jueves, 26 de diciembre de 2024

EL TRICLINIUM DE LA VILLA MARÍTIMA DE POSITANO. LOS LUJOSOS FRESCOS DE ESTILO IV POMPEYANO QUE EL VESUBIO SEPULTÓ EL AÑO 79 D.C.

 
Nos situamos en el año 79 a. C., año de la erupción del Vesubio que cambiara la faz del paisaje del territorio de la bahía de Nápoles. La devastadora colada de lava y la nube de ceniza piroclástica sepultaron ciudades en su entorno sur como Pompeya, Herculano, Oplontis o Stabia y también lujosas villas suburbanas, como la de los Misterios, junto a Pompeya,  o villas rurales que podían servir de residencia temporal y de explotación agraria de la fértil Campania para los ricos terratenientes, como la de Boscoreale





0- La erupción del año 79 en Positano.

Las consecuencias de la erupción del Vesubio se extendieron también, tanto directa como indirectamente, mucho más al sur de la bahía de Nápoles. Fueron especialmente catastróficas en la orilla norte de la amplia bahía de Salerno, la costa que hoy conocemos como de Amalfi, donde se ubicaba la villa de Positano, de la cual hablaremos en este artículo. 

Este yacimiento se localiza a más de 20 kilómetros en línea recta del imponente volcán. A primera vista, podría parecer que la cordillera de los montes Lattari, que se elevan por encima de los 1400 metros y conforman la península de Sorrento, actuaría como un formidable obstáculo natural para prevenir mayores desastres en la zona. Sin embargo, la columna de gas y cenizas que salió del volcán el año 79 fue muy alta y el viento predominante se encargó de dirigirla hacia el sur y de que sobrepasara los montes. Como resultado, se registraron a lo largo del golfo de Salerno acumulaciones de ceniza que variaron entre dos metros y 10 centímetros en varias decenas de kilómetros (ver mapa inferior). Es importante destacar que la caída de ceniza y piedra pómez no resultó letal en su primer impacto en esta región, ya que su temperatura interna había disminuido considerablemente.

En la imagen, un mapa de la zona afectada por la erupción del Vesubio el año 79. La escala de color graduada explica la distribución del espesor de la caída de piedra pomez y cenizas; las flechas y las líneas asociadas indican la dirección y extensión de los flujos piroclásticos. El mapa es del geólogo Giovanni di Maio que trabaja en las excavaciones de Positano. (G. Di Maio, GEOMED).










En concreto, en Positano, las excavaciones han revelado que sobre la villa de la que trataremos cayó primero una fina capa de ceniza, seguida de otra más gruesa de piedra pómez de dos metros. El tejado desvió gran parte de la piedra pómez hacia los jardines y los espacios exteriores del edificio, pero, aún así, el peso acumulado llegó a ser tal que colapsó parte de las estructuras de madera de la cubierta, cayendo sobre las estancias interiores.

Sin embargo, fue una segunda catástrofe la que selló el destino de nuestra villa marítimaEn los meses posteriores a la erupción, la espesa capa de cenizas depositada sobre las laderas de las montañas, que presumiblemente habían arrasado la vegetación, fue desplazada por las lluvias, formando una devastadora corriente de fango volcánico. Positano está literalmente sobre un barranco, el vallone Pozzo, una pequeña cuenca que drena la vertiente sur del pico más alto del los Montes Lattari (Monte San Angelo 1444 m). El barro penetraría por ventanas, puertas y escaleras llenando y llenando cada vacío las zonas más bajas con sedimentos de hasta 10 metros de profundidad, sepultando las construcciones de nuestra villa y las de toda la costa de Amalfi. En concreto, en la sala del triclinium que ha sido excavada en nuestra villa, se ha constatado que los muros, que ya estaban parcialmente colapsados, comenzaron a ceder bajo el creciente peso del lodo que fluía cuesta abajo desde cotas más altas. El muro occidental se desmoronó en pedazos, mientras que los muros norte y este se fracturaron en su parte superior, aunque permanecieron intactos en el metro y medio inferior. La parte superior se movió unos 40 cm cuesta abajo pero no se cayó, lo que indica que el lóbulo sur del flujo ya había llenado rápidamente el triclinio. Finalmente, cuando los materiales piroclásticos se secaron, se consolidaron de tal manera que se convirtieron en una roca de toba tan dura que su excavación moderna debe realizarse con martillos neumáticos. Así, la villa permaneció sepultada durante siglos.

El museo exhibe una parte del edificio sin excavar, que ilustra la dificultad de la excavación y explica al visitante el caos que enfrentaron los arqueólogos. Se pueden observar los depósitos de cenizas y lapilli de la columna volcánica, así como los restos del colapso que los lodos volcánicos provocaron en las estructuras que aún quedaban en pie y la amalgama creada cuando fraguaron. 

Durante la Edad Media (siglo X), los monjes benedictinos construyeron una abadía en el mismo lugar que la villa, que luego, en el siglo XVIII se transformó en la actual iglesia dedicada a la Asunción de la Virgen María. A principios del año 2000, la Superintendencia Arqueológica inició la recuperación de las criptas utilizadas por los monjes para sus enterramientos, que hoy en día es el camino de acceso a los restos romanos. 

Tres niveles arqueológicos superpuestos: el de la iglesia/oratorio superior, el de las criptas medievales y el del triclinium de la villa romana del siglo I.

En la imagen, el acceso desde la cripta a la zona arqueológica romana a través de una escalera panelada con cristales. Esta musealización se realizó a partir de 2017 y se abrió al público en 2018.

A partir de 2003-04 se continuó profundizando la excavación hallando parte de los restos romanos que había debajo. En concreto, salieron a la luz la parte superior de unos muros pintados (la parte alta del muro norte) que confirmaron que bajo las criptas existía una lujosa villa. 

Decoración de la zona superior del muro norte durante las excavaciones de 2003/2004. Se aprecian los restos de tejas de la techumbre y una espesa capa de de lapilli y cenizas.



Las excavaciones se suspendieron debido a la complicada logística (reducido tamaño de la superficie trabajable y la necesidad de consolidar las estructuras y pinturas encontradas) y no se reanudaron hasta el año 2015. Los arqueólogos responsables de las nuevas excavaciones, Luciana Jacobelli y Riccardo Iaccarino, han desvelado lo que parece ser un lujoso triclinium exterior, es decir, un comedor de una residencia romana hecho para estar abierto por uno de sus lados. Se han encontrado gran parte de los muros norte, este y oeste y probablemente la sala estuviese cerrada al sur por un pórtico con columnas que ofrecía una vista panorámica de la bahía. La presencia de una columna derrumbada hacia el interior de la sala sugiere esta configuración. Este espacio estaba decorado con impresionantes pinturas al fresco, que se ha restaurado en la medida de lo posible. De momento, el hábitat actual del pueblo limita la posibilidad de extender las excavaciones y conocer mejor el edificio.

Las dos fotografías de abajo fueron tomadas casi desde la misma perspectiva de la sala (con el muro este al fondo y el muro norte a la izquierda), pero en diferentes momentos de los trabajos de excavación y restauración realizados entre 2015 y 2017. En la imagen de la izquierda (2015), se puede ver con claridad el espesor de la toba volcánica gris de la que se ha rescatado este espacio. Después de varios metros despejados, todavía quedaba un par de metros más para llegar al suelo, y seguían apareciendo restos del edificio colapsado. Se aprecia una columna partida (¿del pórtico sur?) y un fragmento pintado de muro de la parte oeste. Los andamios, servían tanto para descender hasta el nivel de excavación como para iniciar los primeros trabajos de consolidación de los frescos. En la imagen de la derecha (2017), el área se había despejado por completo de escombros y se había alcanzado el suelo del triclinium. Dos restauradoras del COO.BE.C. trabajan sobre los frescos para su mejor conservación y visualización pública. 


