retrato y gran admirador de la obra de VelázquezEn su academia aprenderá anatomía, perspectiva y, por supuesto, el retrato. Desde 1884 cambia de academia y asiste a la Acadèmia Gervex donde coincide con los pintores RusiñolBarrauCarrièrePuvis de Chavannes entre otros.

Carolus Duran. La dama del guante, 1869. Óleo sobre lienzo, 228 x 164 cm. Museo d´Orsay. Este es el mejor ejemplo de retrato a lo Velázquez de este pintor que tanto influyó en Casas para desarrollar este género.


Casas le sorprendió el interés que despertaba en el círculo que frecuentaba en París todo lo que tuviera sabor hispano. Es evidente que se dejó influir no sólo por el apasionado hispanista Carolus, sino también por otros miembros de estos estudios como John Singer Sargent, que en 1882, tras un viaje por España expuso su obra El Jaleo. También pudo ejercer su influencia sobre el joven pintor, la consideración que se tenía en todos los talleres de la obra realista de Edouard Manet, otro admirador de lo español, con conocidísimas obras inspiradas en pintores y tipos españoles.

John Singer Sargent, El Jaleo. 1882. 232 × 348 cm. Colección Isabella Stewart Gardner Museum.


El caso es que desde su primer viaje a París en 1881, alternó los inviernos  en esta ciudad con estancias en España y fue creando un estilo muy propio, mezcla de lo que aprendía en Francia y de lo que observaba en España. En 1883, con sólo 17 años, ya se consagró como joven promesa de la pintura cuando participó en el Salón de Artistas Franceses junto a autores consagrados con su Autorretrato vestido de torero. La arrogancia con la que posa sorprende como carta de presentación ante el gran público, cuando a un pintor tan joven se le supondría una actitud de más humildad. A mayor atrevimiento el día de la inauguración se presenta al Grand Palais con el mismo vestido del autorretrato. En otro autorretrato hecho en 1885 se pintará chulescamente vestido de bandolero. La composición  es muy efectista por el clarosocuro tenebrista que ilumina rostro y manos.

Ramón Casas. Autorretrato vestido de torero, 1883. Óleo sobre lienzo. 115 x 96.5 cm. Museu Nacional d'Art de Catalunya. Barcelona.


En un punto muy opuesto de luz y color y con unas ganas manifiesta de seguir ahondando en el tópico hispano nos encontramos con la otra gran producción de estos años entre 1884 y 1887: la serie de cuadros de tema taurino pintadas entre Barcelona, Madrid, Granada y Sevilla. En ellos el pintor nos demuestra sus sentimientos y su manera de entender la fiesta de los toros y se introduce por primera vez en la representación de masas humanas, cuadros que años después le darán un gran reconocimiento. La luz en las plazas es vibrante, muy fuerte, y la masa es abocetada, pero muy efectista. Parte de la crítica precisamente censuró que no fuera más realista, que para pintar a la gente en la masa sólo utilizara manchas cromáticas. Una Corrida de toros en la Barceloneta de 1884 es el mejor ejemplo de cómo es capaz de captar y expresar la pasión de una psicología colectiva y plural con sólo unas cuantas pinceladas.

Ramón Casas. Plaza de toros de Barcelona, 1884. Óleo sobre lienzo, 53,7 x 72,4 cm. Barcelona, Museu de Montserrat.


En 1886 se recupera de una tuberculosis en Barcelona. Ese mismo año expone en la colectiva de la Sala Parés los óleos de temática taurina. En 1887 culminará este tipo de cuadros con los realizados en la Maestranza de Sevilla. Estos son cuadros en los que aún se muestra más arrebatado y deslumbrado por el ambiente que se vivía  en la Maestranza, mostrándolo con una fuerza inigualable a través de pìnceladas abocetadas expresivas y planos más cercanos que acentúan el dramatismo. También ese año conoce a Ignacio Zuloaga, otro pintor español amante de la fiesta de los toros, que tratará esta iconografía a lo largo de toda su carrera artística.

Ramón Casas. Toros (caballos muertos), escena taurina, 1886. Óleo sobre lienzo, 73,7 x 64,8 cm. Museu Nacional d´Art de Catalunya.


