viernes, 17 de octubre de 2014

RAMÓN CASAS Y CARBÓ (segunda parte). EL IMPRESIONISMO Y EL POSTIMPRESIONISMO (de 1890 a 1895).

De la estrecha amistad que unió a Casas y Rusiñol ya hemos hablado en el anterior artículo y existe un curioso testimonio: un cuadro en el que ambos aparecen retratándose mutuamente y que fue ejecutado por ambos en el viaje que realizaron por Cataluña en verano de 1890. En él se hace resumen de su relación y de lo ávidos que estaban por pintar y por entrar en la pintura contemporánea. En algún momento de su viaje por Cataluña pintando a plein air y haciendo la crónica de su viaje a alguno se le debió ocurrir que debían continuar su aventura en París.

Ramón Casas y Santiago Rusiñol. Retratándose, 1890. Óleo sobre lienzo, 59 x 73 cm. Sitges, Museu Cau Ferrat.

El París del impresionismo y del postimpresionismo (1890-92).

En noviembre de 1890 Ramón Casas y sus amigos -los pintores Santiago Rusiñol y Miquel Utrillo, el escultor Enric Clarasó y el grabador Ramón Canudas- llegaron a París para vivir una aventura bohemia. Todos ellos ya habían estado antes en la ciudad, pero como estudiantes y viviendo cómodamente como hijos bien de la burguesía catalana, ahora se trataba de probar suerte como artistas jóvenes en busca de nuevas experiencias. Era su momento de rebeldía, de pasar de las Academias donde se habían formado en una pintura realista, y de absorber lo que les podía ofrecer la vanguardia.

Como no podía ser de otra manera, para comenzar su nueva vida debían vivir en donde latía el pulso del impresionismo y del postimpresionismo: en el barrio de Montmartre, junto al famosísimo Moulin de la Galette que pintara Renoir en 1876 y donde malvivían numerosos artistas como ellos, ansiosos de éxito. Nuestros bohemios alquilaron una casa destartalada y fría y en seguida comprobaron que la vida bohemia no era tan bonita como pensaban. El frío les atenazaba y a finales de año, caían enfermos de gripe. Rusiñol escribe una serie de cartas, que se irán publicando en el diario La Vanguardia entre finales de 1890 y junio de 1891, contando sus peripecias tituladas "Desde el Molino. Artistas catalanes en París". Casas fue el encargado de ilustrarlas. El conjunto es un magnífico testimonio de primera mano tanto de su vida como de su obra en París.

Ramón Casas. Frío en Montmartre. Ilustración de las cartas "Desde el Molino", publicada en La Vanguardia el 25 de Diciembre de 1890.

En sus estancias anteriores en París Casas ya había tenido la oportunidad de conocer la pintura de los impresionistas y ya había dejado buena muestra de su interés por ella en los lumínicos y emocionantes momentos que reflejó en sus cuadros de temática taurina de los 80 o en sus retratos intentando captar la atmósfera del momento íntimo de los retratos que realizó en el patio de su casa de Barcelona a finales del año 1889. Pero ahora tiene la oportunidad de vivir como uno de los pintores que, tras la revolución impresionista, prueban a abrirse un nuevo camino en París e incluso codearse con otros pintores, que deambulan a caballo entre el impresionismo y el realismo, que le interesaban más.

Ramón Casas. Montmartre, 1891. En este cuadro se sintetiza la pobre colina en la que se alzaba el Molino junto al que vivían. La luz es de invierno, fría, y el cuadro transmite la desolación que sintió Casas en un sitio tan solitario como especial.

Porque Casas además de admirar la forma de trabajar de Edouard Manet y de Edgar Degas, los dos pintores del impresionismo con los que puede sentirse más identificado por el gusto por el retrato o los temas urbanos e intimistas, se ve influido por la atmósfera misteriosa de James Abbott McNeill Whistler y de otros pintores menos conocidos como L. Bonnat o A. Morot más centrados en la figura y el retrato.