Sabemos poco más sobre la villa, aunque con lo rescatado y otras fuentes arqueológicas e históricas podemos plantear hipótesis de cómo seríaque propósito o finalidad tenía, quién pudo ser su propietario, cómo se accedía a ella y cómo sería la vida diaria en ella... 

1. Las villas marítimas de Campania. De la villa rural a la villa de recreo.

La estructura de la mayoría de los edificios modernos que actualmente se asientan en la costa amalfitana nos sugiere que la villa probablemente estaría construida en varios niveles que descendía hacia el mar con un sistema de rampas y terrazas. Ahora mismo todo ello está bajo los edificios "modernos". De hecho, cuando en el pasado se hicieron obras se descubrieron evidencias de termas, peristilos y diversas salas. Pero también se puede llegar a que esa era su morfología por la comparación con otras villas marítimas de la zona mejor conocidas.

En esta fotografía aérea del centro de Positano, se observa la desembocadura del barranco, que aparece cubierto en su último tramo. La iglesia, junto con los edificios adyacentes, se sitúa en claro escalonamiento hacia el mar,  donde la playa se ha convertido en  un fondeadero para pequeñas barcas. Al otro lado del barranco, los edificios también se abancalan y orientan sus fachadas principales hacia el mar. 

Pero antes de seguir adelante deberíamos dejar claro ¿Qué era una villa marítima? y ¿Por qué fueron tan numerosas y lujosas en Campania? 

Fue durante el período republicano cuando surgió la idea entre la aristocracia romana de celebrar la vida rural, valorando la sencillez y el trabajo en la granja como un fórmula antiestresante frente a la vida en la gran ciudad. Esta visión inspiró a muchos romanos ricos que vivían en Roma a regresar a sus propiedades rurales cercanas y adecentar unas cuantas habitaciones para acoger a la familia en las visitas ocasionales que estas pudiesen realizar. La villa así creada se denominaba "rural", porque mantenía el carácter de explotación agraria, aunque se hubiese ennoblecido con nuevas construcciones para los propietarios. Sin embargo, con las riquezas adquiridas a raíz de las conquistas militares del siglo I a. C., las villas se volvieron ostentosas y, algunas de ellas, se convirtieron en primeras viviendas de la élite romana. Estas villas perdieron su esencia fundacional de granja y se transformaron en símbolos de la riqueza y estatus social de sus propietarios. No se trataba de simples viviendas, sino de residencias equipadas para el ocio, villas de recreocon bibliotecas, balnearios, gimnasios, piscinas, fuentes, teatros, jardines, ninfeos, triclinios..., donde cada centímetro cuadrado estaba adornado con mosaicos, frescos y estucos.   

Las mismas villas se convirtieron en tema de representación en los frescos que decoraban las villas y edificios de la bahía de Nápoles.

Todos los territorios cercanos a Roma fueron remodelados con las nuevas villas de recreo, pero fue la costa de Campania la que más atrajo a la nobleza romana. La proximidad a la Urbs, la presencia del mar o el clima templado eran cualidades que compartían con regiones como el Lacio o Etruria. Pero, sin duda, hubo otros factores para que esta región fuera la que atrajera a la crème de la crème de la élite política e intelectual de Roma. Entre ellos se encontraba la seguridad que proporcionaba la flota militar romana estacionada en Miseno, lo que convirtió a la costa de Campania en el refugio más seguro frente a los piratas que amenazaban el mar Tirreno. También jugaron un papel crucial, la belleza natural de sus bahías, junto con sus tierras fértiles y abundantes en recursos. Y para los amantes de la literatura, la región ofrecía lugares llenos de tradición mítica en relación con la Odisea y la Eneida. Todo ello llevó a un aumento en la construcción de villas, creando casi una metrópolis continua a lo largo de la bahía de Nápoles.  

La bahía de Nápoles. Dibujo de Jean Claude Golvin, transformado para indicar algunos lugares geográficos.
Se conocen parcialmente muchas villas en la Bahía de Nápoles, pero sólo algunas están bien documentadas, como la que posiblemente perteneció a Publio Pollio Felice, un ilustre miembro de una familia noble de Pozzuoli, que nos ofrecen una idea de cómo fue la nuestra. Esta villa marítima no se vio tan afecta por las cenizas ni sufrió la destrucción del lodo volcánico, a diferencia de la de Positano, gracias a estar unida por un estrecho istmo al continente. De hecho, la villa se mantuvo activa hasta el siglo VI y ha sido virtualmente reconstruida a partir de las excavaciones arqueológicas y de la valiosa información que nos proporcionó el poeta Publio Papinio Estacio, amigo del propietario, en dos de sus poemas de las "Silvae".
“... entre los muros a los que las Sirenas dieron su nombre (Sorrento) y los acantilados que soportan el peso de Minerva Tirrena... La villa de Pollio está situada en lo alto, frente al golfo, en las colinas donde las uvas no temen comparación con las de Falerno y los viñedos descienden en terrazas casi hasta las rocas, de modo que las ninfas del mar vienen por la noche a robarte los racimos. A quienes desembarcan en la playa, una ensenada en forma de media luna excavada entre las rocas (...). Frente a ellos, guardianes de la tierra y el mar, se encuentran una estatua de Neptuno y un pequeño templo de Hércules, que Pollio reconstruyó desde cero para sustituir uno más antiguo. En el puerto el mar siempre está en calma, e incluso en invierno los rigores del frío y el viento se sienten menos. Donde antes había polvo y sol, ahora un pórtico oblicuo, obra digna de Roma, invita a subir cómodamente hasta el alojamiento de la villa.  Desde él, en estancias convenientemente dispuestas, se puede disfrutar de las primeras luces del amanecer o de la hora del crepúsculo, cuando el sol ya se ha puesto y la sombra de la montaña ya cae opaca en el agua, y la villa parece nadar sobre un mar. de vidrio. Un ala de la casa tiembla por el rugido de las olas, otra ignora las olas y prefiere el silencio de los campos."
Las villas marítimas se caracterizan por tener construcciones sobre el mar (puertos, estanques de peces u otras estructuras marítimas). Establecieron una relación preferencial con el paisaje -mar, montaña, islas, centros habitados- con el que están en contacto a través de marcos arquitectónicos como miradores, templetes, pórticos, paseos o ventanales, que enmarcaban el entorno y realzaban los ejes visuales. En la foto inferior, la reconstrucción de la villa del cabo sorrentino atribuida a Pollio Felice.


Con la instauración del imperio a finales del siglo I a.C., el emperador se convirtió en el modelo a seguir. Augusto poseía una residencia Pausyllipon, cerca de Nápoles, pero también el año 29 a. C. se hizo con la propiedad de toda la isla de Capri, en el extremo del cabo de la península de Sorrento. Impresionado por el atractivo de esta, la frecuentó casi todos los verano durante 35 años. Sin embargo, será su sucesor, Tiberio, quien, a partir del año 26, se retira a vivir permanentemente en la isla hasta su muerte el año 37 e inicia un verdadero desarrollo urbanístico en la isla. 

Tácito relataba que la isla de Capri llegó a albergar 12 villas rodeadas de naturaleza y suspendidas sobre el mar. Villa Jovis (Júpiter) era la más grande. La villa fue construida sobre un espolón rocoso que domina el mar Mediterráneo. Consta de un enorme edificio cuadrangular dispuesto alrededor de un peristilo. Las cisternas se encuentran en el nivel inferior. El nivel superior alberga los pisos imperiales y las termas. El edificio está rodeado de jardines en terrazas. El complejo entero abarcaba unos 7.000 metros cuadrados en un desnivel de unos 40 m. Abajo se puede ver la Torre del Faro. A lo lejos se divisan la bahía de Nápoles y el Vesubio. Reconstrucciones recientes han demostrado que la villa es un testimonio notable de la arquitectura romana del siglo I. Dibujo de Jean Claude Golvin.