Las visitas que realiza en 1885 al museo del Prado de Madrid para estudiar directamente la pintura de Velázquez  y de Goya repercutirán en un avance notable en los retratos de Casas. Como Velázquez, utilizará una gama limitada de colores, basada en tonos ocres, un foco de luz frontal y una fluidez en la pincelada que sorprenden en un artista tan joven. Del tenebrismo de los primeros retratos, pasará gradualmente a valorar cada vez más el color y la luz del entorno.

Ramón Casas. Retrato de Elisa Casas, 1885. Colección particular. Este cuadro todavía mantiene el tenebrismo inicial y se concentra en la figura y en la expresión.


Los retratados son sus familiares y amigos más cercanos que posan con naturalidad, sin la elegancia o la sensualidad que trasmiten los cuadros de Sargent o Duran. Como ellos, y como su admirado Velázquez, situaron a sus figuras en espacios conseguidos únicamente mediante gradaciones de luz.

Ramón Casas. Retrato de Monserrat Carbó, 1888. Óleo sobre lienzo, 202 x 92 cm. Fundación Banco Santander. Sus retratadas no son sofisticadas ni sensuales bellezas parisinas, son sus hermanas, unas jóvenes normales de la burguesía catalana.


Su habilidad para el retrato se pone a prueba cuando entre 1888 y 1889 decide trasladar sus retratos al exterior, utilizando la técnica impresionista de plein air. Por otro lado, nuestro pintor se sintió atraído por los elementos cotidianos y más íntimos. Por ese motivo, cambió el modelo de retrato e intentó captar casualmente a sus hermanas y primas en diferentes puntos del patio trasero de la casa familiar de la calle Nou de Sant Francesc, de Barcelona. La técnica es rápida y muy veraz, trasmitiendo en cada personaje su vida interior y encontrando la belleza en lo cercano y cotidiano. Varios son los retratos que me gustarían destacar, porque a mi juicio, algunos de ellos son de las obras mejores del pintor.

Ramón Casas. Retrato de Elisa Casa y Carbo 1889, detalle. Óleo sobre lienzo, 200 x 100 cm. Colección particular.

  • En primer lugar, destacaría el Retrato de Elisa Casas, una muestra de cómo el pintor conseguía singularizar a sus personajes, el aspecto y la expresión de la retratada, sin olvidar los sutiles efectos pictóricos. En esta obra Elisa, pintada a tamaño natural, está situada en medio de la terraza. La figura es inmejorable gracias a un talentoso dibujo y a un modelado de suaves transiciones. Con graduales efectos de sombra, Casas consiguió dar a conocer tanto la impresión de volumen como el valor táctil del rostro de tono claro. El vestido, el sombrero y los guantes  son espléndidos toques de luz muy bien entonados. La figura aparece perfectamente integrada en la patio por el uso en la composición de macetas con plantas que no rompiesen la armonía con su color verde grisáceo. El cuadro mereció elogios de los críticos de arte, aunque no faltaron algunas voces discrepantes que criticaban la utilización de gamas de colores fríos, que consideraban más propias de los pintores nórdicos.
Ramón Casas. Retrato de Elisa Casas y Carbó, 1889, detalle. Óleo sobre lienzo, 200 x 100 cm. Colección particular.

  • El Retrato de las señoritas N.N., es el de sus dos primas Ángeles y Antonia, paseando del brazo por la terraza entre los maceteros. El título se debió a que las jóvenes prefirieron mantenerse en un discreto anonimato. Las dos figuras destacan tanto por la precisión casi fotográfica de sus rostros como por la elegancia que trasmiten y el realismo del ambiente. Técnicamente, Casas se muestra muy valiente al utilizar el intenso blanco de los vestidos, matizados en rosa y azul respectivamente.
Ramón Casas. Retrato de las señoritas N.N. (1890). Óleo sobre lienzo. 220 x 160 cm. Colección particular.

