lunes, 12 de febrero de 2024

JHERONIMUS BOSCH, "EL BOSCO". ÉXITO Y LIMITACIONES DE SU OBRA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI A NUESTROS DÍAS.

El Bosco. Tríptico cerrado del carro de heno (h. 1512‑1515) Museo nacional del Prado.



En este artículo no voy a hablar de la calidad artística o sobre la imaginación y simbolismo de la iconografía de Jheronimus Bosch, El Bosco, un pintor por todos conocido. En este artículo voy a indagar sobre por qué si trabajó en Flandes y nunca estuvo en España, ha alcanzado su reconocimiento internacional gracias a nuestro país. De hecho, España atesora la mejor colección de sus pinturas entre el Museo del Prado de Madrid y otros edificios de Patrimonio Nacional y museos locales. Es decir, descifraré las claves sobre:

  • ¿Por qué tuvo tanto éxito en España desde el siglo XVI? y
  • ¿Por qué lo tuvo en un país que en ese siglo se convirtió en el adalid de la ortodoxia católica, cuyos preceptos no parecen encajar con el mundo fantástico y provocador del pintor? También hablaré de...
  • ¿Por qué dejó de tener interés a partir del siglo XVII y por qué volvió el interés por él a partir del siglo XIX?

El Bosco fue un pintor respetado durante su vida (1450-1516), aunque su fama no alcanzó los niveles de reconocimiento que lograría después de su muerte. El éxito de El Bosco en la España del siglo XVI puede atribuirse a varios factores como el apoyo de los monarcas españoles y de la nobleza y funcionarios españoles en Flandes, la creación de una escuela de seguidores que mantuvieron su estilo, y la demanda constante de obras originales que llevó a la proliferación de copias e imitaciones.

El Bosco y España antes de Felipe II.

Desde 1516, año del fallecimiento del pintor, Flandes formaba parte de los territorios de la corona de Carlos I de España, pero existe constancia que la obra del pintor era conocida y apreciada en España por la casa real de Castilla. Se sabe por su testamento, que Isabel, la hija de Isabel la Católica, poseía un cuadro del pintor desgraciadamente perdido. Se especula que el origen pudo ser su hermana Juana, casada desde 1496 con Felipe de Borgoña, "el Hermoso", que pudo haberlo adquirido ese mismo año del mismo pintor y regalado a su hermana antes de su muerte en 1498.

Felipe de Guevara por Jan Cornelisz Vermeyen, 1531. Williamstown, Clark Art Institute. Y Mencía de Mendoza (tercera  esposa de Enrique III , conde de Nassau) por Simon Bening, 1531. Berlín, Staatliche Museen.

En los años siguientes, los nobles y funcionarios españoles que visitaban Flandes tuvieron la oportunidad de poseer directamente las pinturas del artista. Conocemos especialmente dos coleccionistas que supieron apreciar el estilo de nuestro pintor. El más notable fue Felipe de Guevara (muerto en 1563), tratadista y coleccionista de arte, del que se sabe trajo a Madrid algún cuadro del pintor procedente de la colección de su padre. En su obra Comentarios de la pintura (1560) dedicó varias paginas a El Bosco. La otra gran coleccionista fue la humanista doña Mencía de Mendoza (1508-1554) que, casada con un noble flamenco, vivó un tiempo en Breda donde compró algunos cuadros del pintor que se trajo a España en 1539. Algunos de estos cuadros desaparecieron, otros se emplearon en su capilla funeraria (el Tríptico de los improperios del Museo de Valencia) o desde 1570 pasaron a la colección de pintura del rey Felipe II.

Seguidor del Bosco. Tríptico de los improperios (h. 1520 ‑1530). Museo de Valencia. Panel central.






Felipe II, el coleccionista de El Bosco.

El monarca Felipe II mostró una predilección obsesiva por las obras de El Bosco. Este apoyo real aumentó la popularidad del artista y sus obras. Felipe II creó la colección que hoy posee el Museo del Prado. Las obtuvo a través de subastas o compras directas en Flandes o en España.