El traslado de Tiberio a Capri hizo que se redoblara el interés entre las élites por las villas en esta península, tanto las orientadas a la bahía de Nápoles (norte) como las que daban al golfo de Salerno (sur). Esta última zona había sido menos edificada hasta entonces debido a su peor acceso por tierra. Sin embargo, su proximidad a la corte imperial, a un corto viaje en barco, las convirtió en un lugar privilegiado. Esto condujo a la renovación de las villas pequeñas que había previamente y a un impulso significativo en la construcción de otras nuevas. Sin embargo, de las villas en esta costa amalfitana conocemos poco, más allá de los restos arqueológicos, pues carecemos de descripciones de autores antiguos sobre su aspecto de las misma o sobre quiénes fueron sus propietarios. No descartemos que algunas, como las de Positano, se encuentren a muchos metros de profundidad enterradas por el lodo volcánico.

Además del complejo marítimo de Positano, se ha documentado que, al menos, se construyó otra domus en los islotes que miran a la costa, conocidos en la antigüedad como los islotes de las Sirenas. Este lugar era, según Estrabón, las tres islas mencionadas en la Odisea a donde Ulises fue atraído por estos seres míticos, mitad aves y mitad mujeres. Por esta razón, los islotes reciben actualmente el nombre de Li Galli (de los gallos). En la isla más grande, el Gallo Lungo, se han encontrado restos de una villa que data del primer período del Imperio. La extensión de la instalación era relativamente pequeña. No muy lejos, en Amalfi y Minori también se han rescatado restos de dos importantes villas marítimas en la costa sur de la península de Sorrento.

Las islas di Galli, islas de las sirenas, y al fondo la escarpada costa amalfitana. Hoy en día es una polémica isla turística.


2.- La villa marítima de Positano.

Positano se ubica en una de las encantadoras ensenadas de la costa de Amalfi, asomada al golfo de Salerno. Su orientación hacia el sur y la protección que ofrecen los montes Lattari contra los vientos del norte la convierten en un lugar ideal para habitar durante todo el año, propicio para la construcción de una villa de recreo, tan abundantes en el golfo de Nápoles. Aunque su paisaje natural es de una belleza indiscutible, en la antigüedad presentaba desafíos significativos: carecía de recursos naturales relevantes, tenía muy poca tierra para una agricultura sostenible y sólo era accesible por mar. A pesar de que su casi inaccesibilidad por tierra, debido a las pronunciadas laderas que le respaldaban, podría considerarse una limitación, paradójicamente se transformaba en una ventaja para quienes buscaban un otium sereno, alejado de visitas no deseadas y del ajetreo de la vida en la Urbs 

La localidad de Positano hoy en día. Las casas del pueblo se cuelgan de la ladera hasta la playa. La villa marítima se supone estaría a la derecha. En concreto, el triclinium abierto hacia el mar del que hablaremos se ha encontrado bajo la iglesia de la que contemplamos parte de su fachada y cúpula. Esta imagen vale más que mil palabras sobre la belleza del lugar y lo inaccesible que resultaba por tierra.





La existencia de la villa se conocía desde el siglo XVIII. Karl Weber, arquitecto suizo responsable de las excavaciones borbónicas, describió el 23 de abril de 1758 en un breve informe estructuras romanas con frescos y mosaicos situadas al lado del campanario e iglesia de Positano: "en el lado de la iglesia con un campanario situado en primera línea de playa, a una profundidad de 6,70 metros se encontraron los restos de un edificio antiguo piso de mosaico blanco”. Luego agregó que vio una serie de habitaciones pintadas justo fuera de la iglesia, pero en mal estado, y un peristilo con columnas en estuco rojo y un jardín rectangular de unos 52 metros de largo con una fuente y estanque. Posteriormente, el arqueólogo y epigrafista Matteo della Corte (1875-1962) concluyó que la villa perteneció a Posides Claudi Caesaris, un poderoso liberto del emperador Claudio. Della Corte sustentó su afirmación en la etimología del topónimo Positano, que derivabaría de "Posidetanum praedium", es decir, "propiedad de Posides", el propietario de la villa. 

Vista de Positano en 1841. Grabado de Karl Girardet. 

La verdad es que desconocemos a ciencia cierta quien fue el propietario que construyó sobre estos escarpes una villa escalonada. Los arqueólogos han fechado los restos recuperados entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C., lo que sugiere la posibilidad de que existieran diferentes propietarios a lo largo de casi dos siglos, así como diferentes fases residenciales, con ampliaciones, consolidaciones y embellecimientos. Pero sí que podemos concluir varias cosas sobre ellos: que los propietarios fueron personas de considerables recursos financieros, dispuestas a embarcarse en un proyecto arquitectónico tan costoso, del que sacarían poco rendimiento económico. También, es evidente que eran unos enamorados del buen gusto artístico, como lo demuestra la elección que hicieron de los materiales y decoraciones en el triclinium que aún conservamos. Y además, que su sentido estético se complementaba con la admiración por los espectáculos naturales, ya que el paisaje marino que se contemplaba desde su ubicación era sublime. Desde el interior, los huéspedes de la residencia podían disfrutar de la panorámica y de la brisa del mar, mientras conversaban o comían. No es difícil imaginarlos sentados entre las magníficas paredes del triclinium, con cortinas que filtraban parcialmente los rayos del sol, comiendo especialidades locales y pescado fresco.

La partida del señor de la domus, Ettore Forti. Pintor activo entre 1880 y 1920. Recreación de uno de los miradores de una villa marítima en la bahía de Nápoles.



 Asimismo, es probable que buscaran mejorar la vista de la costa desde el mar al crear una escenografía espectacular de pórticos y jardines que se escalonaban hacia la playa. 
El complejo de ocio estaría pintado con colores brillantes, sinónimo de riqueza y lujo, tanto es así que incluso las estatuas y columnas fueron decoradas con colores intensos. Pero de eso aún no tenemos constancia cierta.

Se requerirá más investigación para reconstruir el plano de la villa de Positano. Sin embargo, las excavaciones recientes y las evidencias anteriores han confirmado que ocupaba todo el paseo marítimo que hoy constituye el núcleo del centro histórico de Positano, desde el área principal de la iglesia y los jardines del Hotel Murat hasta la antigua playa, situada más allá de la iglesia de S. Maria Assunta, donde actualmente se encuentran restaurantes y tiendas. El complejo contaba con un peristilo, que probablemente incluía un jardín central y una fuente, tal como lo describe Weber. También había una terma, por la presencia de tubos de terracota para calefacción radiante, y una habitación lujosamente decorada, posiblemente un triclinium. Al igual que otras villae maritimae romanas, es probable que contara con dos o más niveles.

 



3.- El triclinium de la villa. Las pinturas del cuarto estilo pompeyano.

La excavación realizada bajo la cripta ha revelado una sala de grandes dimensiones, de la que sólo se ha podido despejar de cenizas volcánicas aproximadamente la mitad de ella. Se puede visitar in situ en el Museo Arqueológico Romano (MAR) de Positano o a través de su web.

Actualmente, sólo dos paredes exhiben sus frescos: la del norte por completo, que mide unos 5,75 m, y la del este, que se encuentra parcialmente despejada, con una longitud de poco más de 4 m. 

Pared norte.


El resto de este muro, por el momento, debe permanecer sepultado por razones de seguridad estructural. Según el esquema compositivo, se estima que las paredes este y oeste debieron haber medido 7,14 m de largo. En la  pared este se puede observar el impacto devastador del lodo, ya que desplazó la parte superior del muro 35 cm hacia adelante. 

Pared este. El corrimiento de la pared, por la presión de los lodos volcánicos a la altura de los 1,5 a 2 metros de altura, prueba que el peristilo del lado sur ya había sido derribado previamente.


En cuanto al tercer muro, ubicado en el lado oeste, sólo se conserva la esquina noroeste. La mayor parte de él fue hallado fragmentado durante los trabajos de excavación, y ha sido reconstruido, colocándole para la exposición sobre un nuevo soporte. El cuarto lado de la habitación probablemente correspondía a un peristilo abierto hacia la bahía. 