Ramón Casas i Carbo. Retrato de Erik Satie, 1891. Este es uno de los mejores retratos que realizó Casas en París. Se trata del pianista y compositor Satie, en aquel momento un músico desconocido. Esta fue una de las amistades que cultivaron estos bohemios en Montmartre. Con él y otros amigos cenaron en las Navidades de 1890, según cuenta Rusiñol en sus cartas. En el traje raído y en los zapatos viejos se descubre la pobreza del músico, pero Casas le ha sabido dar una mirada soñadora, de alguien convencido de su valer, que no se arredra ante las adversidades de la vida. Nótese el efecto de la niebla y la silueta del sempiterno Molino al fondo. Según palabras de Rusiñol "El molino so sólo es el centinela del barrio, sino el centinela del mundo. (...) ... un pobre molino, negro, apolillado y de melancólica silueta, que se sostiene por milagro allá en las cimas de Montmartre". Rusiñol también hizo dos retratos del músico en estos meses, que también fueron presentados en la exposición conjunta de Casa Parés de Noviembre de 1891.

Como vemos en el cuadro anterior, el deseo de captar efectos fugitivos de la luz sobre los objetos o las atmósferas de los espacios en diferentes horas del día es una preocupación impresionista que le obsesionó en ese año 1891. En Plein air, Vista del Moulin de la Galette a las ocho de la mañana (1891) quiso precisamente eso: recrear la atmósfera disuelta de la mañana. Para ello evitó reflejar las sombras como algo oscuro y opaco y se centró en dar a la neblina mañanera una luz matizada sólo con colores. El tema que escogió en este caso es también moderno y será, a partir de este momento, una seña de identidad de su estilo y obra: una mujer sola sentada a la mesa con mucha elegancia. La escena se compone como una fotografía, porque no vemos el rostro de ella, que se vuelve atenta hacia un hombre que entra o sale del recinto al fondo.

Plein air, Vista del Moulin de la Galette a las ocho de la mañana, 1891. Óleo sobre lienzo, 51 x 66 cm. Museu Nacional d´Art de Catalunya.

Casas no destacaba ni se interesaba mucho por los paisajes y, sin embargo, en París también experimentó con la realidad que tenía más cercana, las vistas desde la ventana de su residencia en Montmartre. Con pincelada ágil creó un gran efecto de conjunto, donde el cromatismo de los tejados y de los árboles sirve para crear el ritmo ascendente que nos lleva a la silueta de la iglesia del Sacré Coeur, el elemento principal de la obra.

Ramón Casas i Carbó. Le Sacré-Coeur, Montmartre, 1891. Óleo sobre lienzo, 67 x 55,5 cm. Museu Nacional d´Art de Catalunya. Esta misma imagen será retomada por Casas en el diseño del fondo de su cartel para cigarrillos París.

Y, por supuesto, no podía quedar sin pintar de este barrio tan pintoresco el baile del Moulin de la Galette, un escenario mítico para los impresionistas, que, sin embargo, Casas pinta con una objetividad realista pasmosa, tanto día como de noche. El primer cuadro reproduce una tarde gris y triste de un domingo en París. Las luces del salón no están encendidas y en el ambiente húmedo y oscuro aparecen las siluetas de los danzantes perfiladas por la suave luz del exterior que penetra por las ventanas difundiéndose como bruma. La orquesta hace lo que puede para animar la tarde.

Ramón Casas. Baile en el  Moulin de la Galette, interior, 1891.

El otro cuadro sobre mismo tema. La luz es intensa, tal vez por efecto de la luz eléctrica, y el color aparece y, sin embargo, aún notamos la desazón del artista en la mirada de la mujer que con la mirada aburrida contempla a la pareja y a la pista de baile. Es un apunte inacabado que nos permite seguir comprendiendo el ambiente que se vive en el Baile.