  • En Mujer cosiendo en la terraza el artista se planteó el reto de retratar a su hermana de forma más impresionista, anunciando sus nuevos intereses pictóricos. Si en las otras composiciones Casasbuscó que en la obra dominara una gama tonal más armoniosa, aquí se basó como un impresionista en el contraste entre el rojo del vestido y su complementario, el verde de la planta en primer término. Con esta pilistra además consigue que nuestra mirada se dirija hacia la figura de la joven, consiguiendo crear la primera impresión de profundidad a la manera los grabados japoneses de Ukiyo-e que tanto imitaban y utilizaban como recurso los impresionistas. Las persianas echadas, que protegían aquel rincón de la terraza en los días calurosos del verano, le sirven para captar la sensación ambiente de día de calor. Las sombras se dibujan suavemente en el suelo, marcando, según su intensidad, diferentes parcelas dentro del espacio; zonas que, a su vez, sirven para armonizar la figura con el ambiente. El rostro de la mujer absorta en su trabajo también está situado en la penumbra, que queda acentuada por el rectángulo de luz del fondo del cuadro, que el pintor situó voluntariamente sobre la misma cabeza. Este reto no fue muy bien entendido, y la publicación La Renaixensa (29 de diciembre de 1889) consideró que la zona de sombra resultaba demasiado oscura. Por lo que se refiere a sus cualidades cromáticas, cabe destacar el color dominante, un rojo tan atrevido como cálido, una mancha valiente pero no estridente.
Ramón Casas. Mujer con vestido rojo cosiendo en el patio, 1889. Óleo sobre lienzo, 90,5 x 110,5 cm. Colección particular.

  • Para completar esta serie de cuadros que tienen como centro la terraza de su casa, en 1892, el pintor volvió a crear una nueva escena de intimidad, Interior al aire libre. En esta ocasión, representó a su hermana Montserrat y su cuñado Eduardo Nieto, tomando café en una tranquila sobremesa. En el acierto de la composición se une un tratamiento excepcional de la luz y el color. Las gamas cromáticas están sabiamente armonizadas bajo el reflejo de la luz de la primera hora de la tarde, que resplandece al fondo del patio, mientras que las figuras quedan en la suave penumbra que proporcionan las persianas.
Ramón Casas, interior al aire libre, 1892. Óleo sobre lienzo 160,5 cm × 121 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, Barcelona.


Casas muestra en estos cuadros su interés por captar lo inmediato, lo sencillo, lo cotidiano, lo íntimo con plena exquisitez y finura. Una gran lección compositiva y plástica dentro de un realismo que se renueva ante los estímulos pictóricos de Velázquez y de Goya y los nuevos aportes del impresionismo. Estos retratos femeninos serán bien acogidos cuando se expongan en octubre de 1890 en la Sala Parés de Barcelona. Por primera vez, la Sala que siempre había mostrado a Casas en exposición conjunta con otros muchos artistas, restringirá la muestra a su persona y al trabajo de sus dos amigos inseparables, el pintor Santiago Rusiñol y el escultor Enric Clarasó.

Ramón Casas. Retrato de Santiago Rusiñol, 1889. Óleo sobre lienzo, 166 x 96 cm. Colección particular.


Para entonces, la amistad con Rusiñol, al que conoció en los talleres parisinos al comienzo de la década, ya está consolida. Mucho más después de la separación de éste de su esposa en 1888 y de que en el verano de 1889 realizaran juntos un viaje en carro por Cataluña. Rusiñol escribe la crónica de esta aventura -Por Cataluña (desde mi carro)- Casas dibuja y toma apuntes. Los dos amigos se retrataron recíprocamente y los cuadros también fueron presentados en la Sala Parés. El de Casas presenta a un Rusiñol ante una pared decorada con dos lienzos superpuestos: un paisaje de su amigo y debajo asoma el detalle de la infanta Margarita de Las Meninas de Velázquez. Seguramente, Ramón quiso hacer alusión a los dos temas que consideraba esenciales pictóricamente para Rusiñol, su admiración por el pintor barroco y la naturaleza. Por su parte, Rusiñol retrata modernamente a Ramón con su bicicleta y fumando.

Santiago Rusiñol. Retrato de Ramon Casas con su bicicleta fumando, 1889. Óleo/lienzo. 165 x 96 cm.


Ese mismo año partirán en diciembre hacia París, donde compartirán vivienda con el crítico de arte Miguel Utrillo en el Moulin de la Galette. Pero esa es una historia que nos sumerge en la última década del siglo XIX y en el contagio del impresionismo y del postimpresionismo y eso será parte del siguiente artículo.

Y si queréis pasar a conocer sus cuadros de realismo social pinchad aquí.

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