Fragmentos de la pared oeste.


A pesar de que el estudio de la decoración de la villa de Positano se encuentra en sus primeras etapas, al estar limitado a una sola sala, se puede afirmar que la relevancia de este hallazgo es notable para entender varios aspectos sobre la pintura romana.
  • Sobre los artistas. 
  • Sobre las técnicas empleadas.
  • Sobre la originalidad de lo representado bajo el cuarto estilo pompeyano.

SOBRE LOS ARTESANOS-ARTISTAS. 

La excepcional calidad y originalidad de los frescos en el triclinium de Positano sugieren que los propietarios de la villa contrataron a un taller de decoradores de prestigio, cuyos nombres han permanecido en el anonimato desde la antigüedad. Es posible que estos artesanos procedieran de Roma, vinculados al séquito imperial que trabajaba en las villas de la cercana isla de Capri. La obra en cuestión evidencia que estos pintores estaban al tanto de las modas contemporáneas, particularmente del cuarto estilo, y que poseían un profundo conocimiento de los repertorios figurativos y escenográficos. Además, demostraron una notable atención al detalle, habilidad para crear composiciones complejas y una gran destreza en la combinación de colores. Aún así, es importante destacar que para los romanos el pintor no pasaba de ser un artesano especializado y hábil, pero no un artista en el sentido moderno del término. Por ello, no nos ha llegado firmado ningún fresco.

Recreación con IA de un decorador trabajando sobre las paredes del triclinium.




Desde una perspectiva estilística, parece que varios decoradores colaboraron simultáneamente en la villa de Positano, aplicando una rigurosa división del trabajo, especialmente en las secciones donde expertos pintores de frescos y yeseros trabajaban en conjunto. No obstante, las pinturas centrales y los retratos redondos, que se realizaron únicamente después de completar el resto de la pared, fueron ejecutados por un pintor más experimentado, conocido como el pictor imaginarius. No podemos descartar, como así nos enseñan algunos frescos de Pompeya, que entre estos pintores también existieran pintoras.

Fresco que representa a una mujer pintando una estatua de Príapo. Ubicado la ''Casa del Chirurgo'' (VI 1, 10-7-23) en Pompeya. Nos sirve apara entender el oficio. En la obra, la pintora aparece sentada en un bisellium sosteniendo en su mano derecha un pincel con el que recoge pigmento de la caja de colores para diluirlo en el cuenco que sostiene en su mano izquierda. A continuación lo aplicaría en la tabla situada a sus pies, donde trabaja en la representación de una estatua de Príapo. Considerando lo expuesto en párrafos anteriores, resulta poco probable que represente a una pintora concreta de un taller. Más bien, podría interpretarse como la personificación de "la pintura" o, alternativamente, como una de las propietarias de la domus que aficionada a esta práctica artística, practica esta artesanía. Esta interpretación sugiere un enfoque más amplio sobre el rol de las mujeres en el ámbito artístico y cultural de la época, destacando su posible participación en actividades que, aunque no formalmente reconocidas, eran valoradas en el contexto doméstico.


SOBRE LAS TÉCNICAS EMPLEADAS

La decoración del triclinio de la villa romana de Positano combina la técnica pictórica del fresco con originales figuras en relieve en estuco, situadas en la parte superior de las paredes. El estuco es un revestimiento importante de la decoración romana de nuestra villa que se utilizó para crear las molduras que enmarcan los pisos y para darle un efecto en tres dimensiones a las pinturas murales. Molduras y figuras repetidas se hacían a través de moldes, que luego se pintaban.

En la imagen, el proceso de ir realizando los estucados aplicando moldes al yeso. Con esta técnica se hizo las cornisas donde dos volutas unidas por debajo se rizan sobre sí mismas y de las roleas caiga una trifolia. El motivo se repite rítmicamente y se destaca a través de los colores contrastados: blanco sobre azul y rojo. La mayoría de las figuras del triclinium de Positano pudieron ser realizadas a mano alzada en vez de a través de moldes. En algunas se ven restos de óxido, puesto que para sujetar firmemente el yeso a la pared se usaban grapas (se ve en los cupidos).

Esta técnica mixta de estucado y pintura al fresco es clave para entender el espacio y  las intenciones del decorador. Los yesos fueron diseñados para sobresalir de la pared, permitiendo que, al ser observados desde abajo, generaran un cautivador juego de luces y sombras y crearan un efecto realista. 

Cupidos e hipocampos sobresaliendo de la pintura al fresco. La luz y su posición en zonas altas darían sensación de que sobrevolasen. En esta imagen tenemos la integración de varias disciplinas que causaría admiración si se contemplaba de abajo a arriba y con la luz adecuada: por un lado la pintura que le dota de color y constituye la figuración; por otro, la escultura en yeso que crea un espacio tridimensional al salir de la pared; en tercer lugar, la arquitectura a través de los elementos que crean una falsa perspectiva que sirve de marco escénico; y, por ultimo, el tejido a través de la pintura que recrea un cortinón verde que sujetan los cupidos escultóricos y que sería la ilusión de continuidad de cortinas reales extendidas sobre la entrada sur del peristilo.





El uso de relieves en la decoración de muros de viviendas era poco frecuente y sí lo era, en cambio, en espacios abovedados como termas y ninfeos. Se pusieron de  moda en Roma en la Domus Áurea. Es posible señalar algunos ejemplos de calidad superior en la cercana Pompeya, como en la domus de Meleagro o en las termas del foro.

En la imagen superior se observa un detalle del triclinium de la domus de Meleagro de Pompeya, donde el estuco está aplicado en elementos arquitectónicos para crear perspectivas, así como en figuras mitológicas que emergen a este idílico escenario. En la imagen inferior se presenta un detalle de las termas del foro de Pompeya, en el cual el estuco se erige como el protagonista absoluto, mientras que la pintura realza las figuras y marcos, aportando luminosidad a la composición.









En cuanto a la parte formal del trabajo realizado por los pintores en los muros, éste comenzaba con una fase de preparación inicial de las superficies a decorar. Esta etapa implicaba el uso de diversas herramientas, como escuadras, niveles, llanas, compás y plomada. El objetivo era dejar una pared enfoscada y lo más lisa posible. A continuación, comenzaba el  proceso de ejecución de la pintura. Los diseños estructurales se trasladaban a la pared utilizando retículas y trazando bocetos que garantizaran la precisión del diseño de la estructura. El siguiente paso consistía en la aplicación de una capa fina y húmeda de revoco de cal (fresco) sólo en la parte en que se iban a aplicar la pintura de ese día. Sobre ella, se volvía a repasar las líneas esenciales del dibujo y, de manera rápida y decidida, se aplicaba el color antes de que el revoco se secara en esa jornada. Los pigmentos, al ser diluidos con agua, transformaban la cal, que actuaba como aglutinante, fijándolos a la pared y asegurando la durabilidad de la obra. Los decoradores comenzaban su labor desde arriba de la pared e iban bajando en las jornadas siguientes.

Dos de las fases del proceso del fresco. A la derecha, el enfoscado de la pared con diversas capas para allanar la superficie y, a la izquierda, el pintor más delicado que pintaba la figuración individualizada.

Los colores predominantes empleados son de alta pureza y se aplicaron en capas de grosor consistente. Entre los más comunes se encuentran el ocre rojo finamente molido, el azul egipcio -reconocido por su elevado coste monetario-, la azurita y diversas tonalidades de verde. Esta selección de colores no solo realzaba la belleza de la pintura, sino que también garantizaba su intensidad a lo largo del tiempo. 

En la imagen, los vibrantes colores y los  miles de detalles del triclinium de Positano. Blancos, ocres, verdes malaquitas, rojos bermellón, amarillos y azul egipcio sobre estructuras arquitectónicas, marcos y pequeñas figuras. 