En Interior Casas puso de nuevo de manifiesto la influencia del impresionismo. Una mujer nos abre una puerta y nos permite acceder a una habitación, posiblemente el estudio del pintor ya que vemos en la pared esbozos que recuerdan su estilo. El pintor buscó captar la impresión fotográfica del momento. Apenas insistió en el rostro y en su vestido para concentrarse en el contraste de colores entre el negro y el blanco y en hacer de la penumbra uno de los principales elementos compositivos. De hecho, las suaves sombras en el suelo se convierten en magníficos reflejos. Esos reflejos son también atractivos puntos de luz sobre el bronce de la cama, la pulsera que lleva la mujer o los vasos de encima de la mesa. Influenciado por las estampas japonesas y por la fotografía, Casas presentó los objetos cortados, como si quisiera reivindicar que la pintura debía sugerir.

Ramón Casas. Interior, 1891. Óleo sobre lienzo, 102 x 82 cm. Museu Nacional d´Art de Catalunya.

Todas estas obras de ambientes parisinos serán presentadas en una exposición conjunta con Rusiñol y Clarasó en la Sala Parés en noviembre de 1891. A la que le seguirá una segunda en febrero de 1893. De esta segunda exposición es esta famosa imagen de la modelo de pintores "La Madeleine", que titulo En el Molin de la Galette. Con este cuadro se sumaba a la tradición de pintar a una mujer joven en este baile. Casas quiso representar a la muchacha en un estado anímico dominado por los celos. Fuma y reafirma su nerviosismo con la otra mano crispada y con unos ojos que no dejan de mirar a dos figuras que se reflejan en el espejo (un guiño a la obra de Manet), el motivo de su desazón.

Ramón Casas i Carbó, Madeleine o el ajenjo (absenta), En el Moulin de la Galette, 1892. Óleo sobre lienzo 117 x 90 cm. Barcelona, Museo de Monserrat.

La luz mediterránea. Los pintores "modernistas".

En estos dos años, Casas intercala sus estancias de invierno y primavera en París con estancias en su tierra en verano y otoño. En octubre de 1891 se sabe que pintaba en Sitges acompañado por el pintor Eliseu Meifrén. La luz mediterránea de la Costa Brava, tan distinta de la de París, es un revitalizante para el pintor. Son paisajes hechos con pincelada ágil de patios azules y parajes solitarios inundados por el sol, donde se producen violentos contrastes de luz entre las zonas a pleno sol y las de sombra. En verano de 1892 regresará a Sitges y participará en la "Primera Exposición Modernista" (25 de agosto) que reunió la obra de los principales pintores jóvenes catalanes. Lo de "modernista" se utilizó como término para diferenciar a estos pintores tan lumínicos de la pintura "antigua" y oscura de la generación anterior. En febrero de 1893 se inauguró la Tercera Exposición Rusiñol-Casas-Clarasó donde se expuso la síntesis de todo lo que había trabajado en estos dos años.

Ramón Casas. Camino del Vinyet, Sitges. 1892. Óleo sobre lienzo, 50 x 61 cm. Colección particular.

Nuevos caminos hacia el intimismo. (1893-1895).

En 1893 Casas con un prestigio como pintor ya ganado continúa indagando por nuevos caminos. Sorprende a todos en la exposición del año siguiente con una serie de desnudos y semidesnudos femeninos de líneas ondulantes muy bellos, que escandalizaron a la Barcelona bienpensante de la época. Los rostros quedan ocultos por los cabellos.

Los desnudos fueron la antesala de un tipo de cuadro que devolvió a Casas al tema de las escenas intimistas femeninas de toilette que tanto practicaron Tolousse-Lautrec o DegasPreparando el baño (1894), muestra a una mujer a través de un suave contraluz y un gesto despreocupado en su cabeza que nos invita a ser partícipes ocultos de ese momento. La luz en penumbra y los reflejos sobre los objetos, así como la sensualidad que trasmite la figura, se convierten en los protagonistas de la escena. La cabeza y el busto recortado contra la ventana vienen a ser la síntesis de lo que trasmite el conjunto.

Ramón Casas. Antes del baño, 1894. Óleo sobre lienzo. 72,5 x 60 cm. Abadía de Montserrat. Barcelona.

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También puedes seguir la obra de Casas en los siguientes artículos de este blog.

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