Aquí está el listado de las obras de El Bosco que formaron parte de la colección de Felipe II, según el texto proporcionado:

  • Tríptico del carro de heno. Adquirido por Felipe II, posiblemente antes de 1549 por el propio rey en su visita los Países Bajos. Destinado al dormitorio y posteriormente entregado al Escorial en 1574.
  • Mesa de los pecados capitales. En posesión de Felipe II antes de 1560. Entregada al Escorial en 1574.
  • Tentaciones de San Antonio. Comprada por Felipe II en la almoneda de don Juan de Benavides en 1563. Entregada al Escorial en 1572.
  • Tabla de Cristo con la cruz a cuestas. Entregada al Escorial en 1574.
  • Tríptico de la Adoración de los Magos. Situada en la sacristía del Escorial, aunque no se conoce cómo llegó a manos de Felipe II.
  • Tabla de San Antonio. Colocada en el dormitorio de Felipe II.
  • Tabla de la bajada de Cristo al limbo. Destinada al dormitorio del monarca, lamentablemente no conservada.
  • Prendimiento de Cristo. Colocada en el camarín, también perdida.
  • Tríptico del Jardín de las Delicias. Adquirido por Felipe II en 1593 en la almoneda del prior Fernando de Toledo. Se ubicó en las dependencias de la casa real del Escorial, específicamente en la galería llamada de la Infanta.
Es importante destacar que esta lista no es exhaustiva, ya que no se cuenta con la totalidad de los inventarios de los sitios reales durante el reinado de Felipe II. 


Otros nobles que se sabe poseyeron obras del pintor fueron el duque de Alba y don Juan de Austria, que los adquirieron como gobernadores de los Países Bajos.

Tanto para el rey, como para todos estos nobles coleccionistas había razones morales y artísticas que hicieron que las pinturas de El Bosco fueran tan atractivas. Sus imágenes representaban una visión vívida y a menudo perturbadora del pecado humano y su consecuencia, pero también ofrecían la esperanza de redención. Aunque las escenas de tormento y sufrimiento podían resultar impactantes, también transmitían un mensaje de advertencia sobre las consecuencias del mal. Esta representación del pecado y la redención era congruente con los principios fundamentales de la doctrina católica, que enfatizaba la importancia del arrepentimiento y la salvación. Así, las obras de El Bosco permitían a los espectadores reflexionar sobre su propia moralidad y conducta, ofreciendo una oportunidad para la introspección espiritual.

El Bosco. Mesa de los pecados capitales. (h. 1505‑1510). Museo nacional del Prado.
Ira y Soberbia.





Además de su contenido temático, las obras de El Bosco eran admiradas por su excepcional habilidad técnica y su innovación artística. Utilizando técnicas avanzadas de pintura y una atención meticulosa al detalle, El Bosco creaba imágenes impactantes y memorables que cautivaban al espectador. Sus composiciones intrincadas y su uso imaginativo del color y la luz revelaban su genio creativo y su habilidad para transmitir emociones complejas. Esta maestría técnica no solo impresionaba a la audiencia, sino que también inspiraba a otros artistas y contribuía al reconocimiento duradero de El Bosco como uno de los grandes maestros del Renacimiento.

El Bosco. Tríptico del jardín de las delicias (h. 1490‑1500). El tercer día de la creación. Detalle.  Museo nacional del Prado. 

Escuela de seguidores, imitaciones y falsificaciones.

Dado el interés de los coleccionistas por las obras originales de El Bosco, se creó una escuela de seguidores que mantuvieron su estilo. Esto permitió que la influencia del artista perdurara incluso después de su muerte.

Algunos seguidores destacados de El Bosco incluyen a:

1.-Joachim Patinir, que desarrolló un estilo único en la representación de paisajes y escenas religiosas. Su uso de la perspectiva y la atención al detalle reflejan la influencia del trabajo de El Bosco. Sus obras más conocidas datan de entre 1515-1524.
2.-Marinus van Reymerswaele fue influenciado por El Bosco en su estilo y temática moralizante. Su obra refleja una atención a los detalles y un interés en representar escenas cotidianas con un toque moral. La mayoría de su trabajo se sitúa en la primera mitad del siglo XVI, alrededor de 1525-1545.
3.-Pieter Brueghel el Viejo no fue directamente un discípulo de El Bosco, pero se inspiró en su trabajo y desarrolló un estilo similar en la representación de paisajes fantásticos y escenas llenas de imaginación y simbolismo. Sus obras más conocidas datan de alrededor de 1550-1569.

Pieter Brueghel el Viejo, El Triunfo de la muerte, 1562. Museo Nacional del Prado.





La alta demanda de obras de El Bosco llevó a la producción de imitaciones y falsificaciones, algunas de las cuales fueron vendidas bajo el nombre del artista de manera fraudulenta. Esto contribuyó a una mayor difusión de su estilo y su nombre, aunque no siempre de manera auténtica. Con el tiempo, se volvió cada vez más difícil distinguir las obras originales de El Bosco de las imitaciones y copias. Este desafío se reflejó en obras como los "Comentarios de la pintura" de Felipe de Guevara, donde se discute la dificultad de diferenciar entre obras auténticas y falsificaciones.