En la imagen inferior se pueden observar las vasijas con los pigmentos encontrados in situ en la excavación de la Insula dei Casti Amanti en Pompeya. Estas pertenecían a los pintores que estaban trabajando el día de la erupción y que los abandonaron precipitadamente. Se puede apreciar entre otros pigmentos el albayalde (blanco), la hematita (rojo), la malaquita (verde) y el azul egipcio. También, debajo se ven  plomadas y dos compases de pared, utilizadas por los artesanos para medir y nivelar. Algunas de estas piezas fueron expuestas en la exposición “Los Pintores de Pompeya”.




SOBRE LO REPRESENTADO EN EL CUARTO ESTILO.

El fresco encontrado en Positano pertenece al llamado cuarto estilo pompeyano. Este estilo probablemente emergió de las innovaciones artísticas introducidas en el palacio del emperador Nerón, la Domus Aurea, construida en Roma entre los años 64 y 68 d.C. Este "nuevo estilo" se expandió rápidamente por todo el Imperio Romano y se mantuvo vigente al menos hasta el 79 d.C., año de la erupción del Vesubio, que destruyó las ciudades de la región, incluyendo nuestra villa, y puso fin a la posibilidad de clasificar aún más la evolución estilística de la pintura romana. Por lo tanto, es posible que esta obra pictórica sea relativamente cercana a la erupción del volcán. Además, podemos afirmar que fue realizada con posterioridad al violento terremoto que azotó Campania el año 62 d.C., ya que, aprovechando la reconstrucción, los nuevos edificios restaurados fueron decorados con el nuevo estilo.




Las características principales del cuarto estilo pompeyano son: 
  • La creación de una ilusión de espacios con estructuras arquitectónicas en perspectiva, pero sin la profundidad paisajística creada en el segundo estilo. El resultado es un escenario suntuoso e idílico, pero nunca real. 
  • La pared se divide en tres pisos claramente separados por molduras de yeso o, simplemente, pintadas imitándolas. Nosotros los llamaremos zona superior, zona media y zócalo (parte inferior). 
  • Los espacios creados se decoran con elementos características tanto del estilo II (la técnica de imitación de revestimientos de mármol y la ilusión de la arquitectura) como del estilo III (representaciones ornamentales de candelabros, figuras aladas y brotes de plantas), pero con detalles que le dan un mayor abigarramiento “barroco” y teatral.
  • Pequeñas figurillas y adornos aparecen realizando trampantojos
  • En la parte central de los muros aparecen escenas mitológicas con un carácter iniciático o moral
  • Pictóricamente, los colores son nítidos y con vivos contrastes cromáticos.

Veamos plasmadas estas características sobre las imágenes

La zona superior.

La zona superior está decorada por una arquitectura falsa, con columnatas y cortinas (telones) y edículos en perspectiva que imita la escenografía teatral. Entre estos elementos estructurales se representan algunos figuras mitológicas y reales, tanto pintadas como realizadas en estuco.

Pared norte, zona superior.
Destaca el motivo del telón suspendido, éste deriva de un patrón conocido como scaenae frons, adoptado inicialmente en la Domus Aurea. En el caso de Positano, el uso del motivo de la cortina, junto con el uso de colores raros y costosos como el verde y el azul, contribuye a dotar a la composición de un estilo marcadamente barroco, característico del cuarto estilo. Es conocido por las fuentes escritas que las cortinas eran muy utilizadas en las villas para dividir espacios o protegerse de la luz en ambientes domésticos. Por lo tanto, podemos suponer que las cortinas representadas en el triclinio de Positano se asemejarían a cortinas reales colocadas entre las columnas en el extremo sur de la sala. De esta manera, la interacción entre los objetos pintados y reales realzaba aún más el lujo del conjunto. 

En el lado norte, los marcos están parcialmente cubiertos por lujosas cortinas verdes bordadas con un volante amarillo en la parte superior. En los extremos, detrás del telón, se observa la parte superior de un edículo con columnas corintias que sostienen un arquitrabe decorado con metopas, rematado por un hipocampo de color amarillo dorado. Las cortinas están sujetas por robustos cupidos de estuco, entre los cuales se representa un Pegaso volador sobre un fondo rojo. Los cupidos sostienen la tela con ambas manos, enfatizando el peso del llamativo nudo.

Centro de la parte superior del muro norte. El telón ha desvelando un edículo central, que está enmarcado por columnas, casetones, entablamentos y podios decorados con guirnaldas, jarrones y diversas especies animales. En el centro, desde el techo en forma de concha del templete, se despliega una guirnalda en forma de M, sobre la cual descansan dos pavos reales. En el fondo se puede observar un águila con las alas extendidas, sostenida por finas cuerdas sujetas por dos cupidos en mal estado. En el fondo central del edículo en perspectiva se encuentran dos cupidos de estuco sobre un fondo rojo; el de la izquierda sostiene con una correa a un ciervo montado por el otro.

En la parte superior de los muros oriental y occidental, las cortinas ya no prevalecen  y han dejado al descubierto un edificio de entre dos y tres pisos. En la parte lateral, finas columnillas sostienen un pórtico con casetones y entablamentos y barandillas rematado por motivos decorativos complejos. Por debajo se abren hornacinas aveneradas y una calle en perspectiva con viviendas balconadas. En cualquier lugar podemos encontrarnos estucos en relieve de  hipocampos, cupidos y animales reales (palomas, delfines y cabras) y fantásticos (grifos e hipocampos).

Esquina de la zona superior, entre la pared norte (a la izquierda) y parte de lo desvelado de la pared este. En el centro de la sección superior, destacan dos cupidos en estuco de mayor tamaño, que reposan sobre ménsulas salientes de una hornacina inferior. Su presencia añade un aire de gracia al conjunto. Descendiendo hacia la parte inferior, encontramos el techo con casetones de un pórtico pintado en profundo fondo azul en el que se abre una hornacina avenerada (con techo con forma de concha de Venus) con fondo rojo. En las dos paredes azules, cuelgan delicadas guirnaldas en las que se han posado palomas de estuco, que aportan un toque de realidad al ambiente. En la base, unos encantadores cupidos de estuco guían unas cabras con riendas, como llevándolas a un sacrificio. En la hornacina roja cuelga una cornucopia de estuco, que añade un elemento de sofisticación y simbolismo a la composición.

En el centro de la parte superior de este muro oriental vuele a parecer la cortina azul sostenida por tritones en estuco que ocultan gran parte del fondo rojo, pero que dejan a la vista una estructura arquitectónica central construida por un pódium, columnillas y entablamentos...

Este muro este no ha sido excavado por completo y, por tanto, se halla todavía cubierto por la espesa masa de lodo volcánico.

Los frescos de muro occidental han sido parcialmente reconstruido. El puzzle resultante nos ofrece casi, como un espejo, los motivos del oriental. La perspectiva de  una casa suntuosa de dos pisos en varios niveles, con balcones 
abiertos para dejar entrar la brisa del mar y la luz del sol y peristilos cubiertos de artesonados y rematados con adornos de volutas verdes en los que hay hornacinas aveneradas. 
Debajo de las hornacinas del piso superior, se despliegan pequeños frescos que imitan pinakes (cuadros o tablillas 
de madera de formato horizontal que se colgaban en las paredes), pintados con xenias (naturalezas muertas que representan alimentos). Estos detalles sugieren que la sala puede identificarse como un triclinium, pues eran frecuentes en ellos. En los pinakes del muro norte, se pueden observar unas cestas con quesos, frutas y aves de caza. En los de los muros transversales, el tema son animales marinos que se pescan en el mar Tirreno y que eran muy valorados en la dieta romana, como posiblemente una sepia, un langostino, un besugo y quizás un salmonete. Uno de los pinakes de la pared este representa también una paisaje con una villa marítima y un barco pesquero en la orilla.

Xenia del muro este.

El muro oeste, restaurado y recompuesto, muestra el mismo esquema decorativo que el muro este, con otro pínax que representa la pesca del día.

Pínax del muro este con escena marítima. Desde el peristilo de una villa marítima parte un barco hacia una bahía. Una persona parece pescar a la orilla del mar y otro corre por la playa. Arriba y abajo de este pínax, se pueden ver en detalle partes muy originales del piso superior y medio. En el fragmento superior, se aprecia el remate de los cortinones azules con ribetes dorados que sirven de fondo textil a casi todas las composiciones de este piso y que cuelga sobre un muro de piedra de sillería isodómica. Junto a él aparece el final del ala del pódium del templete central en el que sobresale una gran vasija decorativa de jardín en estuco. Por debajo del pínax, vemos un bello remate de las estructuras del piso central: un entablamento coronado por dos grutescos dorados sobre fondo azul, formados por un medio grifo del que surgen brotes vegetales que se enrollan como roleas.

Como acabemos de ver en la anterior imagen, el análisis general puede dificultar la apreciación de los pequeños detalles de esta zona superior. Por ello, destacaré a continuación algunos de ellos para que no se pierdan, puesto que la calidad de la obra radica en estos matices.



La zona media

La zona media se caracteriza por una alternancia de tres grandes paneles de fondo amarillo con vistas arquitectónicas de falsas perspectivas. En el panel central siempre hay pinakes, es decir, escenas mitológicas pintadas en formatos cuadrangulares imitando tablas pictóricas. En los paneles laterales la decoración central es de un tondo circular con retratos. Entre los paneles, se disponen edículos a modo de pequeños templetes hípetros (sin techo) sobre fondo blanco. Los pequeños detalles asoman en todos los rincones y los colores vivos generan un impacto visual notable. Examinemos esta zona con detenimiento. 

Piso medio. Pared norte a la izquierda (la fotografía no muestra el tercer panel, en el que está la puerta, más a la izquierda) y pared este en la derecha (falta casi la mitad pues está sin excavar, bajo el bloque de lodo volcánico).



La pared norte estaba adornada con tres paneles amarillos y dos edículos intermedios en fondo blanco. En este muro- véase en la foto de abajo-, el panel de la izquierda (cortinón amarillo sobre fondo azul) fue parcialmente destruido en la parte media e inferior para abrir una puerta. Seguramente el propietario decidió, a posteriori de haber pintado la sala, que el triclinium debía comunicarse más directamente con el interior de la villa y no le quedó otra opción que horadar lo más discretamente la magnífica sala decorada. Esta puerta ha sido encontrada carbonizada y se ha reconstruido in situ, creando un detalle misterioso y sugestivo que invita imaginar lo que podría haber más allá. 

Detalle de la pared norte en su tramo medio y zócalo con el detalle de la puerta en el lateral.


Los dos muros este y oeste, que flanqueaban la pared norte, son de dimensiones mayores que ésta. Sólo se conserva la mitad del este. Sin embargo, con lo que queda, podemos inferior que en parte repetía el mismo patrón de la pared norte de tres grandes paneles amarillos y, dado que estos muros son algo más largos, contarían con cinco edículos hípetros en lugar de tres. Además, los paneles laterales enmarcarían el telón amarillo sobre fondo rojo muy intenso en vez de sobre azul.

Esquina formada por la pared norte (izquierda) y la pared este (parte principal con gran fractura y desplazamiento de la pintura provocada por la presión de la colada de lodo volcánico). En esta pared vemos el fondo rojo de uno de los paneles laterales y, justo en la esquina de la sala, uno de los edículos extras (en fondo blanco) que ampliarían el ritmo compositivo de esta pared.

Como ya he comentado, los paneles centrales, tanto de las pared norte como de las paredes este y oeste, simulaban una estructura de un entablamento, adintelado con casetones. Realmente, la intención del pintor decorativista sería crear la sensación de que habría unos pórticos que se adelantaban hacia el interior de la sala. Éstos serían sostenidos por dos dorados balaustres vegetales muy recargados y tendrían de fondo unas cortinas de un hermoso color amarillo con una cenefa. Estos telones están combados por el peso de guirnaldas y de pequeños animales que los coronan. En el de la pared norte se enfrentan dos pavos reales y en el de la este parecen ser dos cabras. 

El pavo real es uno de los animales más representados en los frescos de Positano. Para los romanos este animal estaba vinculado a la diosa Juno y era símbolo de sabiduría. Era muy apreciado tanto por las bondades de su carne y huevos como por su belleza. La cabras simbolizaba la fertilidad y la abundancia. De hecho, la cabra Amaltea amamantó a Júpiter y de ella extrajo el “Cuerno de la Abundancia”, por eso se ofrecían sacrificios de ellas para asegurar la prosperidad de las cosechas y el ganado. También estaba relacionada con Baco, donde en sus celebraciones se liberaban cabras como símbolo de regeneración y renovación, agradeciendo a la naturaleza por su generosidad a la prosperidad comunitaria.

Parte superior de los paneles centrales de los muros norte y este. Nótese que a pesar de repetir la composición, los telones amarillos son también distintos y no repiten la decoración de la cenefa interior. La norte asocia a los pavos, el delfín (falta el de una esquina por no haber sido recuperado) y, en la este, las cabras se relacionan con una posible quimera.

Pero indudablemente, el elemento figurativo más importante de los telones amarillos del panel central, como corresponde al cuarto estilo pompeyano, es un pínax o cuadro que representa una escena mitológica sobre un contrastado fondo azul del que se puede obtener una enseñanza o reflexión. El de la pared norte es casi completamente ilegible, apenas se distingue el rostro de un niño. En cambio, el pínax de la pared este se identifica bastante bien. Representa al centauro Quirón dando lecciones de música con una lira al joven Aquiles. Sin embargo, la presencia de un tercer personaje, Dionisos (por el tirso que porta), es lo que le hace bastante inusual, sugiriendo un mensaje o enseñanza más profunda. El introducir a Dionisos en esta escena del triclinio de la villa de Positano debe interpretarse como petición expresa del propietario, pues no es común. Así, el triclinio no solo serviría como un lugar de encuentro social con un bello motivo narrativo, sino también como un espacio de reflexión filosófica y estética. En la mitología, Quirón, como mentor, representa la sabiduría y el conocimiento y Dionisio, conocido como el dios del vino y la festividad, simboliza la creatividad y la transformación personal. La escena podría invitar a reflexionar a los invitados del propietario de la villa en un primer momento sobre la educación, la música y la influencia de las divinidades en la formación de los héroes en la mitología greco-romana. Pero analizando con más profundidad, la interacción entre Quirón, Aquiles y Dionisio podría interpretarse como una representación de la dualidad entre el conocimiento racional o académico y el desarrollo emocional y espiritual, la inspiración artística, enfatizando la importancia de ambos en la formación integral del individuo.

Posiblemente los otros dos pínax de los cortinones centrales tendrían otras escenas donde la temática fueran motivos para enriquecer éste y otros debates.

Pínax del panel central de la pared este. Quirón, el joven Aquiles y Baco.


Debajo de estos paneles centrales amarillos hay una predela con fondo verde muy oscuro que representa monstruos marinos como los hipocampos y delfines.

Detalle de la predela del panel central de la pared este. Un grifo y debajo hipocampos y monstruos marinos.

En general, llama mucho la atención en este fresco de la villa de Positano la riqueza de múltiples detalles, pero especialmente los creados con rápidas pinceladas en las ornamentaciones de los ribetes de los telones. 

En la pared nortelas cortinas amarillas que flanquean al panel central resaltan sobre un bellísimo fondo azul. Sobre el cerco superior, se despliegan unas guirnaldas de uvas y hojas de parra muy realistas combadas por su peso. Sobre ellas pastan animales que dotan de vida al conjunto. La banda vertical de la cortina presenta cenefas doradas que ilustran in candelieri grutescos intrincados sobre el precioso fondo azul. En el interior, sobre otro ribete dorado camina una pava real. Los trazos son precisos y elegantes, logrando capturar, a través de hábiles pinceladas, las luces y sombras que caracterizaban los elegantes animales y objetos.