Herri met de Bles. Paisaje nocturno con la tentación de san Antonio Abad, hacia 1540-1550. Óleo sobre tabla. 45 x 57 cm. Colección particular belga.



Cuestionamiento de la ortodoxia de El Bosco en el siglo XVI.

Durante las primeras décadas del siglo XVI, El Bosco y el erasmismo, un movimiento que buscaba una reforma dentro del catolicismo, compartieron preocupaciones por la moralidad y la reflexión sobre la condición humana y plantearon críticas a ciertas prácticas y representaciones en la Iglesia. Erasmo cuestionó la corrupción y los abusos dentro de la Iglesia, mientras que El Bosco representó a menudo escenas moralizantes que destacan los vicios humanos y las tentaciones del pecado.

A medida que avanzaba el siglo XVI y con la conclusión del Concilio de Trento en 1563, las pinturas de El Bosco fueron cada vez más calificadas como heréticas. Las normas establecidas por el Concilio dictaban que las representaciones artísticas debían ajustarse a estándares específicos, y las obras de El Bosco, con su representación alegórica y a menudo grotesca del pecado y la moralidad, fueron vistas como contrarias a estas normas. La iconografía de El Bosco, con escenas como el Carro de Heno, el Paraíso y el Infierno o el Jardín de las Delicias, podría causar escándalo en España y llevar a persecución por parte de la Inquisición. Esto se debía a que algunas de las representaciones podían ser interpretadas como lascivas o contrarias a la doctrina católica.

La admiración de Felipe II por El Bosco salvó los cuadros de la Inquisición.



A pesar de las críticas, hubo defensores de la ortodoxia de las obras de El Bosco. El padre Sigüenza, por ejemplo, defendió la ortodoxia de los Boscos que se guardaban en El Escorial, argumentando que no serían aceptadas por Felipe II si fueran heréticas. En lugar de ser interpretadas como herejías, las pinturas fueron consideradas como una "sátira pintada de los pecados y desvaríos de los hombres".


Valoración de la obra de El Bosco a partir del siglo XVII.

Después del siglo XVII, la obra de El Bosco experimentó un cambio en su valoración, pasando de ser admirada por su moralidad y originalidad a ser vista como ejemplos de lo monstruoso y disparatado, con críticas crecientes a su contenido moral y estético.

Durante el siglo XVII, las pinturas del Bosco, que anteriormente ocupaban lugares destacados en las colecciones reales, fueron relegadas a espacios secundarios o menos prominentes debido al cambio en el gusto artístico. Los artistas del Barroco italiano y flamenco del siglo XVII como Anibal Carraci, Guido Reni, Rubens y van Dyck ganaron preferencia sobre las obras del Bosco y otros primitivos flamencos.

Las obras del Bosco comenzaron a ser vistas como ejemplos de lo monstruoso y disparatado. El término "disparate", que se había acuñado en el siglo XVI, continuó utilizándose para describir las imágenes del Bosco, pero perdió su sentido moral original y la fantasía se convirtió en un elemento esencial de su contenido. Ya no se concebían principalmente para causar temor y provocar el arrepentimiento de los pecados cometidos. El sentido moral de las obras se diluyó, y las figuras del Bosco se asociaron más con lo cómico y lo extravagante que con la moralidad. Algunas críticas a la obra del Bosco se centraron en su posible lascivia y su alejamiento de la ortodoxia. Francisco Pacheco, en "El arte de la pintura" (1649), criticó las "fantasías licenciosas" del Bosco y abogó por una pintura más centrada en las figuras. Esta crítica moral y estética contrastó con la valoración más positiva que había prevalecido anteriormente.

A partir del siglo XIX, con el surgimiento del Romanticismo, la obra de El Bosco adquirió una nueva dimensión. Sus pinturas llenas de simbolismo fueron vistas como precursoras del arte romántico y se valoraron por su capacidad para evocar emociones y provocar la imaginación del espectador. En España tuvo especial impacto en la obra más heterodoxa y expresionista de Francisco de Goya. Pero será a partir del siglo XX cuando el interés por la obra de El Bosco alcanzará su punto máximo. Sus pinturas fueron objeto de intensos estudios académicos y análisis críticos, y se reconocieron como ejemplos destacados del arte del Renacimiento flamenco. Además, su influencia se hizo evidente en movimientos artísticos como el surrealismo, donde su enfoque en lo onírico y lo irracional fue particularmente relevante.

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