Detalle del muro norte sobre le panel central izquierdo, panel en el que se abrió la puerta a posteriori. La parte superior está bastante bien conservada y muestra detalles decorativos de gran valía.

En las paredes este y oeste, los cortinones laterales amarillos del panel central estarían flanqueados por otros dos a cada lado, sumando un total de cuatro. Sin embargo, actualmente nos faltan dos por completo en ambos lados: uno por estar bajo el lodo volcánico en la pared este, mientras que el otro habría sido destruido posiblemente en mil pedazos en la pared oeste. A pesar de esta pérdida, debemos inferir que, por simetría, mantendrían el mismo patrón. De los cortinones que se conservan, el del muro oeste se halla en parte in situ y el resto está reconstruido como un puzzle. El mejor conservado es el panel izquierdo de la pared oriental, éste nos sirve para entender su estructura. Estos telones secundarios de los muros transversales a la pared norte son más sencillos que los de dicha pared. Son cortinas festonadas con ribetes, pero estarían tensadas y no combadas, eliminando, por tanto, guirnaldas, figuras de animales y los grutescos in candelieri. Además estarían enmarcadas por un fondo rojo intenso, que contrasta con el azul de la pared norte. 

Panel izquierdo de la pared este. Cortinas amarillas tensadas sobre fondo rojo vibrante. El ribete exterior está adornado con una plantilla de motivos vegetales calados que deja ver el fondo. En el interior de la cortina amarilla, se encuentra otro rectángulo festoneado que se une únicamente por arriba con el anterior a través de un pequeño detalle de delfines y cornucopias. En el centro de la cortina, destaca un tondo con un doble retrato.

En el centro de las cortinas laterales de las tres paredes se ubicarían ilusiones de pinakes circulares (tondos o medallones), añadiendo un nuevo elemento focal y distintivo a la composición. Los tres medallones que se han conservados comparten un mismo tema: retratos. Los tondos del muro oriental y norte presentan retratos posiblemente femeninos, aunque su mal estado de conservación impide asegurarlo. El único retrato claramente discernible es el del muro oeste, el cual se ha encontrado en decenas de fragmentos. En él, una mujer destaca en primer plano con su bello y expresivo rostro y su larga melena castaña que cae suavemente sobre sus hombros. La figura está adornada con una joya brillante que se lleva alrededor del cuello. Al fondo, hay un niño regordete. Estos retratos no pretenden ser realistas, aunque posiblemente recuerden algunas características fisonómicas de los habitantes de las casas, más bien celebran a los propietarios, particularmente a la domina y los niños.

Tondos conservados de los paneles lateral de los tres muros.

A los lados de los paneles de telones, se disponen en las dos paredes un conjunto arquitectónico de pórticos que se retranquean y que dejan espacio para edículos hípetros en perspectiva. Estos se crean con elegantes columnillas que sostienen entablamentos, aleros de tejados, escalerillas y pódiums, todo ello sobre un fondo blanco. En el interior de estas estructuras emergen bellísimos elementos verticales y, de nuevo, animales y objetos en pequeño tamaño aparecen sobre las estructuras dotándolas de vida. 

Edículo izquierdo del muro norte, el que divide el panel central y el antiguo panel izquierdo, reconvertido en nueva puerta de entrada al triclinium. Hay otro edículo simétrico en el lado derecho del panel central.

Los frescos de los edículos del muro norte están deteriorados, con áreas desgastadas y fragmentadas, pero aún se pueden distinguir varios elementos artísticos que permiten alcanzar una interpretación significativa. Las imágenes en el arte romano no sólo decoraban, sino que también contaban historias profundas y transmitían valores culturales y espirituales. 

En medio del espacio creado en perspectiva por los elementos arquitectónicos, se representa una estructura de dorados ramajes entrelazados que asciende en espiral desde la base. En la parte superior, un ave mítica, posiblemente un fénix o el águila de Júpiter, que parece emerger de una crátera de oro, simbolizando la resurrección y el poder divino. Este motivo se refuerza decorativamente por debajo, con una composición simétrica de guirnaldas de hojas verdes que evocan la fertilidad y la vida. A los lados, se encuentran esculturas doradas de criaturas mitológicas aladas, similares a grifos, que están de pie sobre entablamentos ornamentados. Estas criaturas no solo sirven como guardianes de lo sagrado, sino que también representan la dualidad entre lo terrenal y lo celestial, sugiriendo un vínculo entre la humanidad y lo divino. La interacción entre el fénix y los grifos, junto con la crátera, crea una narrativa visual que invita a la reflexión sobre la renovación, la protección y la búsqueda de un significado más profundo en la vida.

Al llegar a la base, aparecen en torno al ramaje en espiral nuevos motivos decorativos y simbólicos que podrían interpretarse trascendiendo a la mera estética: un pequeño pájaro junto a una copa dorada con un tridente en el fondo blanco y unos cisnes que aletean sobre un fondo azul verdosos.

La presencia de un pajarillo puede simbolizar varias cosas. En la iconografía romana, los pájaros a menudo representan la libertad y la vulnerabilidad, sugiriendo la fragilidad de la vida. Este significado contrasta con la copa dorada que, en el contexto de un triclinio, puede representar la abundancia y la celebración con vino bajo la advocación y protección de la divinidad, representada por el tridente de Neptuno. La combinación de estos elementos puede interpretarse como una alegoría sobre el ciclo de la vida. Podría sugerir que, aunque se celebre la abundancia, la riqueza y el poder son efímeros y siempre hay una fuerza mayor que puede influir en el curso de las cosas. Esta interpretación creo podría haber sido especialmente clara para los habitantes de la Campania, que sufrieron el poder devastador de la naturaleza o de los dioses: en el año 62 d. C., un terrible terremoto que sacudió la región (Neptuno lo provocó, golpeando la tierra con su tridente) y, en el 79 d. C., la erupción del Vesubio que sepultó todo el territorio bajo cenizas y escombros. 

En cuanto a los cisnes son símbolos de belleza y armonía en la naturaleza, animales capaces de tener una conexión única entre tres elementos fundamentales de la naturaleza: tierra, agua y aire. Su presencia en estos ámbitos les otorga un simbolismo profundo y multifacético. Representan la relación entre lo físico y lo espiritual, lo emocional y lo racional, recordándonos la importancia de cada elemento en el ciclo de la vida. La tierra y las plantas les proporciona un espacio para descansar y criar, simbolizando la protección y el hogar. Como aves acuáticas, habitando en lagos, ríos y estanques, simbolizan a través de su elegante nadar la gracia. Su capacidad para sumergirse reflejan la adaptabilidad, así como la conexión con las emociones y el subconsciente. Los cisnes son también capaces de volar, lo que les conecta con el aire. Este elemento simboliza la libertad y la espiritualidad. Su vuelo elegante y majestuoso evoca la idea de trascendencia y la búsqueda de lo divino. 

En el muro este sólo contemplamos dos edículos (izquierdo y central izquierdo), de los cuatro que tendría, aunque, por simetría, podemos hacernos la idea de la teatralidad del conjunto.

Muro este. En el detalle vemos los dos modelos de edículo flanqueando el cortinón amarillo izquierdo. El más a la izquierda junto a la esquina con el muro norte y el de la derecha sirviendo para enmarcar el cortinón central en el que va ubicado el pinax mitológico. 

Habría dos edículos idénticos enmarcando el cortinón central, que recrearían una exedra de dos plantas, elevadas por columnillas de orden compuesto y entablamentos. La estructura arquitectónica estaría cubierta por un tejado y elevada sobre un pódium y escalinata que se adaptaría al formato semicircular de la exedra. La perspectiva creada resulta poco realista, especialmente en su cubierta.

En el centro de la composición, se observa una estructura arquitectónica que se eleva sobre una plataforma avenerada que sostiene una fuente o una urna dorada. El fondo blanco se rompe con una franja vertical azul, que recuerda al ribete del cortinón central del muro norte, tanto por el color como por su decoración a candelieri con motivos de grutescos y míticos grifos dorados. A ambos lados del nicho, hay majestuosos pavos reales, machos y hembras, que ascienden por cornisas y guirnaldas. Estas aves suelen tener un simbolismo asociado a la inmortalidad y la realeza en el arte romano. A los pies del nicho, sobre el pódium, se pueden observar dos figuras extrañas. Una parece un leopardo o pantera, con una guirnalda anudada al cuello, y la otra un cesto de frutos, posiblemente racimos de uvas. Aunque podrían interpretarse como ofrendas, la singularidad de su representación sugiere un mensaje simbólico más profundo que merece ser explorado.



En los extremos del muro este, se encontrarían otros dos edículos que complementarían la composición. El edículo visible presenta un diseño decorativo aún más barroco que los centrales, lo que dificulta su interpretación simbólica. En su centro, se alzan columnas jónicas que soportan un entablamento ultrasemicircular, que se comba en una forzada perspectiva para crear un efecto de concavidad. El friso está adornado con metopas que enmarcan un medallón central. Por encima del entablamento, se eleva un nicho vacío del que cuelgan un motivo de hojas verdes y pequeños frutos rojos. A la derecha, una extraña forma parece enmarcar la parte superior del edículo. Podría tratarse de un tirso o bastón de Baco, puesto que parece un listón vegetal cubierto de enredaderas y rematado en una piñ, sugiriendo un vínculo con la naturaleza y la fertilidad.
Más abajo, se observan detalles aún más enigmáticos. A la derecha, un jarrón de bronce con reflejos metálicos, situado sobre una superficie azul. Apoyada en el jarrón, hay una rama alargada, probablemente de olivo. Justo debajo, como si pendiera de la estructura azul, se encuentra otro objeto de bronce que podría ser una bandeja circular o un escudo, del cual cuelgan nuevas guirnaldas. A la izquierda, un pavo real se posa sobre el entablamento y exhibe su plumaje en tonos marrones, verdes y rojizos. 

El zócalo

El zócalo del triclinium se separa del piso superior por una moldura pintada y del suelo con un rodapié imitando un mármol veteado amarillo. Se estructura dividido en paneles rectangulares y cuadrados que coinciden respectivamente con los paneles de cortinones y edículos del piso superior. Con una iluminación adecuada, podrían generar la ilusión de que se adelantan y retranquean, imitando el efecto tridimensional de las estructuras del piso medio, ya que funcionan como sus pedestales de soporte o pódium. El color del fondo es el rojo, que se aplica a todos los paneles, salvo los de los pedestales de los edículos de los muros este y oeste. El azul y el amarillo se utiliza en las enmarcaciones, aportando un contraste vibrante y dinámico a la composición general. Estos colores no solo realzan la estética del zócalo, sino que también continúan la paleta de colores básicos del piso intermedio, creando una coherencia visual que une los diferentes niveles del triclinium y realza su elegancia. 

El zócalo y el suelo del triclinium.



Una vez más, este piso inferior está poblado por una fascinante mezcla de animales reales y mitológicos, junto con objetos utilizados en ritos religiosos. La mayoría ya han aparecido en los pisos superiores, lo que refuerza la idea de que hay un plan iconográfico cuidadosamente meditado. Esta combinación de elementos añade una rica capa de simbolismo y significado, sugiriendo una conexión profunda entre lo cotidiano y lo sagrado, y reflejando la importancia de la espiritualidad en la vida cotidiana de la época. La presencia de estas criaturas y objetos invita a la contemplación y a la interpretación. Cada detalle contribuye a crear un ambiente que celebra la vida, la abundancia y la belleza, características fundamentales de la experiencia romana en los banquetes.

Zócalo del muro norte. El zócalo está incompleto, ya que inicialmente tendría un tercer panel rectangular a la izquierda, pero éste no existe hoy en día porque en ese lado se abrió la puerta que comunicaba el triclinium con el interior de la villa.

Los que serían los paneles centrales del zócalo del muro norte y del este son notablemente más anchos. Presentan una compartimentación en dos pisos: abajo, un nicho avenerado en el medio crea dos espacios rectangulares a cada lado junto con dos cornisas horizontales creadas con ribetes que recuerdan a los de los cortinones superiores. En el nivel superior, la moldura que divide el zócalo y el piso medio sirve para colgar dos guirnaldas. En el interior caminan dos pavos reales similares a los que hemos visto en otras secciones de la pared y completando los espacios creados aparecen doradas cornucopias y bucráneos ceremoniales. 

El panel lateral del muro central continúa con un diseño parecido, aunque en un rectángulo más estrecho y con una elegante moldura azul que abomba el lado superior y define las compartimentaciones. Los cuadrados creados en las esquinas contienen delfines. En el interior se levantan cornucopias de los que surgen cisnes. En el centro superior, un disco dorado decorado con guirnaldas enmarca la figura principal de la pantera de Baco.
Los paneles situados bajo los edículos del muro norte son más cuadrados y presentan, en el centro y sobre un fondo amarillo, otra tela ribeteada. En su  interior, se representa una aldaba con forma de cabeza de león.

En el muro oriental sólo se puede observar la mitad de su zócalo. Al compararlo con el del muro norte, inmediatamente observamos que el fondo rojo ha sido reemplazado en los pedestales cuadrangulares de los edículos por el azul. Los paneles rectangulares mantiene la estructura de compartimentación creada por guirnaldas y listones y bordados. 

Zócalo del muro oriental.

En la parte superior, una cornisa pintada de color amarillo dorado reproduce detalles ornamentales que incluyen patrones de círculos geométricos. En el centro del fresco, se encuentra posiblemente un águila o un fénix, con las alas extendidas, flanqueado por delfines que alzan cornucopias con sus morros. Justo debajo del ave, hay un bucráneo, un objeto habitual en los ritos religiosos romanos. A ambos lados del diseño central, hay dos pavos reales enfrentados caminando sobre guirnaldas verdes que cuelgan en forma de arco. Las guirnaldas están sostenidas por elementos arquitectónicos. Estos motivos, ya presentes en otras áreas de la sala, trascienden su apariencia decorativa. En este zócalo, invitan a los comensales a reflexionar sobre la influencia de lo divino en nuestras vidas y la necesidad de buscar la protección de los dioses. Así, se refuerza la idea que la abundancia, la renovación y el equilibrio son bendiciones que emanan de lo sagrado;recordándonos la importancia de honrar y reconocer esas fuerzas en nuestro día a día.

Detalle del zócalo del muro este, panel rectangular.

Los pedestales con aldabas con forma de cabeza de león han sido sustituidas por figuras de animales mitológicos que ya aparecían en los pisos superiores.

Detalle del zócalo del muro este, paneles cuadrados. Pegaso y grifos.

El suelo

El suelo del triclinio se caracteriza por ser un mosaico bicolor. Básicamente, está formado por teselas de piedra caliza blanca, dispuestas en una urdimbre oblicua y rodeadas por dos bandas negras paralelas que delimitan el perímetro de la estancia. Las teselas, de un tamaño particularmente reducidas (aproximadamente medio centímetro), evidencian el lujo y el esplendor de esta villa romana. En el centro, actualmente cubierto de material derrumbado, se probable que se encuentre una pintura figurativa (emblema) que complemente la riqueza visual del espacio.


Objetos hallados durante la excavación de la villa romana.

Son muchos los objetos encontrados en el triclinium la villa romana, aunque ninguno de un lujo equiparable a los frescos de la sala. Destacan las vasijas metálicas para preparar, cocinar y almacenar alimentos. Sin embargo, llama la atención, por su ausencia, que no se halla encontrado la variada vajilla que debió utilizarse para servir y consumir los alimentos. Estos valiosos objetos debieron formar parte del mobiliario de una residencia tan representativa como ésta. Podemos suponer que están almacenados en otras partes de la sala o que los sirvientes tuvieron tiempo suficiente para rescatarlos antes de la destrucción final de la villa a causa del lodo volcánico. 
 


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